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Amelia Tiganus, activista de Feminicidio.net y Comadre de Oro 2019, durante un momento de la entrevista. Carolina Santos
Amelia Tiganus, activista de Feminicido.net: «A veces veo a los puteros que me usaron, pero ahora son ellos los que agachan la cabeza»

Amelia Tiganus, activista de Feminicido.net: «A veces veo a los puteros que me usaron, pero ahora son ellos los que agachan la cabeza»

La Comadre de Oro 2019, víctima de una violación múltiple a los 13 años y vendida a un proxeneta a los 17, urge la abolición de la prostitución

Chelo Tuya

Gijón

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Sábado, 1 de junio 2019, 00:54

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Es asidua de Asturias. En lo que va de año, ha venido tres veces: a recibir la Comadre de Oro de la Tertulia Feminista Les Comadres; a presentar el vídeo abolicionista de la prostitución 'Ella' y, ayer, a dar una charla en la Escuela de Comercio de Gijón sobre por qué y cómo debe abolirse esta industria que ella califica de explotación sexual de las mujeres. No obstante, Amelia Tiganus (Galati, 1984), ya conocía Asturias. El proxeneta que la compró por 300 euros cuando tenía 17 años la llevó por 40 prostíbulos de todo el país. Uno de ellos, asturiano. Doce años después, la joven rumana, que fue víctima de una violación múltiple a los 13 años, es activista de Feminicidio.net, prepara el acceso a la Universidad para licenciarse en Psicología y Criminología y reclama la abolición de la prostitución.

–Tres veces en Gijón en menos de tres meses. Está como en casa

–(Risas) Sí. La primera vez vine a recoger la Comadre de Oro. El 3 de mayo vine a presentar el vídeo 'Ella', de Fuera de Control, para la abolición de la prostitución y ahora a esta charla organizada por la Tertulia Ferminista Les Comadres que modera la Comadre de Oro especial Pilar Sánchez Vicente.

–Habló sobre 'La prostitución, por qué y cómo abolirla'. Por partes, ¿por qué abolirla?

–Hay que abolirla para conseguir ese mundo que deseamos más justo y más igualitario. Deseamos vivir en un mundo donde las mujeres y las niñas tengamos paz. Esa paz no la vamos a conseguir mientras exista esta industria de la explotación sexual que incluye, también, la pornografía. Muchas veces no hablamos del daño que está haciendo a la sociedad, sobre todo a las generaciones más jóvenes. A los adolescentes que, lo primero que hacen, es instruirse en el sexo a través de la pornografía. La violencia sexual que aprenden con ella la ponen en práctica con la prostitución, utilizando a mujeres en situación muy vulnerable, pero luego lo trasladan a su vida. Son nuestras hijas, nuestras amigas, nuestras hermanas las que van a sufrir esas consecuencias.

–Permítame hacer de abogada del diablo. Hay asociaciones que reivindican el derecho de las mujeres a decidir si quieren ser o no prostitutas. ¿Lo dicen desde la coacción?

–Las asociaciones que trabajan directamente con mujeres en situación de prostitución y no se declaran abolicionistas ni reivindican cambiar esta situación no hacen más que formar parte de este sistema prostitucional que se reproduce una y otra vez. Estas asociaciones tienen que reivindicar un mundo más justo, reciben dinero público y tienen que implicarse. No vale oír, ver y callar. Tienen que apostar para que estas mujeres tengan alternativas reales, no para que paguen impuestos por ser penetradas por boca, vagina y ano por desconocidos a los que no desean ni soportar ni sufrir sus manoseos, su babeo y toda su violencia sexual. No entra en la cabeza de nadie que esta vulneración de derechos humanos sistemática se convierta en un trabajo. Si dejamos que eso ocurra, será un trabajo para nuestras hijas. ¿Qué mundo queremos dejarles en herencia a las mujeres que vendrán? ¿Un mundo donde ser abusada por cualquiera al que le sobre un billete sea su trabajo? Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer.

«A veces veo a los puteros que me usaron. Ahora son ellos los que agachan la cabeza»

–Hay otras preguntas, también. Los países nórdicos han creado la figura de terapeuta sexual, para personas con discapacidad. ¿Se equivocan?

–Esa es la puerta de entrada por la que el lobby proxeneta intenta hacernos ver que el sexo es un derecho. En un país como España, donde las personas con diversidad funcional no tienen cubiertos sus derechos básicos y sus cuidadoras, en su mayoría sus madres, hermanas o hijas, no reciben la garantía económica mínima, en este país, digo, ¿Nos estamos preguntando por el derecho al sexo? Un derecho que no existe. La mercantilización de la sexualidad es la deshumanización. Esto no es un debate moral, es un debate político.

–Imaginemos que llega la abolición. Ese día, ¿qué pasa con todas las mujeres que están hoy donde estaba usted hace doce años?

–Es una lucha a largo plazo. Hay que ir construyendo, fomentando políticas públicas de ayudas económicas, formación, terapia, acceso a la vivienda, asesoramiento jurídico y por supuesto, perseguir todas las formas de proxenetismo. Y hacer campañas en contra del consumo de prostitución. Que los jóvenes entiendan que aumentan la trata. No hay tantas mujeres que lo hagan libremente. Hay que formar a jueces, a policías y a periodistas. Es muy importante informar desde una perspectiva de derechos humanos.

–El PSOE se ha declarado abolicionista. Ahora ha ganado las elecciones, ¿confía en que se lleven a cabo esas políticas?

–Yo no confío en los partidos como tal, confío en la sociedad. Necesitamos una sociedad civil fuerte y organizada que sepa lo que quiere. Los políticos y las políticas harán lo que el pueblo pida, lo que les dé votos o se los quite. Esto es una lucha común, global, no tiene que ver solo con España. Tenemos que empezar a preocuparnos por la existencia de esta injusticia tan tremenda. Una que estamos permitiendo, ya que preferimos mirar hacia otro lado y dormir con la conciencia tranquila repitiendo lo que nos dice el lobby proxeneta: ellas lo eligen, ellas ganan mucho dinero. Eso es mentira. Es mentira que las putas ganen mucho dinero o que quieran serlo. Es un mantra para tranquilizar conciencias, pero que nos convierte en cómplices.

«No se puede creer que esta violación de los derechos humanos sea una trabajo»

–Usted ha sido prostituida. Y ha debatido con prostitutas que no opinan como usted.

–Sí, he estado en debates... El análisis que hacen es de un punto de vista individual, de 'yo así me gano el pan'. Yo no estoy luchando por ganarme el pan, sino porque se garanticen los derechos humanos. No se trata de lo que me viene bien a mí, sino a las mujeres y a la sociedad.

–Cuenta usted que su proxeneta, que la compró por 300 euros, la llevó por 40 clubes de alterne de toda España. ¿También en Asturias?

–Sí, también estuve en Asturias. No voy a dar nombres.

–¿Se ha encontrado con alguno de esos hombres que pagaron por estar con usted?

–Sí, me he encontrado con esos puteros. Lo hacía antes de ser activista, cuando yo no había comprendido el significado político de mi existencia y, cuando les veía, sentía miedo y culpa. A partir de dar la cara, de convertirme en activista, son ellos los que bajan la mirada, ya no se atreven a mirarme a la cara. Son unos cobardes.

–Fue uno de esos clientes quien le ayudó, si se puede llamar ayudar a pedirle sexo a cambio. Antes de él, ¿ninguno le preguntó si estaba siendo obligada?

–Sí, al principio. Cuando me preguntaban, yo les contaba la verdad, pero veía en que me dejaban y se iban con otra. Aprendí muy rápido que lo que tenía que contarles era lo que querían escuchar. Lo preguntaban solo para tranquilizar su conciencia, pero la realidad no les importaba.

–Violada por cinco chicos a los 13 años. Prostituida desde los 17 ¿De dónde saca la fuerza para dar ahora charlas y conferencias?

–Del amor por la vida. Realmente lo que no han conseguido quitarme la ilusión por vivir. Como canta Mercedes Sosa, no es lo mismo vivir que honrar la vida. Es lo que he decidido. Me veo en la obligación moral de actuar. No puedo saber todo lo que sé y no ponerme manos a la obra para que deje de existir esta injusticia. Para que las niñas en países del sur dejen de ser violadas, quebrantadas, deshumanizadas para convertirse en materia prima de la mal llamada industria del sexo, porque es una industria de la explotación sexual. Que se conviertan en diversión para nuestros hombres.

–Personas con menos problemas se hunden. Usted, no.

–A mí me salvó haber descubierto el feminismo. Saber que no estaba sola. Que mi historia no solo es mía, sino que forma parte de un gran entramado que arroja a la prostitución a millones de mujeres y niñas todos los años en todo el mundo. He contado, también, con un entorno que ha sabido respetar mis tiempos, mi proceso, ofrecerme el lugar que merezco, que merecemos. También tiene que ver con la forma de actuar ante el trauma. Hay tres maneras

–¿Cuáles?

–Lo explican muy bien las psicólogas: o no aguantar y suicidarse para acabar con el dolor; o no hablar de ello nunca más, para ser libres y, finalmente, tener que gritarlo a los cuatro vientos, reivindicarlo y lugar para seguir en paz y poder ser libre. Es lo que hago yo ahora. No es fácil ser libre. Hay que aprender a serlo. La sociedad tiene la obligación moral y ética de abrazar con los brazos abiertos a las supervivientes de este sistema criminal que no solo destruye la vida de las mujeres que están en prostitución y las de su familia, sino la posibilidad de lograr la igualdad real entre hombres y mujeres.

–Quería ser profesora o médica ¿Se lo plantea a los 35 años?

–Sí, me estoy sacando el acceso a la Universidad porque quiero estudiar Psicología y hacer algún master en Criminología. El sentido de mi vida es luchar contra las injusticias y quiero tener todas las herramientas posibles para lograrlo.

–Verónica es una mujer que se ha suicidado tras la difusión de un vídeo sexual suyo. Pese al impacto de su muerte, es el vídeo más buscado en internet. ¿Tenemos solución como sociedad?

–Quiero creer que sí y por eso estoy haciendo todo eso. Porque tengo esperanza. Pero es verdad que, a veces, se me cae el alma a los pies y pienso 'esto es irremediable'. Sin embargo, creo que, además de concienciar y educar, tenemos que limitar el acceso a la pornografía. Estamos construyendo a auténticos monstruos que disfrutan con la vejación a la mujer, con esa misoginia perversa, con la violencia... En una espiral en la que buscan cada vez más violencia para lograr su satisfacción. Estamos creando verdaderos criminales sexuales y no nos estamos dando cuenta.

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