En el Oviedo todos son de Isabel
Tiene genio y defiende a los suyos en Gijón, en los campos de Tercera y también en el Tartiere. Esta semana ella ha sido la estrella en El Requexón
Isabel Campo (Turón) tiene 74 años, vive en Gijón y lleva al Real Oviedo, literalmente, en la piel. Ese compromiso, que surgió de la promesa de volver en 2015 y le hizo su propio hijo Emi en forma de tatuaje, es solo la parte que se ve de un sentimiento que lleva toda la vida practicando, cuidando y compartiendo. El que le genera su equipo, juegue quien juegue, esté en la categoría que esté y le dé las alegrías que merece o no. Ella es así de inmensa, y todo su cariño -igual de grande- lo ha llevado a El Requexón esta semana en forma de sonrisas, gestos y palabras bonitas hacia sus jugadores, hacia «el mí Rubén» -como lo llama Isabel- y hacia Ziganda, al que le ha cogido un cariño inmenso en estas tres temporadas.
«Su pasión ahora mismo es Borja Sánchez, reconoce a los jugadores por dorsales y siempre pregunta si juega el '10'», cuenta su hijo. Fue con el canterano con uno de los que más se volcó Isabel. Le dio dos besos y estuvo muy pendiente de él, que ensayó pegado a la banda donde arengaba la oviedista. Pero no solo a él. También siente cierta predilección por un Femenías al que animó cariñosamente, casi como a un nieto. Charló con Ziganda y departió con Reyes, al que aplaudió mucho cuando era jugador azul. Pero si algo hizo Isabel fue llenar de magia las instalaciones azules. ¿Para qué estudiar la historia de un club, si te la pueden hacer sentir?
Isabel empezó a ir al Tartiere con solo 5 o 6 años, en tren y de la mano de su padre. En coche solo cuando se juntaban varios amigos. Bancaba a Sánchez Lage, a Carrete y a Marigil, pero su jugador favorito era Toni Cuervo. «Siempre nos contaba cómo subía la banda», cuenta Emi. Su sentimiento fue cada año a más, pero durante un tiempo sus responsabilidades en casa le impidieron ir al Tartiere. No así compartirlo y es por eso que Emi iba con ella y con su abuelo cada vez que tenía ocasión, ya en la década de los 90.
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En la 1998-99 se hicieron socios, peregrinando en autobús desde Gijón primero y con las Líneas Azules después, para acabar yendo ahora con la Peña Azul Gijón, que sigue acompañando a Isabel en un camino que se intensificó en Tercera. «Viajó a todos los campos esa temporada, y estuvo en el ascenso de Ávila, y en Arteixo, y en Coruxo, y en Amurrio... Solo la salud le impidió estar en los más largos», recuerda su hijo. «Tiene días de dolor, pero el fútbol y su Oviedo le calma todo. Ha estado en todas manifestaciones y, aunque estaba malita, no se perdió a su Cervero en el balcón del Ayuntamiento», explica sobre su madre, que padece dolores de espalda y párkinson.
Socia de honor de la peña Fañagüetu, no se pierde un partido desde el 98 y en Tercera fue de las primeras en sellar su abono. «Arrasamos en los mercadillos, y ella siempre dice que hubiese comprado hasta un pelo de un jugador con tal de salvar al club», bromea Emi.
Fiel al Fondo Norte, solo la silla de ruedas le ha obligado a cambiar su sitio por la Tribuna Lángara. «Aquí la gente no anima igual, hijo», lamenta desde entonces. Ella es la primera defensora del escudo, y no lleva que nadie se meta con su Oviedo. «¡Imagina ver los partidos en Gijón! En el Tartiere canta, aplaude y no para quieta, pero si algo no lleva es que silben a los jugadores: dice que eso no se hace, que con los nuestros a muerte», presume Emi.