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El río Tajo proporciona un gran caudal de agua para regar los campos de la comarca.
La fruta del sol

La fruta del sol

Éste será el punto de partida de un jugoso recorrido por la historia y la cultura de los municipios destacados de esta zona de la Comunidad de Madrid

GUÍA REPSOL

Viernes, 5 de junio 2015, 18:21

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Cerca de Madrid se sitúa la comarca de Las Vegas, una zona de suaves paisajes y huertas regadas por el Tajo y sus afluentes. Allí, entre otros cultivos, crecen los melones más famosos de la despensa frutícola española, acuñados con el nombre de una de las localidades del territorio, Villaconejos. Éste será el punto de partida de un jugoso recorrido por la historia y la cultura de los municipios destacados de esta zona de la Comunidad de Madrid.

La tradición agrícola, el paso de las estaciones y sus afanes siguen marcando el ritmo en la comarca madrileña de Las Vegas, regada por los ríos Tajo, Jarama y Tajuña. Arranca nuestro itinerario en uno de los centros neurálgicos de este territorio, Villaconejos, localidad que ha dado su apellido al sabroso melón autóctono. Por eso debemos visitar antes que nada el Museo del Melón, donde se exponen curiosas fotos y objetos relacionados con el cultivo de esta fruta. Luego, el paseo por el pueblo tendrá como punto de referencia la iglesia barroca de San Nicolás de Bari, construida entre los siglos XVI y XVII.

Decimos adiós a Villaconejos y tomamos la carretera en dirección Chinchón, uno de los más acreditados destinos gastronómicos y monumentales de la Comunidad de Madrid. Razones no le faltan: aparte del espectáculo de la Plaza Mayor y los mesones que abren las puertas en sus soportales, el callejeo depara gratas sorpresas como la torre del Reloj; la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Arco de Palacio, 9; 918 941 105), que conserva un cuadro de la Virgen pintado por Goya; el coqueto Teatro Lope de Vega, el monasterio de las Clarisas o el Parador de Turismo (Los Huertos, 1; 918 940 836), habilitado en el antiguo convento de los agustinos.

En Perales de Tajuña hay 47 viviendas troglodíticas, excavadas en una montaña de piedra caliza y posiblemente habitadas desde el Neolítico

En las afueras de la localidad se levantan además los restos de un poderoso castillo del siglo XV, con foso y puente levadizo. Pero hay que volver a la Plaza Mayor, obra maestra de la arquitectura popular castellana que empezó a tomar forma en el siglo XV y adquirió su aspecto actual en 1683, cuando fue definitivamente cerrada, con espacios para carros y procesiones. Desde sus 243 claros, nombre que reciben las balconadas de madera de las casas que la rodean, los vecinos han sido testigos de corridas de toros, autos sacramentales, ejecuciones, obras de teatro e incluso rodajes de películas.

Continuamos después por la carretera en dirección Madrid y nos desviamos hacia Morata de Tajuña. A partir de aquí y durante el resto del viaje, la ribera del Tajuña será nuestra guía. Este afluente del Tajo alimenta tierras que prestan al paisaje los matices cromáticos de huertas, árboles frutales, bosques de ribera, olivares, viñedos y campos de cereales. Paralelamente al asfalto discurre una Vía Verde, antiguo recorrido de un tren de vía estrecha y hoy acondicionado para ciclistas y caminantes.

Para comprobar la importancia del agua en esta zona, es recomendable que visitemos en Morata de Tajuña, población situada en la parte más ancha del valle, el Museo de la Molinería (Molino de la Huerta de Angulo, Valdelaguna, km 1.200), que conserva la maquinaria de un antiguo molino harinero.

Continuamos después hacia Perales de Tajuña, cuyo símbolo monumental es la fuente de Mariblanca, del siglo XVIII, aunque resultan sin duda más curiosas las 47 viviendas troglodíticas del Risco de las Cuevas, excavadas en una montaña de piedra caliza y posiblemente habitadas desde el Neolítico. Otras teorías afirman que fueron hechas por eremitas durante la Edad Media.

Escoltado por paredes de yeso, el curso del Tajuña nos conduce hasta Tielmes. A la entrada del pueblo, la ermita de los Santos Niños se levanta muy cerca de un puente románico. Si lo cruzamos, la Vía Verde nos invita a adentrarnos entre chopos, encinas, robles y tierras de labor hasta que entramos en Carabaña, punto final de la ruta.

Afamada por sus aguas, esta localidad conserva con orgullo viejas instalaciones industriales de embotellado y la estructura de una antigua central eléctrica reconvertida hoy en día en restaurante. Su balneario del siglo XIX ha sido recientemente acondicionado también como hotel. Al lado, en el interior de la montaña, podemos disfrutar de tratamientos, piscinas y duchas mineromedicinales en medio de un evocador paisaje.

Fuente: GUÍA REPSOL

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