Tomás Zorzo guió una meditación en la Fábrica que sirvió para reflexionar sobre la filosofía de Byung-Chul Han. Pablo Nosti
Fábrica de la Vega

Premios Princesa de Asturias: Byung-Chul Han, afabilidad y esperanza

Alberto Ciria, traductor de la obra del filósofo, asegura que la clave de su éxito está en su capacidad para transmitir el espíritu filosófico

M. F. Antuña

Gijón

Domingo, 19 de octubre 2025, 22:39

Byung-Chul Han (Premio Princesa de Comunicación y Humanidades) escribe en alemán. Y sus obras llegan a nosotros en castellano a través del traductor Alberto Ciria. Es él quien define los cómos y los porqués de una obra que le ha convertido en un referente mundial. Él, que sabe que todos los problemas filosóficos muy en el fondo se basan en el dilema entre la identidad y la diferencia, define su aportación al pensamiento de hoy como de la filosofía de la afabilidad. «La afabilidad –igual que la amabilidad, la hospitalidad o el respeto– es la porosidad entre la identidad y la diferencia. Si identidad y diferencia son distintas, ¿cómo son ambas posibles a la vez en el mismo sitio? Porque son permeables. Porque la identidad entra en la diferencia y se empapa de ella sin cancelarla como diferencia y sin perder su identidad, igual que la diferencia entra en la identidad sin perder su carácter de diferente. Ser afable es entrar en la esfera del otro sin anular su alteridad y, al mismo tiempo, invitar al otro a que entre en la esfera propia sin perder la intimidad. Este fue ya el tema de la tesis doctoral de Han», cuenta. Fue su bautismo filosófico y el inicio de todo. 'El corazón de Heidegger' es el título de esa obra.

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El corazón. Esa es la cuestión. Es un elemento clave: «El corazón, en el sentido simbólico que tiene para nosotros, no es tanto el órgano que une a los diferentes, sino que es el órgano que hace que los diferentes se unan entre sí y que mantiene viva esa unión. La virtud del corazón es la cordialidad, que para nosotros es sinónimo de afabilidad», revela Ciria, que retorna así al inicio.

Considera el traductor que la obra de Byung-Chul Han, resumiéndolo de una manera somerísima, abarca tres temas: el mundo humano, lo que viene después del mundo humano y lo que venía antes. Y así desgrana cómo ha mirado su obra en ellos: «Sobre el mundo humano se ocupa la mayoría de los libros de Han, entre ellos también los más célebres y populares, y sobre todo los más icónicos: 'La sociedad del cansancio', 'La sociedad de la transparencia', 'La sociedad paliativa', 'La expulsión de lo distinto', 'La desaparición de los rituales', 'Capitalismo y pulsión de muerte', 'No-cosas', 'Infocracia', 'Hiperculturalidad' y algunos más», revela. Sobre la muerte, que es lo que inexorablemente viene después, Han ha escrito básicamente dos grandes monografías: 'Muerte y alteridad' y 'Caras de la muerte'. Y, sobre lo anterior, ha reflexionado en 'Loa a la tierra'. «Estos tres campos temáticos se perfilan con mucha nitidez desde el punto de vista de la afabilidad como porosidad entre la identidad y la diferencia. Básicamente, la distinción entre el mundo humano y la muerte es la distinción entre identidad y diferencia entendidos como opuestos excluyentes. La diferencia que excluye la identidad es la alteridad, y la identidad que excluye la diferencia es la igualdad. Si la muerte es la alteridad absoluta, el mundo moderno tiende hacia una igualdad absoluta, es decir, hacia una homogeneización y allanamiento totales, cuyos efectos psíquicos son el aburrimiento, el cansancio o el estrés, así como otros fenómenos psicosomáticos, pero con causas sociales, que Han explicó en su célebre ensayo sobre 'La sociedad del cansancio'», concluye Ciria.

Considera el traductor que con 'Loa a la tierra' cerró un primer círculo temático y tras él llegaron otras diversas maneras de adentrarse en otro campo temático ya trazado. «Sin embargo, en su última obra publicada en español, 'El espíritu de la esperanza', Han inaugura una especie de nueva etapa filosófica. En esta obra, Han no abandona la lógica de la afabilidad, que sigue siendo la base de su pensamiento. Pero la eleva a una dimensión temporal. La esperanza es la afabilidad con el futuro. Tener esperanza es entrar en el futuro sin violentar su carácter abierto. Planificar, que es la actitud propia de nuestras sociedades contemporáneas, tanto capitalistas como comunistas, es reducir el futuro a un presente anticipado. Planificar es traer el futuro al presente y convertirlo en posesión. Tener esperanza es, al contrario, abrirse al futuro. Y no sólo abrirse a él, sino entrar en él confiadamente, pero sin anular su alteridad. Tener esperanza es invitar al futuro a que llegue y ser invitados por el futuro a que nosotros vayamos a él».

La mística llegó después, aunque en realidad ya estaba antes, a través de sus obras sobre la ausencia y el espíritu oriental, sobre la vida contemplativa, sobre el espíritu de la esperanza o, incluso, en una de sus primeras obras, la que dedicó al budismo zen.

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Hay además dos plasmaciones sensibles de la afabilidad de las que Han también se ha ocupado, que son el erotismo visual y el aroma olfativo. «La pornografía, incluso en sentido etimológico, es una exhibición en primer plano de la intimidad. En este sentido dice Han que las actuales sociedades occidentales, con toda su pulsión exhibicionista, son pornográficas. A diferencia de la pornografía, que es una exhibición que se nos impone, el erotismo, que deja entrever sin acabar de mostrar, es una sugerencia que nos invita», detalla el traductor. Respecto al aroma, y acudiendo a Hegel, el olfato es para él «el sentido que capta lo diferente dentro de sí sin anularlo en su diferencia, a medio camino entre la vista, que es el sentido que capta lo externo en cuanto que externo, y el tacto, que es el sentido que capta lo externo en cuanto que interno.

Dicho todo lo dicho, conoce Alberto Ciria cuáles son las razones que han llevado al filósofo a convertir sus obras en súper ventas. Y no basta con que se trata de ensayos breves y asequibles que abordan temas actuales. «Yo diría que el verdadero mérito de Han consiste en haber divulgado el espíritu filosófico y en haber sabido educar en la reflexión filosófica a un público muy amplio que, previamente, no tenía una formación estrictamente filosófica».

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Pero no transmiten sus obras contenidos masticados y, como tales, fácilmente asimilables. No son simples. Están muy alejados de la denominada 'filosofía para dummies'. No trivializan. Él más que transmitir conocimientos contagia espíritu filosófico. Y esta es la razón de que así sea: «Su filosofía nace de un espíritu de afabilidad, basada en la invitación, la sugerencia, la hospitalidad, el cuidado y el cultivo, y reacia a los dos opuestos de la invitación, que son, respectivamente, la imposición y el bloqueo. ¿Cómo no va a contagiarse un espíritu filosófico si es esencialmente invitador?», revela Ciria.

Concluye el traductor que si pensamos que afabilidad es identidad y diferencia invitándose mutuamente y dándose entrada una a otra sin anularse, entenderemos que el género artístico en que se plasma el espíritu de la afabilidad es la variación, que es la forma que por naturaleza asume lo que nunca es ni siempre igual a sí mismo ni cada vez distinto. Han cita con frecuencia las 'Variaciones Goldberg' de Bach para explicar que no es verdad que sus libros son todos iguales, sino que son variaciones del mismo tema. El efecto que espontáneamente provocan en el lector unas variaciones nacidas de la afabilidad es la familiaridad. Así se entiende bien que cualquier lector pueda sentirse familiarizado con el pensamiento de Han apenas empieza a leerlo.

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Los participantes en la meditación lo hicieron en diferentes posturas. Pablo Nosti

La obra de Han en una meditación guiada plácida, inspiradora y feliz

Esterillas, cojines, mantitas, incienso... Y silencio. Un silencio sepulcral. En la Fábrica hay un espacio industrial de enormes techos que alberga los jardines dedicados a Byung-Chul Han, el galardonado de Comunicación. Esos jardines que le inspiran, que le hacen encontrarse con la tierra. Alrededor de uno de ellos algo más de medio centenar de personas tomaron acomodo a las diez y media de la mañana de este domingo y, pese a que la profusión tecnológica es motivo de queja por parte del filósofo, se recurrió a ella, los cascos inalámbricos, para acercar a quien guiaba la meditación, Tomás Zorzo, a ese público que en su mayoría tomó asiento en la postura de loto o similar, aunque hubo quien se acomodó en una silla e incluso quien se tumbó. Se alentó así un viaje de unos 50 minutos de duración por la filosofía de Byung-Chul Han y su mirada crítica sobre el hoy estresante y estresado, que no para, que no descansa.

Se trataba precisamente de parar, de asentarse, con una meditación cristiana que sirvió para llevar a la mente más tranquila en ese momento de los presentes su filosofía a través de sus textos inspirados muchos en Simone Weil. Se habló de la atención. Se repitieron mensajes como mantras que venían a contar cómo el pararse a mirar es pura luz. Habló quien guiaba también del contacto con la tierra, de esos jardines que tanto aportan al galardonado, de la tecnología, de la esclavitud neoliberal, de la prisa... Se alentó un camino plácido en el que cierto es se respiraba paz, pero cierto es también que alguno de los presentes sacó el móvil y fotografió el momento en mitad del proceso, contradiciendo a sí lo que clama y proclama Han. Y cuando acabó la cosa, con esa paz en la mente y el cuerpo, también cierto es que muchos fueron los que acudieron en busca de novedades en el móvil ipso facto.

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