«Viví 14 años maltratado y sé lo que es el miedo, quiere demostrarnos que sigue ahí»
El hombre condenado por maltratar a su familia se salta la orden de alejamiento en tan solo 48 horas y acude al bar donde trabaja su hijastro
ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Viernes, 9 de octubre 2020, 01:33
48 horas exactas. Ese es el tiempo que R. M. R., el hombre que aceptó anteayer una pena de dos años de prisión por maltratar durante más de una década a su pareja y sus dos hijos, uno de ellos en común, tardó en quebrantar, presuntamente, la orden de alejamiento que le impuso el martes la jueza del Juzgado de lo Penal número 4 de Oviedo. Acudió al lugar de trabajo del hijo mayor de su expareja, un conocido negocio hostelero del centro, y pidió una cerveza «con toda tranquilidad». Acabó detenido.
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Así lo manifestó ayer Cristian García, de 23 años, minutos antes de presentar la pertinente denuncia contra el condenado en la comisaría de Policía.
Cuando faltaban cinco minutos para las once de la mañana, García llegó a su puesto de trabajo: «Cuando entré por la puerta y lo vi me quedé blanco. Él ya había pagado la consumición y podía irse, pero no lo hizo, se quedó mirándome fijamente», explicó. Atemorizado, se encerró en la cocina del local y llamó a la Policía Nacional. Entre medias, R. M. R. salió del establecimiento, y «se dirigió a la Losa de Renfe», allí fue detenido. «Le seguí para que no se esfumara, como ya hizo otras veces, esta vez los agentes han podido cogerlo, y solo puedo darles las gracias», subrayó García.
No obstante, ahora, el nuevo procedimiento contra el maltratado se puede demorar «durante más de lo que nos gustaría», explicó la abogada de la familia, Verónica Cotelo.
El tiempo corre en contra y «tengo miedo», sentenció García. «Viví 14 años maltratado y sé lo que es el miedo a ese hombre, sé que no le importa saltarse el alejamiento, porque lo que quiere es demostrarnos que sigue ahí y que no se va a ir nunca», lamentó el joven, que tiene mujer y una hija de un año.
Hasta 2007, el joven permaneció en el domicilio familiar, donde su madre y su hermano menor también sufrían malos tratos. Después, «conseguí sacar a mi madre y a mi hermano de esa casa y me las arreglé para que entre todos saliésemos adelante, pero ese hombre está ahí, y tendré que aprender a vivir con ello», lamentó. Eso sí, advirtió, «tengo muy claro que algún día va a venir a por mí y a por mi familia, o que va a pagar a alguien para que lo haga», porque «se mueve en muy malos ambientes y conoce a gente muy peligrosa», teme.
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La abogada aseguró que no es la primera vez que ocurre un hecho similar. Ayer mismo, a las diez de la mañana, R. M. R. tuvo que declarar en el Juzgado por otro quebrantamiento de una orden de alejamiento, presuntamente perpetrado en el pasado mes de enero, cuando «se presentó del mismo modo en el lugar de trabajo de la madre», narró Cotelo. Ahora «volvió a hacer lo mismo, solo que esta vez con su hijo».
El pasado martes, R. M. R., tras aceptar una condena de dos años, logró sortear su ingreso en prisión siempre y cuando se mantuviera alejara, indemnizara a su familia y se sometiera a terapia. Ahora, a la espera de que la justicia determine si el condenado ingresa en la cárcel por violar los términos del acuerdo alcanzado en el juicio, la familia está pensando en solicitar la prisión provisional para el hombre por «temor a represalias». «No podemos vivir así», zanjó ayer García.
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