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CARMEN DEL SOTO
Domingo, 17 de enero 2021, 02:16
Lo llevaba en los genes y así, desde temprana edad, ya quedó de manifiesto su habilidad con los pinceles. Cecilia Romero Díaz es ovetense de nacimiento y en la capital de Asturias pasó toda su juventud rodeada de artistas plásticos que con el tiempo alcanzarían gran reconocimiento. Entre ellos, su propio padre, Santiago Romero; sus tías Chelo y Covadonga Romero, y el marido de esta última, Ruperto Caravia.
Toda una familia dedicada al arte y que residía en un inmueble histórico como es la Casa del Deán Payarinos, en la Corrada del Obispo, construida en 1901 y donde, hoy en día, y tras haber sido sometida a una importante rehabilitación, se ubica el Conservatorio Superior de Música.
A esa predisposición innata por la pintura vinieron a sumarse los conocimientos técnicos adquiridos al cursar estudios de Bellas Artes, también en Oviedo, donde comenzó a interesarse por el paisaje asturiano, su luz, su mar y sus montañas. Aunque en su haber hay que anotar, asimismo, el retrato y el arte abstracto como inspiración de muchas de sus obras. De hecho, la princesa Leonor fue plasmada en un lienzo que hizo llegar a la reina doña Letizia y por el que recibió un agradecimiento de la Casa Real.
De todos esos estilos queda testimonio en la colección de cuadros que conserva en su domicilio familiar. Situado en la gijonesa parroquia de Somió, donde se instaló en 1982 con su marido, el ingeniero de minas Pedro Mortera, tras regresar de Bilbao, su lugar de residencia en los primeros años de matrimonio.
Aquí crecieron sus dos hijas. Bea, tristemente fallecida hace dos años; y Patricia, que ha sumado dos nietos a la familia. Pachi, como es coloquialmente conocida, es además de capitana del equipo de tenis de veteranas del Club de Tenis Gijón, presidenta del Club de Golf de Villaviciosa, deporte que también practicó con excelentes resultados y que planea retomar en breve.
Aunque la vivienda unifamiliar fue concebida arquitectonicamente según los cánones de la época, su interiorismo refleja un gusto por lo clásico como resultado de la integración de muebles y enseres rescatados de aquella casona señorial en la que vivió.
A modo de ejemplo, basta reseñar la colorida vidriera que deja pasar la luz a la escalera; las puertas de caoba que dan acceso al salón, con dos lamas de cristal y metal labrado; una lámpara de capilla; varias esculturas en piedra; y la columnata, también, en caoba, que cumple la función de marcar los límites entre la zona de comedor y la de descanso alrededor de la chimenea.
Mención aparte merecen la celosía de hierro, en filigrana calada, a través de la cual se tiene una perspectiva de todo el conjunto, y una fuente, igualmente de hierro, que luce entre las palmeras del jardín. Como antigüedad, un pergamino donde consta uno de los testamentos de la reina Juana 'La Loca'.
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Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
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