Borrar
«Siempre me sentí una más y ahora me dan ganas de llorar»

«Siempre me sentí una más y ahora me dan ganas de llorar»

«Esto es lo único bueno que ha logrado Puigdemont», coincidían muchos de los manifestantesLa asturiana Esperanza Baisaneque formó parte de la multitud que ayer se echó a la calle en Barcelona

A. COLLADO / V. NÚÑEZ

BARCELONA.

Lunes, 30 de octubre 2017, 07:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

No fue uno, sino muchos y encontrados, los sentimientos que ayer pasearon por las calles de Barcelona los asturianos que participaron en la manifestación. Es el caso de Esperanza Baisaneque (Sama, 1963): aunque solo tenía dos años cuando sus padres partieron de la Cuenca y se siente ciudadana catalana, no permite «a nadie» que le toque la tierrina. Esta funcionaria bilingüe de la Universidad de Barcelona, siempre se sintió en la que es su casa «como una más». Hasta ahora. Estas últimas semanas, reconoce, «he llegado a llorar». Y lo mismo, dice, «le ocurre a algunos de mis amigos, aunque hayan nacido aquí: hemos dejado de sentir esta tierra como nuestra, porque si no eres de pensamiento independentista eres un facha y todo lo peor, te insultan, te atacan en el trabajo...». Da fe de lo que en otras bocas ha sido tachado de exageración: «A mí una amiga me ha bloqueado en whatsapp sin haber cruzado una palabra sobre el tema, solo por saber qué pensaba».

Como otros muchos, se dio cuenta de que «o nos poníamos a luchar o nos iban a dejar sin voz». Por eso, quien más quien menos, ahora se está implicando en política. A ella ese vínculo le llegó superado el medio siglo. «Pero hay mucha gente -matiza- que nunca había ido a una manifestación y ahora ha salido a la calle». Parece que la mayoría quiere dejar de ser silenciosa y no puede evitar que se le ponga «la carne de gallina cuando veo a los asturianos que han venido expresamente a apoyarnos».

Ayer, ese «sentimiento de tristeza infinita» que la acompaña las últimas semanas, dio paso a la esperanza que le da nombre. «Hay días que estoy emocionalmente agotada, te sientes arrinconada», reconoce. Pero no fue uno de esos días. La manifestación, en la que la gente mostró «más ganas aún que el día 8», fue «una pasada. Muy difícil de explicar con palabras». Aunque luego compartiese impresiones con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, a quien se encontró en el McDonald´s de la estación del AVE. «No podemos tirar la toalla ni dejar que nos arrinconen. Tiene que verse que estamos y que vamos a seguir estando», dice emocionada.

«No podemos tirar la toalla ni dejar que nos arrinconen. Tiene que verse que estamos»«La gente ha estado con más ganas que el día 8. Ha sido una pasada, muy difícil de explicar»

Manolo Esobar y Guardia Civil

Una hora antes del inicio de la manifestación por la unidad de España, en el Paseo de Gracia de Barcelona el clamor popular era unánime: «¡Piug-demont-a-pri-sión!». Sonaba de fondo Manolo Escobar ('¡Que viva España!') y el sol furioso parecía disparar los ánimos y los gritos cada vez que un helicóptero de la Guardia Civil sobrevolaba esta calle teñida de rojo y amarillo. Entonces la gente miraba al pájaro mecánico, agitaba sus banderas o levantaba las manos y gritaba: «¡E-sa-es-nues-tra-poli-cía!». Desde el ventanal de la primera planta de la Casa Batlló de Gaudí, varios turistas orientales, con gesto de sorpresa, no paraban de hacer fotos del espectáculo patriótico.

La multitud está formada por hombres y mujeres de toda condición. También edad. Universitarios, abuelos, asalariados, familias al completo, grupo de amigos, y de amigas... En la marcha a favor de la unidad de España «cabemos todos».

Sobre el asfalto, Manuel Martínez, un hombre de origen andaluz de 44 años que vive en la capital catalana desde hace 23, intentaba abrirse paso entre la multitud con una bandera en cada mano, la señera y la constitucional. «Esto es lo único bueno que ha hecho Puigdemont y su gente: motivarnos a salir a la calle sin ningún complejo para gritar que este país es uno e indivisible», dijo antes de unirse al coro: «¡Piug-demont-a-pri-sión!».

Lo que iba a ser una manifestación con punto de partida y llegada, no tardó en convertirse en una concentración. El gentío (más de un millón, dijo la convocante Societat Civil Catalana; 300.000 según la Guardia Urbana) fue tal que, a las doce del mediodía, ya era prácticamente imposible avanzar. «Pues mira: ¡mejor así! Que vean que somos muchos», opinó Maite Incháustegui.

Maite nació hace 52 años en San Sebastián, pero dice que desde que era una niña vive en Hospitalet de Llobregat, un suburbio de Barcelona. No es la primera vez que esta mujer ataviada con una bandera española en la espalda, a manera de capa, y una sombrilla roja y amarilla para protegerse del sol, sale a la calle con la intención de apoyar o echar abajo alguna causa. «Es que yo soy de izquierdas. Lo que no quiere decir que sea una antisistema, ¿eh? Siempre que ha sido necesario participar en alguna movilización ciudadana, me pongo las zapatillas y... ¡a la calle!», especifica.

Hoy Maite dice sentirse indignada. «Resulta que han proclamado una república sin importarles lo que pensemos la mayoría. Es necesario que se sepa: por lo menos el 60% de los catalanes estamos en contra de la independencia. Lo que pasa es que ellos tienen medios para hacer ruido y nosotros no habíamos querido meternos en líos. ¡Pero ya está bien!», concluye mientras coge de la mano a su hija adolescente.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios