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Emilio León y Javier Fernández se saludan, el pasado viernes, al inicio de la reunión presupuestaria. PABLO LORENZANA
El presupuesto apuntilla la relación Podemos-IU

El presupuesto apuntilla la relación Podemos-IU

La negativa del partido morado a que la coalición protagonice la negociación de las cuentas aleja la confluencia para 2019 | A la espera de que el diálogo tome cuerpo, en las filas del PSOE cunde la sensación de que León y los suyos buscan otra excusa para no pactar

ANDRÉS SUÁREZ

OVIEDO.

Domingo, 15 de octubre 2017, 03:24

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El bofetón de Podemos a IU al intentar limitar su participación en las negociaciones de los presupuestos regionales de 2018 representa un doble mensaje. Por un lado, intentar situarse prácticamente a la misma altura del PSOE, argumentando que solo con sus escaños basta para que las cuentas salgan adelante en la Junta General. Por otro, evitar la foto de un acuerdo a tres bandas que dé la sensación de un frente de la izquierda en el que Gaspar Llamazares y los suyos tendrían idéntico protagonismo. Las consecuencias de este movimiento son difíciles de atisbar aún, pero las expectativas no son favorables. En lo tocante al presupuesto en sí, en las filas socialistas impera la sensación de que se trata de la enésima jugada de la formación morada y de que sus ganas de salir en auxilio del Gobierno de Javier Fernández son nulas. En cuanto al capítulo político, la hipótesis de una confluencia de Podemos e IU para las elecciones autonómicas de 2019 se antoja, hoy, una quimera.

El principal obstáculo para que haya presupuestos parece pues político y no tanto programático. Del reguero de propuestas que Podemos puso el viernes sobre la mesa del Gobierno ninguna asoma como un escollo insalvable que justifique un desencuentro. Con el capítulo tributario fuera del foco, después de la negociación fallida del pasado ejercicio, dos son los puntos llamados a provocar una mayor fricción: la integración de la enseñanza de cero a tres años en la red educativa pública y la creación de una unidad anticorrupción independiente del Ejecutivo. Dos cuestiones que, curiosamente, tienen un alcance que va más allá de las cuentas de un ejercicio económico.

El eje de la discrepancia pasa a ser político. Podemos quiere negociar a dos bandas con el PSOE y relegar a IU, buscando primero un principio de acuerdo con los socialistas al que luego pudieran sumarse otras formaciones, sin limitarse exclusivamente a Izquierda Unida y abriendo la puerta a incorporar propuestas «razonables» de, por ejemplo, Ciudadanos. Una posibilidad esta última inviable porque la formación naranja se mueve en las antípodas de Podemos y nunca se prestaría a la operación. Pero es que además el Gobierno, cuyo presidente fue investido con los votos de IU y que siempre ha dado un trato preferencial a la coalición en todas las negociaciones que se han producido en estos años, tampoco está por la labor de «descabalgar» ahora a nadie del diálogo. El punto de partida no es, pues, halagüeño.

El debate se juega en un doble plano. En el estrictamente presupuestario, la propuesta de Podemos pone todos los focos bajo la labor de Emilio León y su equipo. Entre los socialistas predomina la sensación de que se trata de un nuevo «enredo» del partido morado -tal y como sostiene un veterano cargo con larga experiencia en estos procesos- y de que sus ganas de dar oxígeno a Javier Fernández son escasas. Más allá del intento de veto, en las filas de IU se hace alusión al cambio que supone que Podemos, que siempre ha situado al PSOE como el enemigo a batir con el que poco o nada había que negociar, apueste ahora por una interlocución directa, sin terceros actores en escena. Aunque, igualmente, se aprecia un movimiento puramente táctico, estratégico, sin vocación real de consenso.

¿Quién asume el coste?

En la medida en que tanto el Ejecutivo como IU harán bandera de la necesidad de un pacto que evite que el bloqueo se extienda durante lo que resta de legislatura, son varias las fuentes consultadas que apuntan al riesgo al que se expone Podemos de que, en caso de ruptura de la negociación, sea la formación morada la que asuma el coste público del desencuentro. En un momento en que la sociedad, hastiada de conflictos, pide concordia y acuerdo.

Y luego está la lectura interna de este carrusel de acontecimientos. No hay que olvidar que IU celebró esta semana una reunión de su dirección en la que, con la mirada puesta en las elecciones autonómicas y locales de 2019, decidió una apuesta por el blindaje del proyecto y la identidad propia, poniendo límites a una eventual confluencia con Podemos. Una resolución aprobada por amplísima mayoría que plasma el resultado del referéndum de junio y que, entre otras cosas, evidencia la creciente desconfianza con la que un sector cada vez más amplio de Izquierda Unida mira hacia el partido morado.

Por varias razones. Primero, porque IU lleva desde el inicio del verano tratando de impulsar acuerdos con Podemos para sacar adelante iniciativas en la Junta General que León y los suyos han ido ralentizando y que no han llegado a cuajar. Segundo, porque planteamientos como el del viernes, esa propuesta de exclusión de la negociación presupuestaria, de la que ya comenzó a hablarse el lunes, ha sido entendida como «una bofetada» incluso entre los sectores más proclives a la confluencia, que han quedado descolocados. Y tercero, porque el discurso que Podemos mantiene en relación con el conflicto en Cataluña, que muchos ven excesivamente favorable a las tesis independentistas, es visto como un peligro que hará perder apoyo a la formación morada en el resto de España. De repente, reflexiona un cargo de Izquierda Unida, la alianza con Podemos comienza a parecer «poco apetecible» incluso para quienes más la han defendido.

La negociación presupuestaria no ha hecho sino dar sus primeros pasos. Sus consecuencias, tanto para la economía de la región como para la vida interna de los partidos, están por conocerse.

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