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Luis Trapiello, en una casa de Mieres en la que vivió varios años y en la que fue muy feliz. J. M. PARDO
«La cámara te otorga superpoderes»
Su lugar en el mundo: Luis Trapiello

«La cámara te otorga superpoderes»

La fila 11 del cine Capitol marcó la vida de quien asegura que «el único lugar en el mundo es el aquí y ahora» | El director mierense trabaja tras 'Enterrados' en el guion de 'Hojas de hierba'

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Domingo, 29 de septiembre 2019, 03:07

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Puede que tenga algo que ver haber sobrevivido a un rayo que le entró por la planta del pie y le salió por la espalda hace algo más de un año en Llanes, pero el caso que es que Luis Trapiello (Mieres, 1974), escritor, director y guionista, a la pregunta de su lugar en el mundo responde apelando al presente sin contemplaciones: «El único lugar en el mundo es el aquí y ahora». Pero, si hay que viajar a esos sitios que marcan la existencia, Mieres es el primero en la lista. Hasta hace doce años vivió allí, allí creció jugando en la calle, subiéndose a los árboles y compitiendo con las canicas y allí descubrió el cine en la fila 11 del Capitol, en aquellas sesiones infantiles que comenzaban a las tres de la tarde. Seguramente en ese lugar hoy desaparecido comenzó todo.

La pasión por ver historias se transformó en gusto por contarlas y el aquí y ahora nos sitúa en 'Enterrados', la película que el pasado año ganó el premio del FICX a la mejor cinta asturiana, todavía por ahí coleando y buscando espectadores en festivales (en octubre estará en Madrid), y con un nuevo proyecto en ciernes empezando a gestarse, 'Hojas de hierba', con un personaje real como protagonista y la vida en la montaña como argumento. Pero el aquí o allá antes del ahora también conduce a Oviedo, a los años de estudiante, de «pasearme» por la Facultad de Historia, de comenzar a pintar, de enrolarse en el mundo del diseño gráfico, pero Trapiello siempre regresa a Mieres, a esa casa (la de la foto, diez metros por encima de todos los tejados) en la que vivió tres años y fue feliz, también a Quintueles, donde reside ahora, a la olla de San Vicente en el río Dobra, donde iba cuando aún no era una romería con amigos, y también a Guinea Ecuatorial, a un viaje que hizo con veinte años que le marcó absolutamente.

Le gusta viajar, pero no volar. «Si me dan un martillazo y me ponen en el sitio, yo encantado, pero no me gusta el tránsito, si hubiera diligencias estaría feliz». Habría que ponerle flotadores a los caballos para viajar hacia Latinoamérica, para tomar rumbo a Oriente, algunos de esos destinos postergados y pendientes. Pero también con el cine y la literatura es posible conocer otros mundos. «Siempre me han gustado las películas que me hacen viajar, y siempre fui de clásicos, de Orson Welles, de Kubrick, recuerdo haber visto '2001, una odisea en el espacio' cuando tenía ocho o nueve años en el Teatro Campoamor, no me enteré de nada pero salí fascinado», recuerda ahora. Y como para hacer cine hay que ver mucho cine, y leer muchas historias, su periplo vital tiene alimentos repletos de letras. «De vez en cuando me gusta volver a la poesía de Borges, vuelvo a Juan Rulfo, cada septiembre u octubre suelo ir a Caballero Bonald».

El folio en blanco, o más bien la pantalla vacía del ordenador, es ese otro territorio del cine en el que disfruta. «En cada secuencia empieza el mundo», dice, quien también disfruta de la experiencia en equipo, colectiva y colaborativa que es el set de rodaje. «Recuerdo el primero mío, en León, en los campos de Castilla, rodando 'La mujer del hatillo gris', era la primera vez que me ponía detrás de una cámara, con actores increíbles y con una historia de Manuel Vicent, y sí, el mundo se ve distinto, la cámara te otorga superpoderes».

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