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Vicente Gotor Santamaría y Vicente Gotor Fernández, esta semana, en el Laboratorio de Biorgánica de la Universidad de Oviedo. ÁLEX PIÑA
«Ahora discutimos mucho más que antes»
Como dos gotas de agua: Vicente Gotor Santamaría y Vicente Gotor Fernández

«Ahora discutimos mucho más que antes»

Al exrector y su hijo les duran los enfados lo mismo que un partido de su querido Barça. Su principal desvelo es su compañera y madre

AZAHARA VILLACORTA

Domingo, 16 de febrero 2020, 04:20

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Vicente Miguel Gotor Santamaría (Calatayud, 72 años), químico y exrector de la Universidad de Oviedo, tiene dos hijos y ni él ni su mujer, Rosa Fernández -profesora jubilada del departamento de Biología Molecular- se complicaron al ponerles nombre: el primogénito se llamó Vicente (45) y al segundo lo bautizaron Miguel (35).

Una familia en la que nadie ha escapado al influjo que ejerce la ciencia que estudia la composición y las propiedades de la materia, porque el mayor es profesor titular en la Facultad de Química de la institución académica y el pequeño, ingeniero químico, trabaja como jefe de planta en una empresa de biomasa en Mérida mientras sueña con regresar a Asturias. Leyendas urbanas, ya saben.

Así que con quien más tiempo ha pasado Vicente Gotor Santamaría en el plano laboral es con Vicente Gotor Fernández. Y es que, hasta no hace mucho, ambos compartían desvelos en el departamento de Bioquímica y Biología Molecular sito en El Cristo, donde tienen sendos despachos puerta con puerta.

Eran los tiempos en los que el padre ejercía también de jefe «que lo quería todo para ya» y donde Vicente y Vicente se llamaban por el nombre de pila. Nada de «hijo» y «papá». Algo que siguen manteniendo entre los muros de la institución.

Pero, ahora, el antiguo rector, convertido en emérito honorífico, está en plena mudanza para poner rumbo a casa y abandonar para siempre una Facultad en la que ha echado horas como si no hubiese un mañana. «Hay que irse a tiempo», sostiene entre probetas, tubos, fluidos que borbotean y cajas en las que ha acumulando cosas «sin saber ni cómo».

Así lo recuerda Vicente junior, que «nunca quiso ir de hijo de», que se ganó a pulso sus becas y que se marchó a Edimburgo a hacer el post-doc. «De pequeño, muchos fines de semana, iba a la Facultad de Ciencias y me pasaba el tiempo dibujando en una pizarra mientras él investigaba o preparaba clases». Aunque admite que Gotor senior también fue un padre presente: «Mi hermano y yo jugábamos al fútbol y una de sus mayores aficiones era seguirnos de campo en campo».

Pero ahora, con un grupo que vuela solo, un legado científico de primer orden y los sobresaltos del Rectorado ya olvidados, es el momento de colgar la bata y dedicarse a sus dos nietos, Sara y Luis, que, como no podía ser de otra manera, «también juegan con el Quimicefa».

Un paso atrás que nadie dijo que fuese fácil: «Quizá por eso ahora discutimos mucho más que antes». Por eso y por la inquietud de que la madre y compañera, Rosa Fernández, «una mujer absolutamente volcada en la familia y que siempre te dice lo que piensa», que dejó su trabajo como profesora de instituto en Zaragoza para irse a Alemania con un crío pequeño y luego hacer la tesis y hacerse con la plaza, tenga que sacar ahora el carácter contra un cáncer. Y eso, para Vicente y Vicen, es casi la única razón.

Así que el enfado les dura lo que dura un partido de su querido Barça. «Ahora Vicente cocina para toda la familia los sábados y, entre semana, hace un bizcocho que a su nieta le encanta». «Pongo unas patatas a la riojana riquísimas». Ustedes dirán si eso no es alquimia.

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