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Sindo Arias trabaja bajo un hórreo, en Bueño. FOTOS: JOSÉ VALLINA
«La zona rural podrá salir mejor de la crisis»

«La zona rural podrá salir mejor de la crisis»

Desescalada tranquila. Las parroquias de las afueras de Oviedo retoman poco a poco la normalidad en huertos y quehaceres

JUAN CARLOS ABAD

Lunes, 18 de mayo 2020, 00:32

La mañana, ya en la fase uno de la desescalada, amanece gris y el orbayo empapa mascarillas y cristales. «Desde que no se vende el sulfato de cobre a los tomates les entra el mildium y se echan a perder», explica Ramiro Fernández mientras enhebra las plantas en sus tutores.

«¡Qué daño iba a hacer un hombre con una fesoria al hombro!», exclama explicando cómo ha descuidado el huerto, «para autoconsumo», durante el mes más duro del confinamiento. «Soy jubilado de la térmica, aquí hemos pasado estos días muy bien», cuenta Fernández, que destaca cómo la dispersión de la zona rural ha ayudado a frenar la pandemia en el Principado. «Yo vengo desde Soto de Rey, si queréis saber algo más de Bueño preguntad en esa casa de ahí, que vive el presidente de la asociación», se presta. ¿Belarmino? «El mismo».

Pero a esa hora, con el restaurante cerrado, apenas hay un alma más entre los pegollos. Sindo Arias trenza un amarre «para el ganado». «Aquí, tranquilos, siempre hay algo que hacer y sin el bar abierto todavía y sin fútbol en la tele no vais a encontrar mucho barullo», afirma mientras se afana en la tarea.

El verde gana terreno al asfalto en la carretera que lleva de Bueño a Palomar, en la vega derecha del Nalón. De Palomar a La Arquera, lo mismo. Una cuadrilla que tala un pinar maderero en una ladera justo a la entrada de vuelta al concejo de Oviedo almuerza en la vereda.

«Decidimos abrir porque necesitábamos actividad, si acertamos o no el tiempo lo dirá». Habla Chema Bermúdez, propietario del popular Casa Chema. «Lo hacemos respetando todo lo que hay que respetar, pero sería necesaria más información», expone.

Para el fin de semana registraba el aforo completo ante el buen tiempo. «Lo organizamos con reservas y si alguien viene y tiene que esperar en la puerta tiene el cartel», señala al aparcamiento explicando que «es el mismo protocolo que he colgado en las redes sociales».

Guarda las distancias, enfundado en mascarilla y visera, igual que Joaquina Rodríguez, la cocinera, que se asoma a saludar. «Puedo poner cuatro mesas aquí, cinco atrás y otras tres allá», repasa Bermúdez, que teme que el carácter «tozudo» de alguno le comprometa.

Con los primeros clientes de esa jornada no hay problema. Bea y Rafa, con raíces en Hontoria, Llanes, se han escapado de las «aglomeraciones» de la ciudad. En el valle de Las Caldas encuentran lo contrario a lo que hay en el casco urbano. «Queríamos salir porque no apetece andar por Oviedo», resuelve ella. «No apetece y, además, sabemos que aquí nos van a tratar bien, con todo correcto», agradece.

En Caces, ni un alma. Al contrario que en la plaza Pablo Iglesias Posse, en Las Caldas, cuya animada terraza contrasta con el reflejo vacío del hotel, que aguarda una esperada apertura.

«La gente está animada a salir», explica el responsable de La Vizcaína. «No nos está acompañando el tiempo todavía pero bueno, todo se andará», aventura. Y eso que, «la vida en el pueblo es distinta a la que tenemos los que vivimos en la ciudad con la pandemia». «Poca contaminación, poca gente y a eso súmale el huerto para poder seguir haciendo vida normal. Aquí se va a poder mejor con ello. Costará pero hemos abierto. Ayer, incluso, alguno se sentó a cenar», resuelve.

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