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Pilar Sánchez Vicente, en el bar El Trisquel de Gijón. CAROLINA SANTOS
«Los bares son un magma de escenas»
Los bares de mi vida

«Los bares son un magma de escenas»

Pilar Sánchez Vicente se suma a la iniciativa para respaldar a la hostelería asturiana ·

La narradora gijonesa muestra su apoyo a la hostelería reviviendo los locales que marcaron su vida y en los que nacen muchos de sus relatos

PABLO A. MARÍN ESTRADA

gijón.

Sábado, 4 de julio 2020, 02:42

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La escritora Pilar Sánchez Vicente se apunta sin dudarlo a «echar un gabitu» a la hostelería de Asturias en un momento que necesita más que nunca el apoyo de todos. Al calor de un bar, de muchos, reconoce haber pasado una porción importante de su vida: «como todos los asturianos que somos grandes bebedores -y comedores- sociales». Para ella han sido y son, además de «una segunda casa» en la que compartir su ocio, un lugar de trabajo en el que tomar apuntes para historias que narrar sobre el papel. «Los chigres son un magma de personajes, escenas, costumbres y anécdotas de la vida cotidiana. Es toda una enciclopedia de la vida, de la A a la Z, solo hay que saber mirar y escuchar. Y llevar la libretina. Si cada persona ye un mundo, un bar ye el Universo», afirma con rotundidad.

La autora de 'Mujeres errantes' sostiene que en tierra asturiana «eso de 'nos vemos en los bares' es algo más que una frase. Aquí se queda para comer, cenar, tomar unos culinos, unes copes ¡incluso un café! Y durante el confinamiento trasladamos a casa las rutinas del chigre, bebiendo más de lo que solemos, pero faltaba esa componenda de calor humano que ahora volvemos a recuperar, aunque la nueva normalidad es fría y protocolaria», apunta. En todo caso, considera que «en Asturias estamos siendo bastante formales y ahí están los resultados que lo demuestran. Las terrazas ayudan. Hace años no había una mesa en la calle y ahora no hay calle sin mesas, así que hay que aprovechar, sin miedo, para disfrutarlas».

Una prueba de la importancia que han tenido los locales de ocio en la vida de la escritora gijonesa es la lista innumerable que va citando y en la que la memoria trae nombres míticos como El Nalón o Casa Matías de su ciudad natal o La Perla de Oviedo: «Carteles de toros polvorientos nes paredes, suelos de cementu, barres de madera, vinos peleones, sidra de varios palos...», o ejemplos del ya extinto «chigreru playu faltosu» como el viejo Chabolu o Herminio, «que te trataben a la baqueta, ¡pero taben siempre llenos!». Ahí están también las noches fatigadas en la juventud por la Cimavilla de los 80 y 90: «El Furacu, que limpiaba pa sacar perres, El Cóndor, La Cirigüeña o la Gigia de Oscarín», enumera.

Admite que «nunca fui discotequera y siempre me prestó más echar rollos y rises, muches, rises acodada nuna barra». A la del Café Trisquel lleva siéndole fiel desde el antiguo local de Pedro Duro: «Son casi cuarenta años d'afinidaes. Aquí grabé programas de televisión, canté, bailé, trasnoché. Pa mí ye más qu'un puntu d'encuentru, como era también el Ca Beleño en Uviéu, más que una casa», confiesa.

Su nueva novela -saldrá este mismo otoño- algo les debe: «los protagonistas se reúnen los viernes en un bar a tomar una pinta de Guinness, cerveza negra, novela negra, guiño-guiño. No digo más».

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