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La bandera de Gijón, ondeando en la plaza de toros de El Bibio. CITOULA
¿En qué mano debe llevar la cruz Pelayo?

¿En qué mano debe llevar la cruz Pelayo?

El Ayuntamiento tuvo que renovar los sellos municipales en 1949 y se creó el nuevo blasón de la ciudad tras una reñida votación | Un Pleno de hace 70 años debatió arduamente sobre la imagen del escudo de Gijón

MARCO MENÉNDEZ

GIJÓN.

Martes, 10 de diciembre 2019, 02:16

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Por todos es sabido que el escudo de Gijón tiene al Rey Pelayo como protagonista, pero se acaban de cumplir 70 años de una tensa discusión en el Ayuntamiento en la que se decidió que el escudo sea como es y no de otra manera. Y lo curioso es que la decisión contó con el voto en contra de los integrantes de la Comisión de Cultura. Así lo asegura la crónica de EL COMERCIO que, el 3 de diciembre de 1949, relataba cómo en la sesión plenaria del día anterior el entonces alcalde, José García Bernardo, «coloca sobre el estrado presidencial lo que parecen ser unos bocetos pictóricos». Se trataban de los primeros dibujos de lo que a partir de entonces sería el escudo de Gijón.

Todo comenzó por la necesidad de renovar los sellos del Consistorio «y proceder a la ornamentación de ciertas construcciones municipales», señalaba el cronista. Se decidió hacer un estudio «detenido y a fondo del viejo problema del escudo local, que se hallaba un poco sin fundamento, desconociéndose hasta qué punto pudiera ser Pelayo el caballero que en él aparece».

Para cerciorarse de ello, fueron consultadas varias entidades, «se desempolvaron legajos antiguos y se pidieron informes a personas versadas». Pero fue la casualidad la que aclaró el asunto. Se encontró un acuerdo municipal del 12 de agosto de 1646 en el que se aseguraba que «es el vencedor de Covadonga el guerrero que preside nuestro timbre local». El escribano Jon Toribio Morán de Lavandera escribió a mediados del siglo XVII que el propio Cabildo de Covadonga recogió en viejos timbres igual ropaje que el caballero medieval que hasta entonces jalonaba el escudo de Gijón. Eso sí, crónicas de Tirso de Avilés y Hevia habían indicado en 1580 que la villa «no pinta ningunas armas».

Así, se presentaron al Pleno unos bocetos realizados por el artista local Iván Fernández Candanosa, que se inspiró en un cuadro obra de Federico Madrazo. Pero la elección final del escudo fue reñida. La crónica de la época explica que «no fue tan sencilla porque no parecían los aludidos (concejales) ponerse muy de acuerdo en si la cruz debía ser enarbolada con la mano diestra o la siniestra; la espada como consecuencia envainada o en agresiva actitud, y por último sostenida aquella en un báculo».

La crónica de EL COMERCIO relata el diálogo. Señor Pidal: «La espada debe ir desenvainada y la cruz con báculo. La razón es que la Cruz de la Victoria no puede por su tamaño ser mantenida en una mano». Le respondía el señor Bonet: «Sin báculo resulta más airosa. Aparte de que hay solo que valorarla como símbolo al margen de cualquier consideración de índole material. Todo es ineludiblemente cuestión de estética».

Por mayoría

El alcalde sometió el asunto a votación y se aprobó por mayoría que Pelayo llevara en el escudo de la ciudad la espada desenvainada en la mano derecha y la cruz enarbolada en la izquierda, con báculo. Eso sí, la Comisión de Cultura estuvo en total desacuerdo con esta decisión.

Pero entre la versión del Rey Pelayo de 1649 y la aprobada tres siglos después hubo una tercera que data de 1873, en la que aparece con la vestimenta típica del siglo VII.

Quedaba, por tanto, establecido que el escudo gijonés presentase sobre campo de plata la figura de Don Pelayo sobre una pequeña meseta rocosa, portando en la mano izquierda la Cruz de la Victoria a modo de báculo y en la diestra, paralela al cuerpo y dirigida hacia el suelo, la espada desenvainada. Don Pelayo lleva manto real y casco de cuero, propio de los godos. La parte superior del escudo está rematada por la Corona Real.

En 1992, se encargó una imagen más moderna del escudo, si bien la intervención fue la mínima necesaria para facilitar su reproducción, es decir, se eliminó el rayado superfluo y se delineó de forma precisa el conjunto para acentuar el equilibrio geométrico.

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