Serena Williams es un ejemplo de vida. Una persona de orígenes humildes, criada en un área modesta de California, que encontró en el deporte ... las herramientas para construir un futuro mejor. La historia de su familia, vinculada a un padre empeñado en enseñar a sus hijas los conceptos básicos del tenis, con la ilusión de convertir a su hija en deportista profesional, nos enseña que ningún sueño es tan imposible como pensamos. El talento es necesario, la suerte juega su papel, sin lugar a dudas, pero el tesón es un aspecto demasiado poderoso en muchos casos.
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Los entornos personales son claves. Su hermana Venus ha sido, probablemente, una de las figuras más vitales para que el tenis femenino sea hoy un ejemplo de igualdad. Siempre comprometida con los derechos de la mujer, e incansable hasta allanar ese terreno. Un espejo en el que mirarse, dentro y fuera de las pistas, que ha completado en Serena un carácter ganador como deportista e íntegro como persona. El valor incalculable de seguir unos pasos, y más pudiendo hacerlo dentro de casa. Su grandeza en lo deportivo es innegable. Las hermanas Williams, especialmente Serena, generaron un cambio físico y de concepto en nuestro deporte.
La manera de entender el tenis, con un mayor predominio a base de movilidad, potencia y poderío físico, no se entiende a día de hoy sin observar sus carreras. Personalmente, creo que son factores que ayudaron a impulsar el tenis femenino, haciéndolo más espectacular de cara al espectador.
Desde mi perspectiva de profesional, su palmarés resulta extraordinario. Es complicado exponer en palabras el esfuerzo necesario para conseguir una carrera de esta dimensión. Con 23 títulos individuales de Grand Slam (otros 16 en modalidades de dobles), 319 semanas como número 1 mundial, cuatro medallas olímpicas de oro, tres de ellas formando pareja con Venus… Quizá los números dejen un sabor frío y aparezcan como una mera acumulación de logros. Pero son el reflejo de una manera de entender la vida: ambición, superación y un permanente espíritu de lucha.
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Cada partido que disputé ante ella fue una oportunidad para valorar mi deporte. Las siete veces que coincidimos en una pista se mostró superior, venciéndome sin excepción una y otra vez. No importó la superficie, la ronda a disputar o el momento de nuestras carreras. Siempre me encontré con una jugadora asombrosamente completa, muy firme desde los psicológico, imponente en lo físico y muy complicada de igualar en lo competitivo, síntoma de un espíritu ganador a la altura de los mejores atletas de nuestra era. Su deportividad, además, siempre estuvo por encima de cualquier otra virtud, y eso es algo que valoramos en el vestuario.
Serena se convirtió en la deportista a quien todas querían emular. Recuerdo a muchísimas niñas pequeñas buscando su autógrafo, algunas palabras en las distancias cortas o una simple mirada en infinidad de torneos alrededor del mundo. Un ejemplo para las próximas generaciones en letras mayúsculas. Su presencia conseguía algo que está a la altura de muy pocas personas: inspirar a aquellos que la rodeaban. Creo que esa es la mayor grandeza a la que alguien puede aspirar, hacer creer a los demás que todo puede ser posible.
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Los valores que ha logrado transmitir junto a su familia tienen un peso incluso superior a su gran colección de récords. Ese no darse nunca por vencida, luchar por su comunidad y ayudar a los más necesitados en nuestra sociedad. Una mujer que comenzó su camino en unas sencillas canchas públicas, exigiéndose cuando nada estaba garantizado, ha logrado generar un impacto global absoluto en nuestro tiempo. Somos privilegiados por haber disfrutado con una historia inspiradora en muchos sentidos.
Este Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2025 recae en unas manos que representan a la perfección el poder transformador que tiene la competición. Su ejemplo ha quedado grabado en el interior de nuestro circuito y la ovación del Teatro Campoamor de Oviedo será un reconocimiento ganado a pulso durante años. Desde aquí, mi más sincera enhorabuena a una de las mayores figuras del deporte moderno. Te lo mereces, Serena.
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