La sonrisa de Marta
La joven despedida por su familia y amigos el lunes jamás permitió que su enfermedad empañara su amor por la vida
COVADONGA DEL NERO
Miércoles, 24 de noviembre 2021, 01:18
Oviedo lleva desde la noche del sábado presentando una cara gris, triste, plomiza, como si quisiera mostrar su pesar por la muerte de Marta. Pero Oviedo se equivoca en esta ocasión. Si lo que quiere es hacer justicia al recuerdo de Marta, debería lucir estos días su aspecto más luminoso y alegre, como era la sonrisa de Marta, como fue su vida.
Marta Fernández Serrano fue alegre desde que nació, y supo transmitir esa alegría a todo su entorno. Familiar, coqueta, trabajadora, responsable, tenaz, cabezota, detallista, amante de la buena comida, en especial la asturiana, y siempre dispuesta a ayudar a los demás... deja un imborrable recuerdo entre todos los que la conocimos.
Gran aficionada a los toros, hasta el punto de que de niña emulaba las faenas de los grandes maestros junto a sus hermanos con un capote que se había agenciado, fue la fundadora del club taurino de la Universidad de Navarra, y ni siquiera en los momentos más duros de su enfermedad dejó de acudir a presenciar algún festejo siempre que le fue posible.
Todas las virtudes que ya se adivinaban en ella desde muy joven se hicieron mucho más evidentes desde que le diagnosticaron la enfermedad, un maldito 14 de marzo de 2018. Ya en un primer momento mostró una gran entereza y su disposición a plantarle cara al tumor. Una anécdota que ilustra bien su carácter es que cuando le notificaron, después de unos meses 'limpia' tras una primera operación, que el cáncer se había reproducido, retrasó el comunicárselo a su familia hasta después de que hubiesen celebrado el cumpleaños de Juan, su hermano pequeño.
Su tenacidad quedó patente en el hecho de que la dureza de los tratamientos y operaciones a los que se sometió no le impidieron culminar su carrera año por año ni trabajar siempre que tuvo oportunidad. Tal vez la explicación a tanta fuerza hay que buscarla en su profunda religiosidad, que le ayudó a sobrellevar todos estos años sin jamás perder la sonrisa.
Miembro del colectivo Hakuna, cuyos componentes la arroparon como una auténtica familia, viajó con ellos hace poco más de un mes a Roma a ver por última vez al Papa Francisco -al que escribió personalmente contándole su historia y pidiéndole una cita desde «la inconsciencia de mi juventud y mis ganas de vivir con toda el alma la vida que Dios me quiera regalar»-, en un viaje que la confortó, del que disfrutó enormemente y le permitió afrontar con ánimo sereno la etapa final de su enfermedad. Una serenidad que también supo transmitir a sus padres, Marta y Chebo, y a sus hermanos, Nacho, Carlos y Juan, que, pese al dolor que experimentan estos días, se sienten «en paz».
El lunes, sus familiares y amigos nos dimos cita en una abarrotada basílica de San Juan el Real para celebrar la vida de Marta como lo que fue, un regalo para todos los que la conocimos y para hacer ver a Oviedo que esta vez se equivocaba al teñirse de gris.
Covadonga Del Nero Serrano es prima de Marta.