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Ana Torrent y Carmelo Suárez son Silvia y Samuel. EFE
Thriller y poesía en el Jovellanos

Thriller y poesía en el Jovellanos

Carmelo Gómez y Ana Torrent llegan mañana a Gijón con la obra de Alberto Conejero 'Todas las noches de un día'

M. F. Antuña

Gijón

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Viernes, 1 de febrero 2019, 11:54

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Thriller y poesía. Ambos elementos están presentes en 'Todas las noches de un día', un texto de Alberto Conejereo que sube a las tablas a Ana Torrent y Carmelo Gómez. Ambos tratan de desvelar un misterio. La policía busca a Silvia en una casa con jardín e invernadero. Así comienza todo. Allí está Samuel, el jardinero, que se empeña en conservar el lugar. Los fantasmas, los recuerdos, salen a escena a partir de ese momento a través de los dos personajes.

«La obra podría estar dentro de una especie de poética policiaca, pero no creo que sea lo más importante. El público necesita saber qué está ocurriendo, qué ha ocurrido, cuál es el pasado de ese tipo extraño. Todo ocurre en la memoria y el público vive un juego de tiempos, tratando de ubicarse. Es un thriller, pero por encima de todo lo demás plantea una reflexión sobre la memoria, el recuerdo, los seres que evocamos», explicaba Carmelo Gómez a este periódico meses atrás, cuando en julio se representó en el Teatro Palacio Valdés de Avilés.

Es, sostiene el actor leonés, exigente para el espectador, que ha de resolver el enigma a través del verbo. «Exige del público contemporáneo, que no está demasiado acostumbrado a concentrarse, mucha atención, todos los detalles están plenos de información», anota.

También fue exigente para los dos actores, que estrenaron ya casi hace un año atrás y que a medida que hacen funciones ven cómo el espectáculo va creciendo. El público, con su escucha, con sus silencios, con sus respiraciones, ha reescrito lo que la obra es. Ellos respiran de manera diferente y ellos han ido alumbrando un proyecto que no resuelve ningún misterios vital. «Conejero, como tiene una gran influencia de Lorca, no acostumbra a resolver enigmas, plantea situaciones, da claves, pero no resuelve nada», explica Carmelo Gómez, quien subraya que la obra plantea una reflexión absolutamente existencial, sobre la presencia ser humano en la Tierra. El invernadero esconde todo ese debate humano, se convierte en refugio de valores como el sosiego y la propia necesidad de reflexión... «Los dos personajes vuelven a la vida y la miran de cara para ver qué les pasa, qué les ha ocurrido, en ese descubrimiento de la existencia de cada uno, hay tantos caminitos como ramitas tiene un árbol. En realidad se están constantemente evocando grandes enigmas de la vida», en palabras del protagonista.

Para Gómez, esta función tiene muchos paralelismos con la propia experiencia teatral. «Yo siempre hago una comparación entre el invernadero, un lugar que se cuida, paciente, tranquilo, de sembrar para recoger a largo plazo, un proyecto de generosidad total, y la escena. Yo convierto al teatro en el invernadero, y el público y yo somos parte de este mundo vegetal que tiene vida, raíces para agarrarse en la tierra. Todo este mundo de silencio, de reflexión, de búsqueda de uno mismo es el teatro».

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