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El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. /Bob Strong (Reuters)
OTAN: se prohíbe «morir de éxito»
análisis

OTAN: se prohíbe «morir de éxito»

Tres características la hacen singular: se celebra en Chicago, debe certificar el fin de la guerra en Afganistán, y uno de sus pilares, Francia, acaba de cambiar de gobierno

ENRIQUE VÁZQUEZ

Sábado, 19 de mayo 2012, 23:24

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La reunión de la Alianza Atlántica es una cumbre más, sobre el papel y, pese a que no hay un calendario preciso al respecto, recoge la tradición de que, en el peor de los casos, tenga lugar cada dos años. Pero tiene tres características que la hacen singular: se celebra en Chicago, debe, si vale decirlo así, firmar el certificado de fin de la guerra en Afganistán, y uno de sus pilares, Francia, acaba de cambiar de gobierno.

Lo de Chicago tiene bastante de especulativo y se sustenta únicamente en comentarios interesados propios, además, del periodo pre-electoral que domina el debate político en los Estados Unidos: es el escenario en el que emergió un tal Barack Obama entró en política, se fogueó, obtuvo sus primeros éxitos electorales, fue elegido finalmente senador y donde su cuartel general le llevaría a la presidencia.

Que hay un cierto tirón pro-Obama en la ciudad, capital del estado de Illinois, y una especie de obligación de retribución por el interesado es un hecho. Tanto que su equipo de campaña, con los pesos pesados del mismo, David Axelrod en cabeza, se ha instalado allí hace muchos meses para repetir el milagro de 2007. La seguridad no permitirá un baño de multitudes, pero la ciudad se siente distinguida por la elección.

Qué hacer ahora

La crisis económica azota a los 28 países de la organización y en todos cae el gasto en defensa, empezando por los Estados Unidos, empeñados en un programa de ahorro decenal sin precedentes que se desea apoyado por los dos partidos. Por eso, el mensaje oficial será el de compatibilizar las economías exigidas por la opinión con la necesaria disponibilidad técnica de la alianza.

La prevista salida de Afganistán ayudará bastante a ahorrar, sobre todo en el caso norteamericano dos tercios del total de soldados y tres cuartos del esfuerzo presupuestario pero tampoco decisivamente porque Washington está pidiendo a sus socios que financien el gran programa decenal de asistencia al gobierno Karzai, o su sucesor, principalmente el plan de entrenamiento intensivo de las fuerzas armadas y policiales, ya muy avanzado y en el que están puestas todas las esperanzas.

De hecho, se trata de garantizar hasta donde sea posible que el gobierno residual sin presencia extranjera no se hunda en seguida bajo la presión de la insurgencia talibán. Si tal cosa ocurre y el mollah Omar, ahora exiliado (con toda probabilidad en Pakistán) vuelve tranquilamente a Kabul, será imposible creer que catorce años de guerra han servido para algo decisivo.

El escenario en su conjunto

En la OTAN están cansados -y a su secretario general, el danés Anders Fogh Rasmussen se le nota a veces- de que se la vea solo en el retablo afgano. Es el escenario internacional como un todo ni siquiera es posible ya limitarse al fundacional límite del Atlántico Norte donde la Alianza desea verse, lejos del largo esfuerzo que terminó con la victoria contra el comunismo tras la guerra fría. Lo de Afganistán ha estropeado el diseño y complicado las cosas hasta impedirle morir de éxito.

Sus estatutos permiten a cualquier democracia europea estable ingresar en la organización (los dos últimos países, Croacia y Albania, hace solo cuatro años), pero no hay candidatos a la vista. Esto se compensa con una unidad interna recuperada del todo desde el acuerdo sobre los nuevos desafíos descritos en la cumbre de Praga en 2002, que diseñó la llamada nueva OTAN y con el fin de toda reticencia francesa con la llegada de Sarkozy al poder en 2007.

Con Hollande, atlantista oficial, Obama puede estar tranquilo: el gobierno socialista de François Hollande ha dejado claro que no habrá cambios y desmentido así especulaciones sobre ciertas aspiraciones al autonomismo estratégico que se atribuyen siempre a la llamada corriente gaullo-mittterrandista, es decir, nacionalista. El hombre a quien Hollande nombró hace unos días ministro de Defensa, Jean Yves Le Drian, ya había estado en Washington ¡en marzo! para dar las seguridades oportunas, sobre todo que la decisión de Sarkozy de volver al mando unificado en el Cuartel General se mantendrá.

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