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Un oviedismo que heredan y defienden los más pequeños

Una peña familiar. De generación en generación y con una pasión que cada año despierta más ilusión: así se extiende el oviedismo en la Peña Iris

Viernes, 13 de mayo 2022, 02:57

Canta Melendi en el himno eventual del Oviedo que un pequeño corte basta para saber que la sangre de uno es azul. Un raspón en la rodilla jugando al fútbol en el parque, y ¡voilá!, ya sabes que aunque veas rojo, el sentimiento es azul. Además, hay quienes tienen la suerte de que, como al propio Melendi, sean sus familiares más directos los que les brinden desde niños la posibilidad de vivir esa pasión en primera persona. En Posada de Llanera hay una gran familia azul que, a su vez, está conformada por un montón de pequeños nucleos familiares que mantienen esa herencia más viva que nunca: la Peña Azul Iris.

Es el caso de Mateo y Hugo Menéndez, de 9 y 11 añitos. Ambos heredaron esa sangre azul de su abuelo y, a su corta edad, saborean pequeños triunfos mientras sueñan con uno mayor: ver al Oviedo el Primera. «Nuestros momentos más felices hasta ahora son la victoria ante el Almería y, cómo no, los derbis. Pero si ascendemos, la celebración sí que sería intensa», aventuran estos hermanos, enamorados Bastón y Viti.

A pesar de que los resultados parecen lo primero, si ellos tienen que quedarse con algo de ir al Tartiere eso es «compartirlo con nuestro abuelo». Sin embargo, el amor por los colores no les hace menos exigentes. «Antes del ascenso, hay que salir a por todos los demás, y no se admite una derrota, que esta vez podemos», aseveran con determinación.

Ese guante lo recoge también Diego Bernabeu, que recuerda a la plantilla que no, que no hay tregua llegados a este punto. Junto a él están en la peña su hermano, su hija Carla y su sobrino, y es a estos dos últimos a los que inculca a diario un oviedismo que se remonta a la década de los 80. «De aquella estábamos en Segunda División y era mi tío quien me llevaba al Tartiere. Le tengo muy presente porque él me lo inculcó», recuerda el llanerense, especialmente enganchado al recuerdo del Oviedo que jugó la UEFA y al ascenso a Primera sellado en Mallorca. «Siento que puede ser el año, aunque creo que será más factible cuando acabemos primeros o segundos. Lo increíble es que nos haya costado tanto llegar hasta aquí», reflexiona al tiempo que valora el trabajo de Rubén Reyes y «la responsabilidad» con la que Ziganda ha gestionado la plantilla, también dando minutos a los de casa. «Contó con ellos, y los puso», dice, convencido de que la clave ha sido la columna vertebral formada por Femenías, Costas, Calvo, Brugman y Bastón.

Lo que vertebra la peña es la familia de Lucía Llana: esta oviedista de 16 años está en ella con tíos, padrino, primos, abuelo, padre y hermano. Casi nada. «Es una sensación muy bonita compartirlo», reconoce la joven, que ve al equipo capaz «si seguimos peleando igual» y se imagina celebrándolo ya en el Telegato, la sede de la peña. «Deben jugar como saben, tranquilos», afirma esta seguidora del 'todocampismo' de Javi Mier. Otro de los Llana, Ricardo, insiste en no pensar mucho en ello. «A partir de ahora se pone todo muy difícil: queda mucho por andar», advierte tras haber heredado el sentimiento de su abuelo hace casi medio siglo. Defensor de la cantera, se formó en El Requexón y sabe que, con el tiempo, todo llega. «Deben ir paso a paso», instruye, concienciado. Pelayo García le prometió a su hijo que se bañarían juntos en la Plaza América para celebrar, y quiere cumplir. «Los jóvenes están con mucha ilusión y pasión, se vive con intensidad y los jugadores deben saberlo: el oviedismo está con ganas de ascenso, han de disfrutarlo ellos también», explica.

Álvaro y Lucía García, de 10 y 7 añitos, siguen el camino marcado por su padre y ellos también visualizan acabar el año en esa misma fuente. «Me gusta Ziganda, aunque a veces me da un infarto con sus cambios. Bastón sí que es un crack», reconoce Álvaro, que tilda de «gran familia» al grupo de peñistas con el que viajó a Santo Domingo. «Ojalá sea este el año», desea en voz alta, dando rienda suelta a la ilusión que se necesita para que se haga realidad.

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