San Valentín se muda a la Plaza de San Miguel de Gijón

Si es el amor el que permite respirar en un mundo asfixiante, son los árboles los que proveen del oxígeno necesario para hacerlo. Quizá por eso, desde primera hora de la mañana de este 14 de febrero, de los árboles de la Plaza de San Miguel cuelgan corazones y mensajes románticos en la que es toda una declaración de amor que pasa del rojo al verde para reinvindicar la protección de la naturaleza, en general, y de los ejemplares de esta zona, en particular.

Vuelve a tener un papel protagonista el tocón de castaño de indias que el pasado mes de septiembre estuvo durante varios días adornado de forma anónima con flores y esquelas que denunciaban su «asesinato». A sus restos talados se enrolla esta vez una bufanda, que lo abriga en esta fría jornada y sirve para sostener dos corazones que rezan: «Gracias por todo» y «Amor por los árboles». Poco más que añadir a tan claras intenciones.

En el resto de ejemplares, más corazones, más mensajes del tipo «In love con el arbolado urbano» y más muestras de cariño con brazos recreados con mangas y guantes que se abrazan a los troncos con el deseo y la urgencia de los enamorados.

Queda claro, también, que siguen quienes idean estas iniciativas ciudadanas en desacuerdo con el Ayuntamiento. Para unos son talas sin justificación lo que para otros es la forma más eficaz de proteger al viandante, después de que algunos ejemplares y ramas de gran tamaño claudicasen a los temporales de los últimos meses con el consiguiente peligro. Y para unos es 'renaturalización' lo que para otros es una medida que trata de paliar de la peor de las formas la falta acumulada de mantenimiento de la zona.

Sea como sea, a quien hoy se pase por la Plazuela le saltará, primero, una sonrisa a los labios. Después, un pellizco de amor culpable directo al corazón. Y esto no se arregla con unos bombones.

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