De la nostalgia serena a la alegría brillante
El Concierto de los Premios Princesa de Asturias constituye la antesala sonora de la ceremonia de la concesión de los Premios. En estos treinta y ... tres años de conciertos hemos asistido a un variado panorama de la música sinfónica coral universal. Si el año pasado fueron los ritmos iberoamericanos con obras de Francisco Mignone y Villalobos, el concierto de ayer estuvo dedicado a la música centroeuropea del XIX a través de Brahms y Dvořák. Oviedo Filarmonía y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias dirigidos por Lucas Macías interpretaron dos obras de cada uno de estos autores: La 'Obertura trágica', Op. 81 y 'La canción del destino', Op. 51, de Brahms, seguidas de la 'Danza eslava' N. 7 de la Op. 46 y el 'Te Deum' Op. 103 de Dvořák con la soprano Juliane Banse y el bajo-barítono Marko Mimica como solistas.
Tras la interpretación del himno nacional comenzó el concierto con la 'Obertura trágica', una obra tumultuosa y apasionada. Macías, que dirigió de memoria todo el concierto, nos ofreció una versión delicada, sin aspavientos, y con una tendencia a ralentizar los tiempos. Tras la tragedia, el destino, indicado al inicio por los golpes reiterados de timbal. Sobre el poema homónimo de Friedrich Hölderlin, Brahms compuso 'La canción del destino', uno de sus lieder orquestales más emotivos. El poema contrapone la felicidad de los dioses al destino de la humanidad, pero Brahms redondea el drama con un mensaje de esperanza y consolación. La versión de Macías, a veces algo lenta, fue cantada por el Coro de la Fundación con buen empaste y afinación. Con un poco más de brillo en las sopranos, la interpretación hubiese ganado en relieve.
La 'Danza Eslava' N. 7 de Dvořák fue uno de los momentos más aplaudidos del concierto. Riqueza de color, fluidez del tiempo y claridad rítmica constituyeron el preludio perfecto para la siguiente obra coral: el 'Te Deum'. Compuesto en 1892 para conmemorar en Nueva York el Descubrimiento de América, el 'Te Deum' es una obra de una escritura vocal difícil, sobre todo para las voces solistas. El barítono Marko Mimica –la pasada primavera protagonizó una gala lírica en el Auditorio– cantó con rotundidad y fuerza de emisión una partitura difícil por la exigencia de una tesitura demasiado amplia. La soprano Juliane Banse estuvo siempre correcta, pero algo ácida en el timbre. El coro, muy dúctil y afinado, fue el protagonista absoluto de este alegre himno de alabanza. Con el 'Asturias patria querida', exultante en los metales, finalizó ayer un aplaudido concierto.
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