Un conductor de EMTUSA protegido por la distancia de seguridad.Arriba, un policía sube al bus durante un retén de seguridad. C. SANTOS/ A. GARCÍA

Buses vacíos y con vigilancia policial

Las líneas de EMTUSA han reducido drásticamente su servicio por el estado de alarma, las frecuencias se han adaptado a la caída de la demanda

MARÍA CIDÓN KIERNAN

GIJÓN.

Miércoles, 1 de abril 2020, 00:29

Lleva 38 años trabajando en EMTUSA y conoce muy bien las rutinas de los pasajeros de la Línea 1 que a diario recorre las calles de Gijón desde El Cerillero hasta el Hospital de Cabueñes. «De 800 personas que suelen usar cada día esta línea, ahora solo llevamos a 100, a veces, incluso menos», dice José, conductor de autobús que solo se quiere identificar por su nombre.

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La cantidad de usuarios del transporte urbano se ha reducido drásticamente desde el pasado 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma por el COVID-19, pero desde esta semana la afluencia aún ha bajado más, debido a las nuevas medidas gubernamentales que han obligado al parón productivo de todos los sectores que no se consideran esenciales. Por este motivo, EMTUSA ha reducido el servicio de las líneas que todavía siguen trabajando y ha adaptado la frecuencia para que haya más circulación a primeras horas de la mañana y en las zonas de mayor necesidad para los trabajadores que siguen saliendo a la calle, principalmente, donde hay residencias de mayores y hospitales.

Las medidas para prevenir la trasmisión del virus en los autobuses se mantienen: los pasajeros suben por las puertas traseras, el servicio es gratuito para evitar el contacto con los conductores, el bus se detiene en todas las paradas y abre las puertas para facilitar que el aire circule dentro de la unidad y el aforo está limitado a una tercera parte de su capacidad. Así, en los buses articulados, con capacidad para 90 personas, ahora solo pueden viajar un máximo de 30.

En todos los vehículos de EMTUSA, los conductores están separados de los usuarios por más de metro y medio, unas cintas plásticas impiden acercarse a ellos. Tienen guantes y mascarilla si desean usarlos y un bote grande de desinfectante. «Trabajar así es más tranquilo, no hay tráfico, la gente se porta bien, se suben pocos y eso da seguridad», dice José, quien también agradece el poder seguir trabajando porque dan un servicio «esencial».

La mayoría de personas que usan esta línea trabajan en comercios del centro y vienen desde La Calzada, también los sanitarios, los pacientes y quienes hacen visitas a personas ingresadas en el Hospital de Cabueñes, «pero todo eso ha cambiado», dice José, mientras hace su parada reglamentaria junto a la marquesina del hospital.

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En la nueva rutina de los conductores también hay retenes policiales que detienen a todos los vehículos y se suben a los buses para preguntar a los pasajeros hacia dónde se dirigen y comprobar si su salida está justificada. «Está bien que lo hagan, si no tienes que salir a trabajar o a hacer algo importante, ¿por qué vas a estar afuera de tu casa?», dice Ricardo, conductor de la Línea 10 con 33 años de servicio. En el bus que conducía ayer al mediodía este veterano del transporte público, desde la Acerona hasta el Hospital de Cabueñes, solo llegaron a viajar al mismo tiempo un máximo de seis personas.

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