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Patricia Pardo, tras el mostrador de su bar-tienda en Santa Eulalia de Cabranes. E. C.
«Sin chigre ye una pena, pero el negocio sigue»

«Sin chigre ye una pena, pero el negocio sigue»

Comercio local. Al frente su bar-tienda en Cabranes, su dueña da en él salida a productos artesanales de la zona

P. A. MARÍN ESTRADA

cabranes.

Viernes, 1 de mayo 2020, 02:59

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Patricia Pardo Suárez contesta amable al otro lado del teléfono y pide «un minutín» para atender a un cliente que acaba de entrar en su bar-tienda de Santa Eulalia de Cabranes. Ambas actividades ocupan el mismo espacio, hay una única puerta y un solo mostrador, pero las circunstancias excepcionales decretadas bajo el estado de alarma mantienen el chigre cerrado. Con el Ayuntamiento y el centro periférico de salud sin servicio, Casa Suárez y la competencia -otro establecimiento de idénticas características que está justo al lado- son allí los únicos locales públicos en los que la vida sigue entrando y saliendo, aunque sea de uno en uno. «Lo llevamos bien viendo lo que hay, porque al menos el negocio sigue abierto. Como la gente no se desplaza y los supermercados pueden ser foco de contagio, la mayoría viene aquí. La pena ye el chigre, porque en los pueblos ye el sitiu de relación social, donde los vecinos se encuentran para hablar un poco de todo. Ahora ye entrar a comprar y punto».

La otra pata del negocio familiar es el taxi de su marido, Fernando, el único del concejo y también con la faena reducida a «cero, alguien que tien que ir a Nava y poco más». Desde que comenzó el confinamiento presta un servicio esencial y desinteresado a los clientes mayores o que no pueden acudir a la tienda, acercándoles en su vehículo alimentos o medicinas. Casa Suárez se ha convertido además en el único mostrador donde pueden vender sus productos las pequeñas empresas artesanales instaladas en Cabranes que lo hacían en los mercados de cercanía o en el quincenanal de El Tenderete en Santa Eulalia. «Un mercadín que daba mucha vida, como la dieron a todo el concejo toda esa gente joven y con críos que vinieron en los últimos años y que lo están pasando bastante regular», lamenta Patricia. Aquí siguen su crema de cacao con avellanas, sus setas sitake, embutidos caseros, arroz con leche, miel, mermelada, huevos, yogures y quesos ecológicos, compitiendo con «los productos estrella de la temporada, que fueron, como en todos los sitios, la lejía, el papel higiénico, la harina y la levadura», apunta la tendera.

Confía en poder abrir la terraza del chigre a medida que avance el proceso de desescalada y la salida de los niños por las calles de Santa Eulalia -entre ellos, su hija de once años- ha dado un soplo de alegría a los vecinos: «Aunque no puedan jugar entre ellos, por lo menos paseen». Son uno de los tesoros de este concejo rural, que en el próximo curso abrirá dos unidades de 0 a 3 años. La pandemia se ha mantenido alejada de él, con un solo caso de contagio, «algo que da un poco de tranquilidad. La salud ye lo primordial. Aquí lo difícil pasó. Ahora lo complicado va a ser recuperar la economía».

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