Secciones
Servicios
Destacamos
Gijón
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Viernes, 22 de febrero 2019, 11:30
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
A Silvia Munt (Barcelona, 1957) le gusta estar detrás, la dirección es un sufrimiento y una pasión a la que se entrega a fondo y no quiere oír a hablar de ser ella quien se suba a las tablas. Este fin de semana llega a Asturias (mañana a Avilés y el domingo a Gijón) uno de sus últimos trabajos, 'El precio', de Arthur Miller, que lleva al escenario a Tristán Ulloa, Gonzalo de Castro, Eduardo Blanco y Elisabet Gelabert.
-Lo normal es que quieras adaptarlo, llevarlo a hoy en día, pero tiene más sentido dejarlo en su época, para ver que las cosas no han cambiado, que después de un crack económico como el que hemos tenido, reaccionamos prácticamente igual, lo enfocamos igual. Aunque pase el tiempo y pensemos que hemos aprendido cosas como sociedad, cometemos los mismos errores.
-Es una obra tan inteligente que no te da respuestas y te quita muchas seguridades, te hace ver que somos nosotros mismos los que aceptamos esa manera de atacar la vida, hace una anatomía del alma y una despiadada disección quirúrquica de cómo somos, con la grandeza, la sutilidad y el saber hacer de los grandes. A mí me ha enseñado que ninguna decisión es pura y que nadie tiene una verdad absoluta.
-Es la primera vez que me pasa. Ha sido una experiencia brutal, porque aparentemente es la misma obra y el mismo montaje, pero como el personaje responde al alma de cada actor, cada uno aporta su forma de hacer y la obra bascula hacia un lado u otro. Es un ensamblaje, una mezcla, un cóctel entre el personaje y la personalidad del actor.
-Yo me lo paso muy bien dirigiendo, me apasiona y me tortura, pero quizá con Gonzalo y Tristán me he reído más, hemos trabajado con mucha complicidad.
-¿Le ha gustado lo de repetir?
-Sí. Porque además tienes una cierta tranquilidad, el aval de la crítica, ya no vas a ver qué pasa. Es un buen producto que ha gustado mucho y eso me daba cierta tranquilidad y la oportunidad de redescubrir la obra; he podido disfrutar un poco más.
-El trabajo de recrear momentos vitales tiene ese grado de locura, haces una inmersión total, casi esquizofrénica, en una realidad ficticia, y eso aporta equilibrio. Si viviera solo en la realidad estaría paranoica y loca, estar inmersa en otros mundos me hace revivir, es curativo. Eso no quita que haya momentos de dolor, te la estás jugando para que sea acertado, afinado, esté en su sitio, y eso crea inquietud.
-No es que no sea suficiente, a veces hasta es demasiado. Pero a veces es dura, decadente y cuando te sumerges en otra, respiras en otro ámbito y te hace entender la tuya.
-Hace ya 20 años que me dedico básicamente a dirigir cine, documentales, teatro. En un momento de la vida me decanté por hacer mi primer corto, escribir mis historias. Hay algo de libertad que yo encuentro en contar historias, me da un conocimiento de mí misma más grande, me hace estar más conectada conmigo. Lo necesitaba, lo busqué premeditadamente.
-Creo que sí, cada vez que me lo han propuesto, de una forma casi inconsciente, he mirado hacia otro lado. Siempre dudo, pero luego acabo metiéndome en mi guion, en mi próxima obra. Hay que aprender a escucharse y hacer aquello que crees que tienes que hacer. Me da mucha alegría que la gente recuerde mi trabajo como actriz, pero estoy en el lugar donde quiero estar.
-No hay nada que me guste más que una obra que ha ido muy bien pueda seguir teniendo vida.
-El teatro, afortunadamente, no es de aquí o de allá, es bueno o es malo, te gusta o no. Somos seres humanos a pesar de que queramos ponernos fronteras. Y cuando estás explicando algo emocionalmente desde un espectáculo, una película, cuando conecta, conecta con todo el mundo.
-Es de las pocas cosas que están pasando en el mundo ahora que me da alegría. Hemos dado pasos que son irremediablemente hacia delante, se ha roto un techo de cristal. Hay que seguir luchando pero en estos últimos años hemos ganado batallas importantes.
-Con muchísima preocupación. Aquí hay mucho de no haber escuchado una serie de reivindicaciones, se ha dejado enquistar excesivamente un problema, que se ha convertido en obsesión y ha alimenta a una serie partidos. Paciencia, pedagogía, diálogo y no dejarse engañar ni por una parte ni por otra es la única salida. Estoy harta de la testosterona, hay que salpicar de tolerancia, de comprensión, de respeto, no de venganza y de chulería.
-Estoy empezando a ensayar en el Teatro Lliure la adaptación de Pau Miró y mía de 'Dogville', de Lars Von Trier, que esperamos poder llevar a Madrid. Y luego haré la segunda parte de 'Casa de muñecas'.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.