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La pianista Marta Espinós toca el piano instalado en medio de los jardines dedicados a Byung-Chul Han en el concierto 'Música para jardineros. Álex Piña

Jazz y churros para terrícolas y alienígenas en la Fábrica de la Vega

La Fábrica recibió a cientos de visitantes, que participaron en talleres, escribieron anhelos y disfrutaron de la música

M. F. Antuña

Gijón

Sábado, 18 de octubre 2025, 22:06

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Sol, sábado y cultura. Combinación perfecta para terrícolas y alienígenas, para propios y extraños, para niños, mayores, grandes, pequeños y medianos. La Fábrica de la Vega fue juego, música, arte y paz, mucha paz y tranquilidad, esa que se extendió por la nave Almacén de la mano de Verónica Castro, que propició de buena mañana la respiración profunda de los participantes de una actividad que rendía tributo a Byung-Chul Han (Comunicación y Humanidades) y pretendía llamar a la sociedad del descanso, a la conciencia, a la calma. A tomar tierra a los terrícolas.

Poca calma hubo en realidad en el epicentro de los Premios Princesa de Asturias, que se llenó de público para participar en los distintos talleres creativos, con los artistas Pablo de Lillo y Toño Velasco guiando a niños y mayores para dibujar máscaras y también esperanzas en el altar de los anhelos. A la instalación previa creada con anhelos de inmigrantes, se unieron los deseos de los visitantes, que fueron multitud. «La propuesta era mezclar esos anhelos con los de los visitantes», cuenta Toño Velasco, que les invitó a buscar una tablilla, escribir algo y él pintaba sobre ella y la incorporaba al altar. «Hice como cincuenta o sesenta dibujos», cuenta el artista, que resume en paz, amor y salud los deseos generales, pero todos tienen una motivación diferente según de quién vengan. «También hay deseos simpatiquísimos, una chica pidió disfrutar de las pequeñas cosas».

Tiempo hubo hasta para comerse un churro o más bien unos cuantos, aunque solo durante la mañana y además gratis. Esa afición de Gurb por el crujiente y castizo dulce se alía en la Fábrica con la literatura para componer un singular chiringuito exterior que es también librería en el que sentarse a leer, además de los libros no solo de Eduardo Mendoza (Letras), sino también de otros Premios Princesa como Amos Oz o Antonio Muñoz Molina.

Tuvo especial protagonismo la música en la Vega. Y de muy diferentes formas y maneras. Porque la mañana fue propicia para la Música para jardineros, que en la Nave Taller y con las manos virtuosas de Marta Espinós sobre el piano sirvió un repertorio que huele a verde y a flores con la firma de Bach, Boulanger, Tailleferre o Debussy. Llamó a conectar con la tierra a través de las piezas que nos trasladan la pasión de Byung-Chul Han por las plantas. «Sin flores no puedo pensar», ha dejado dicho el pensador nacido en Corea y afincado en Alemania. Entre el público, Christina Rosenvinge, que pone voz a 'Alas para pensar', otro concierto dedicado al filósofo que ayer se reeditó tras el estreno del viernes.

México está muy presente este año en el palmarés de los Premios Princesa. Ahí están Graciela Iturbide (Artes), con su exposición a tope de público en la Nave Cañones, y el Museo Nacional de Antropología de México (Concordia), de modo que era obligado que su tradición musical saliera a escena en una edición doble del concierto Picante pero Sabroso, con Emilio Ribera capitaneando la banda.

Hubo jazz. Pero no cualquiera, sino expresamente hecho y pensado para extraterrestres y en el singular espacio del karaoke dedicado al entrañable Gurb mendociano. Jorge Viejo lideró al saxo tenor un trío que jugó con los efectos de sonido para darle a la música un tono marciano al tiempo que absolutamente emotivo y humano. Un gusto escucharles en ese local mágico de suelo humeante en el que no falta de nada, ni siquiera unas cervecitas. Con la voz distorsionada, fue Viejo presentando el experimento musical y a los suyos, César Latorre, al piano, e Ian Morris, a la batería. Casi al final, en medio de los aplausos, alguien gritó «Qué guapo». Tocaba volver a la Tierra. Tierra asturiana.

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