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La galerista Bea Villamarín, sentada en el comedor de su piso, desde el que se divisa la zona este de Gijón.

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La galerista Bea Villamarín, sentada en el comedor de su piso, desde el que se divisa la zona este de Gijón. FOTOS: CAROLINA SANTOS

En casa de Bea Villamarín

En el parque. La decoración de la vivienda de esta galerista gijonesa es fiel reflejo de un estilo de vida discreto y ordenado que persigue crear un hogar cómodo y sostenible

CARMEN DEL SOTO

Domingo, 4 de abril 2021, 02:06

Un libro de la asignatura de arte, que cayó en sus manos cuando ya se había decantado por las ciencias puras, fue el origen de un cambio radical en la orientación universitaria de la gijonesa Bea Villamarín. Por su cabeza había pasado estudiar Económicas, pero aquellas páginas que mostraban la pintura, la escultura y la arquitectura a lo largo de los siglos la llevaron directamente del Instituto del Piles a la Universidad de Oviedo para licenciarse precisamente en eso: Historia del Arte.

Un año de Erasmus en Pisa (Italia) acabaría de completar sus conocimientos sobre el arte clásico y la pintura del siglo XIX, además de servirle para aprender el idioma italiano y realizar numerosos viajes culturales. Aunque serían los seis años y medio de trabajo en la sala Van Dyck los definitivos para tomar la decisión de abrir su propia galería.

Los comienzos fueron tímidos, con obras de tres artistas -Rubén Martín de Lucas, Ismael Lagares y Fernando Palacios- puestas a la venta desde un piso. Para, poco después, y contando con el apoyo de Daniel García, quien fuera compañero de Facultad, inaugurar la que hoy en día es la exitosa galería que lleva su nombre, en la zona conocida como el 'Soho' gijonés. Según explica, como escaparate donde tengan cabida las obras de artistas vivos dedicados a la pintura, la escultura y la fotografía.

A su colección privada ya pertenecen las que cuelgan en su domicilio. De David Morago, Charles Villeneuve, Daniel Sueiras y Carlos Villoslada, entre otros. Lo comparte con su marido, Manuel Caramés, y abre sus ventanales al parque de Isabel la Católica. Un mirador en altura desde el que se disfrutan las vistas del este de la ciudad y que aporta claridad a raudales.

El matrimonio es abanderado de la vida sana y el deporte, y la sostenibilidad del medio ambiente ha sido su referente al elegir el mobiliario. De Tikamoon son los aparadores del salón, fabricados en madera de forma artesanal, siendo compartido como mesa de comedor y de trabajo un gran tablero al que se han sumado unas sillas tapizadas con tachuelas. Como complementos, una bola-asiento de Vluv, que permite mantener la espalda recta, y una marina doble (real y digital) de Xavi González que preside el conjunto.

Algodón y lana predominan en los tapizados y textiles en general: sofás, cojines, colchas, alfombras... En colores neutros que van del blanco-crema a los grises también escogidos para el cabecero en capitoné del dormitorio y las paredes. Las plantas añaden el verde y las obras de arte suman otros colores. Por ejemplo, el azul, que destaca en las de Javier Barco e Irma Álvarez-Laviada ('Embalajes'). Hasta los que aporta la colección de bolsos Reliquiae que ocupa lugar destacado en su vestidor.

Aficionada a elaborar pan de masa madre y a la cocina en general, en su biblioteca no faltan libros especializados en la materia. Junto a una primera edición en castellano del 'Diario de Ana Frank', que conserva con cariño.

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