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El público en la zona donde se encuentran las carpas de las librerías..

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El público en la zona donde se encuentran las carpas de las librerías.. Carolina Santos

Semana Negra al calor de la fiesta

El cóctel cultural imposible e increíble de la Semana Negra se sirve agitadísimo y fresco al calor de Poniente

m. f. antuña

Gijón.

Domingo, 7 de julio 2019, 03:04

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Un Quijote por diez euros, una pulserita de hilo con el nombre bordado por tres, un tatuaje de maquillaje permanente por 12, un buen rato de gratis total en las carpas literarias repletas de palabras, de historias, de aventuras mil, carne, pescado, verduras, chucherías, emociones fuertes en caída libre, reflexiones profundas, tiros a puerta, choques en coches de feria, el polvo y los pedruscos del camino, la música de un chiringuito que se mezcla con el otro... La Semana Negra, con solazo, con calorón, vuelve a agitar ese cóctel imposible de culturas a la vera de Poniente, mirando al Cantábrico, con públicos dispares, con mayores, con niños, con adolescentes, con un hit en el mercadillo para cada bolsillo, con un bocata para cada paladar y un dulce para cada 'llambión'.

El camino por la Semana Negra tiene escalas para todo. En la puerta que da acceso al recinto desde la playa de Poniente reciben los animalistas y los pensionistas planteando sus causas antes de que comience el derroche del mercadillo: que si un disco de Brian Eno, que si otro de Aerosmith, vestidos en estilismos eclécticos a más no poder, figuritas pintadas a mano con imágenes de Peter Pan, Mafalda o Pipi Calzaslargas, camisetas de Metallica, Bob Marley o Marilyn Monroe, pulseras de cuentas, de hilo, tejidas de esta manera y de aquella. Rebeca, ecuatoriana afincada en España desde hace 20 años, llega desdes Madrid y teje en vivo y en directo con los nombres que le pidan. Va como un avión: «Me lleva unos diez minutos cada una». El precio, tres euros. Hay negocio, porque es el tercer año que viaja a Gijón con sus bordados.

Vídeo. Literatura y fiesta se citan en la Semana Negra de Gijón

No es la única. Son muchos los vendedores de todos los gremios que llegan desde fuera de Asturias con sus productos. Desde Galicia, sin ir más lejos, los tatuajes de maquillaje permanente (también abundan los de henna, incluidos los que se ofrecen en la jaima saharaui) que vende Pablo Arias. Y tampoco es el único gallego: el pulpo está representadísimo en un recinto en el que las trenzas de colores arrasan, donde la bisutería no se queda ni corta ni coja, donde hay zapatillas térmicas, polos, sudaderas, playeros, saquitos de calor y muñecas personalizadas.

El visitante puede vestirse, tatuarse, compartir solidariamente con otros y ponerse como el Quico. Porque la comida abunda y, en términos generales, no es precisamente 'veggie'. Churrerías, gofrerías, parrillas con chorizo criollo, morcilla, pizzas vegetales, barbacoa o beicon, alfajores argentinos, rosquillas de anís, calamares, patatas asadas, hamburguesas, pinchos morunos, hummus, tacos mexicanos, papas arrugás... Las calorías están disparadas en un recinto, el del antiguo astillero de Naval Gijón, en el que se antoja imposible pasar hambre. Con la sed, más de lo mismo. Llama la atención cómo el mojito encuentra espacio privilegiado en territorio sidrero (poco representado en el contexto global) y con la cerveza reinando en el sinfín de chiringuitos. Calimocho y sangría están disponibles para complementar cualquier pitanza.

El alimento del alma está en los libros y se vende a un precio mucho más que asequible. No solo en el supermercado con ofertazas a un euro, sino en otras muchas librerías y sellos editoriales que ofrecen sus propuestas. Una Biblia por diez euros compite con el Quijote a idéntico precio o con clásicos como 'Orgullo y prejuicio' o 'La odisea' a tres euros o con ejemplares de cómic que van del 'DDT' a 'Los Vengadores' pasando por 'Thor' y por 'Jaimito'.Y a quien le guste el cómic, tiene también carpa propia, con la exposición 'Back to Black', que recorre la carrera de Víctor Santos, uno de los creadores españoles más prolíficos. Pero es que además, las carpas de la Palabra, el Encuentro y A Quemarropa, muy cerquita las tres, están llenas de público y de escritores, escuchando, hablando, preguntando, respondiendo, contando historias y arreglando el mundo.

Y si el mundo no se arregla, siempre se puede echar a volar. Es posible hacerlo en la zona de las atracciones de feria, con mucho niño, mucho adolescente y ambiente verbenero. Hay gritos de quienes suben a lo más alto y caen a plomo en las atracciones de altura, hay quien se anima a lanzar dardos sobre globos en busca de premio, hay quien prefiere un clásico como la noria y girar el volante en los coches de choque y existe incluso la posibilidad de tirar un penalty para echar el rato. Superdragón, el Ratón Vacilón, Súper Saltamontes, el Trullo (hace honor absoluto al nombre, encarcela al usuario y lo sube y lo baja), Cyclone compiten por el favor de un público que sabe que esto no ha hecho más que empezar, que tras la tarde llega la noche y que la música de los bares se mezcló entonces con la del escenario central con Muñeco Vudú dándolo todo. El cóctel imposible está agitadísimo y muy fresco pese al calor. Hoy y toda la semana el batiburrillo cultural continúa.

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