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ANDRÉS SUÁREZ
Martes, 16 de abril 2019, 01:54
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Después de muchos días de campaña de primarias con el pegadizo 'Color esperanza' poniendo banda sonora a los actos de Pedro Sánchez, a muchos casi se les sale el corazón por la boca cuando, en el acto de cierre del congreso que devolvió al político madrileño al liderazgo del PSOE, los altavoces comenzaron a retumbar a todo volumen con el 'Sweet child o' mine' de Guns N' Roses. Los contundentes acordes de la guitarra y el posterior estruendo de la batería pusieron pronto a quienes conocen las entrañas del partido tras la pista de Adriana Lastra como 'autora intelectual' de la maniobra. Todo un síntoma de que las cosas en el seno del socialismo, tanto desde un punto de vista generacional como también político, comenzaban a cambiar.
Y es que Lastra, riosellana de la quinta del 79 que vive a caballo entre Asturias y Madrid, parecía predestinada desde un principio a zambullirse en la política. Nacida en el seno de una familia numerosa de las que ya son una rareza -«tercera de cinco hermanas y sobreviví», escribe con mucho humor en su perfil de Twitter- y muy cercana a una abuela que la marcó enormemente, desde muy joven, desde el instituto, ya tenía claro que no quería limitarse a mirar las cosas desde fuera sino que prefería participar. De ahí a la militancia en el PSOE solo hubo un paso. Luego vinieron muchos más, en una carrera que la llevó por las responsabilidades autonómicas hasta, finalmente, el salto a Madrid.
Amante de la música, sobre todo del rock, con AC/DC entre sus grupos de cabecera, y voraz lectora de los poemas de Ángel González, uno de sus referentes vitales, Lastra lleva las riendas de una carrera política marcada por las satisfacciones pero también por las desafecciones. Pocas pasaron peor que ella el trago que supuso aquel comité federal que finiquitó la primera etapa de Sánchez en el PSOE, pocas caras más desencajadas que la suya en un proceso interno retransmitido en vivo y en directo por los medios. Una etapa que puso definitivamente punto y final a su relación política con quien tantos años había trabajado codo con codo en Asturias, Javier Fernández, que pilotó aquella gestora inicialmente destinada a enterrar los restos del 'sanchismo' y que, sin embargo, acabó palideciendo ante el inesperado renacimiento del secretario general.
Tristezas, desde luego, pero también emociones. Y lealtades. Son tiempos lejanos hoy y por eso casi nadie recuerda que, cuando Sánchez fue defenestrado, apenas ella y el hoy secretario de Organización, José Luis Ábalos, se quedaron junto a él y, en un momento en que otros se distanciaron, acabaron convenciéndole para que iniciara la 'operación retorno'. «Lealtad infinita, sobre todo al PSOE, a sus principios y a sus ideas», dice un socialista cercano que hace hincapié en dos de los asuntos de los que Lastra hace siempre bandera: el feminismo y la recuperación de la memoria histórica. Algunas de sus intervenciones públicas más vehementes han tenido que ver con ello.
Con María Luisa Carcedo, ministra de Sanidad, ejerciendo, tanto para ella como para buena parte de los actuales dirigentes del actual socialismo asturiano, como una suerte de 'madre política', Lastra se ha asentado definitivamente en Madrid. Vive a caballo entre la capital y Asturias amoldándose lo mejor que puede a los cambios de temperatura entre ambos territorios. La morriña, claro, es inevitable, pero recién estrenados los 40, y como comenta una persona de su confianza, «se bebe la vida a chorros». Cocina unas albóndigas al vino blanco que, dicen quienes las han probado, están «de rechupete». Y siempre, siempre, recalcan en su entorno, está pendiente de los suyos, tanto en la política como en la vida: «Es muy amiga de sus amigos y siempre exigente, pero tanto como lo es con ella misma».
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