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Judah Vivancos. E. C.

«Nos encanta el más difícil todavía»

Los Vivancos llegan mañana a Oviedo con 'Nacidos para bailar', un espectáculo en el que combinan danza, música, acrobacias y hasta ingeniería aeronáutica

Viernes, 29 de junio 2018, 02:59

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Los Vivancos llegan mañana al ovetense Teatro Campoamor con 'Nacidos para bailar' y el título de su último espectáculo no podía estar mejor puesto, porque el destino de estos seis hermanos con nombre bíblicos -en realidad, la formación la componen siete, pero uno de ellos se ha tomado un descanso en esta gira- fue planeado por su padre desde su nacimiento y todos ellos recibieron formación en música, danza, gimnasia artística y deportiva y artes marciales. Una familia ciertamente peculiar, porque Los Vivancos -que tienen otros 33 hermanos de siete madres diferentes- componen, interpretan, bailan, coreografían y producen sus espectáculos y, aunque nacidos en Cataluña, desde bien pequeños empezaron a viajar por todo el mundo con su arte, cuenta Judah Vivancos (Barcelona, 1980).

-¿Qué lugar ocupa usted en esta familia tan numerosa?

-De los hermanos que bailamos, soy el segundo empezando por los mayores, pero éramos cuarenta y somos 38, porque dos fallecieron.

-No me quiero imaginar esas reuniones de Nochebuena.

-(Ríe) La verdad es que es complicado juntarnos a todos porque hay algunos en Estados Unidos, en Canadá, en Australia... Eso sí: siempre hay mucha gente.

-Y todo, gracias a su padre, Pedro Vivancos García, que llegó a bailar con Antonio el Bailarín y era un experto en artes marciales, orientalismo, macrobiótica...

-Era una persona adelantada a su tiempo y muy espiritual. Bailaba flamenco como el que más y tocaba la guitarra y la flauta. Le interesaban muchas cosas en la vida. Y nosotros, desde muy pequeños, ya apuntábamos hacia eso. No sabíamos si íbamos a hacer una compañía de baile, un circo, una película... pero, al final, terminamos yendo por la danza y la música, porque, además de bailar, todos tocamos instrumentos.

-De hecho, su espectáculo es una mezcla de todo eso y fusionan sin complejos a Mozart con Metallica, además de contar con el asesoramiento de un experto en tecnología aeronáutica y con trajes fluorescentes.

-Sí. Todo el mundo tiene problemas para encuadrarnos. Porque, aparte de mezclar diferentes estilos de danza, como clásico, contemporáneo y flamenco, que es nuestra base, nuestro hilo conductor, hacemos artes marciales, tocamos instrumentos y tenemos un punto de circo. Nos encanta el más difícil todavía: hacer una acrobacia mientras estamos suspendidos en el aire tocando el violonchelo, por ejemplo, como hace Elías. O lo que hace Israel, que toca la flauta cabeza abajo mientras zapatea. Todo a la vez. O bailar colgados desde estructuras de seis metros... Sí: se nos va mucho la olla (Risas).

-Tanto que han dicho casi de todo sobre ustedes: que si les educaron para ser ninjas, que si eran de una secta...

-Bueno, cuando hay algo diferente, que se sale de la norma, la gente suele opinar, pero nosotros somos gente bastante normal, con nuestras familias, nuestros hijos y nuestro espectáculo fantástico.

-Lo cierto es que les ha pasado de todo a lo largo de sus giras por todo el mundo.

-Eso sí. Por ejemplo, una semana antes del accidente de Germanwings, hicimos el mismo trayecto: mismo vuelo, misma hora, mismo destino. Tenemos guardado el billete. O, una vez que estábamos en Rusia, a treinta grados bajo cero, se congeló el motor del autobús que tenía que llevarnos al aeropuerto. Entonces el conductor cogió un palo, lo envolvió con una tela, lo metió en el depósito de la gasolina y le pegó fuego. Fabricó esa antorcha, se metió bajo el autobús para calentarlo y gracias a él pudimos volver a casa. En esa misma gira, veíamos que el autobús se iba de lado por una carretera helada, que no subía la cuesta y que íbamos a terminar en la cuneta, pero nos libramos. En Ecuador nos cachearon, en Ucrania nos robaron... De todo.

-¿El público de Rusia es parecido al de Oviedo?

-El público es diferente, pero es igual. Los rusos, como tienen más cultura de danza, aplauden más las piruetas, las cosas más técnicas o un paso muy difícil, mientras que en Latinoamérica, donde son muy eufóricos, valoran más lo espectacular y en el Sur de España nos aplauden a compás. Pero hay algo que es igual: la gente termina con ganas de bailar y de vivir. Mucha gente mayor nos dice que se han sentido jóvenes y otras personas nos comentan que les hemos llenado de vida. Nuestro espectáculo es una fiesta. El público iempre termina de pie, bailando con nosotros.

-De hecho, ese es el objetivo de su taconeo solidario. ¿Qué es?

-Desde que empezamos con esto, hace once años, siempre hemos estado ligados a causas solidarias. Y, esta vez, lo que hacemos es donar parte de la recaudación a la Fundación Querer, que trabaja con niños con necesidades especiales y, aparte de eso, al final del espectáculo ponemos a todo el teatro a taconear con nosotros e invitamos a que lo cuelguen en las redes para que todavía se sume más gente.

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