Súper Mario
El economista Mario Draghi (Roma, 1947), ha sido distinguido con el prestigioso galardón Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional del año 2025. La distinción no puede ser más justa ya que es el europeo que más ha hecho por la supervivencia del euro, así como por la estabilidad y por el desarrollo económico del viejo continente llamado Europa.
La figura de Draghi, hombre independiente, con gran formación técnica (en unos momentos en los cuales prima la ideología barata y dogmática, sobre lo que ... se llama despectivamente tecnocracia, o sea, conocimientos), es de tal importancia que la concesión del presente galardón no sólo es justa, sino que supone ir un paso por delante de otro que está llamado a recibir en un futuro cercano, que no es otro que el Premio Nobel de Economía.
Mario Draghi, o Súper Mario, como es conocido, es un hombre con brillante formación académica en el mítico MIT norteamericano y desarrolló una destacada trayectoria en el Banco Mundial, en Goldman Sachs y en el Banco de Italia. Pero, en la extensa hoja de ruta de Draghi figura, sobre todo, su paso por el BCE, tomando el relevo de J. C. Trichet, en el periodo 2011-2019, años en los cuales el euro se tambaleaba literalmente y su decidida y acertada gestión mantuvo a la moneda europea y las economías europeas conectadas a la respiración asistida.
La UE y el euro, deben su existencia a dos personas. Por un lado, a su creador intelectual, el canadiense Robert Mundell (1932-2021), padre de la Teoría de las ZMO (Zonas Monetarias Óptimas) y Premio Nobel de Economía del año 1999, y a Mario Draghi, que mantuvo con vida al euro en momentos críticos, cuando la crisis derivada de las hipotecas 'subprime' y el brutal despilfarro de dinero público de muchos países sureños europeos, habían situado a la deuda pública de dichos países con una prima de riesgo respecto al bund alemán, que suponía el pago de una carga financiera inasumible para las finanzas estatales de los mismos. La intervención decidida y firme de Draghi, con su famosa frase «whatever it takes» (lo que sea necesario), dejando claro que no le temblaría el pulso para adoptar cualquier medida que devolviese la confianza a los títulos de deuda pública, tranquilizó a los mercados. Draghi siempre será recordado por aquella frase.
La actuación del economista romano en aquellos momentos, salvó al euro y a la UE, asumiendo de 'facto' el papel de timonel en una UE ausente de líderes, lastrada por una mentalidad pusilánime, débil y timorata. Draghi también aconsejó caminar hacia una deuda pública europea única, pero eso exige una armonización económica y fiscal que los países europeos no tienen ni lo van a tener ante el páramo político-intelectual que asola al viejo continente.
Después de dirigir al BCE, Draghi estuvo en el gobierno italiano, una auténtica patata caliente, ya que es un país muy fragmentado políticamente, pero su gestión, plagada de conocimientos y de sentido común, consiguió algo que parecía imposible como es que el 69% de los italianos aprobasen su gestión.
Incluso, después de abandonar el cargo de máximo dirigente del BCE, siguió dando servicios a la causa europea, elaborando el documento 'The Future of European Competitiveness' (El futuro de la competitividad europea), en el cual advierte que Europa está perdiendo protagonismo industrial y económico en el mundo, que nuestro grado de dependencia es alarmante y que es necesario apostar por la tecnología y por el crecimiento económico. Siento que Draghi predica en el desierto porque Europa se mira al ombligo, se siente culpable hasta de la muerte de Manolete, piensa en repartir más que en generar y se está convirtiendo en un museo arqueológico.
Se ha sustituido productividad y desarrollo económico por políticas wokistas vacías, tipo 'quedabien'. O sea, se apuesta por principios huecos, burocracia inútil que asfixia al ciudadano y supone una altísima carga presupuestaria, mientras asistimos como espectadores a la batalla que se está librando en la cual el mundo se está repartiendo, siendo nosotros una parte del botín. Falta por saber a qué imperio perteneceremos, porque nosotros ya sólo somos una entelequia deficitaria.
La figura enorme de Mario Draghi, Súper Mario, se agranda cada vez más y la concesión del galardón es sumamente merecida. ¡Bravo, Súper Mario!
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