Odisea en blanco y negro en el Urriellu
Un despliegue sin precedentes y de final agridulce conseguía rescatar hace medio siglo a Lastra y Arrabal
g. pomarada / l. ramos
Viernes, 21 de febrero 2020, 02:47
Fueron «doce días y otras tantas noches de zozobra e incertidumbre» –recogía la prensa de la época– que acabaron con una historia de final agridulce grabada para siempre en la memoria del montañismo español. La que iba a ser la primera escalada invernal por la cara oeste del Picu Urriellu terminó convirtiéndose en una pesadilla para Gervasio Lastra, geólogo de 27 años, y José Luis Arrabal, pintor de 21. Tal día como hoy de hace medio siglo eran rescatados en mitad de una operación sin precedentes, «el mayor despliegue de medios y equipos de socorro jamás conocido en España», tal y como explicaba EL COMERCIO. Lastra consiguió sobrevivir, pero Arrabal fallecía una semana después en el Hospital General.
Hasta llegar a ese trágico desenlace, los dos jóvenes, ambos expertos montañeros, vivieron una auténtica odisea. La expedición partía el 8 de febrero de 1970 con la intención de coronar el Urriellu, pero una combinación de infortunio y condiciones meteorológicas adversas se cruzaron en su camino. Para la cordada de ataque que integraban Lastra y Arrabal los problemas comenzaron a acumularse hasta el punto de que se vieron obligados a detener su ascenso a metros de la cumbre. En una repisa de un metro cuadrado, según explicaron entonces, permanecieron durante días a la espera de ser localizados, en medio de vientos huracanados de hasta 150 kilómetros, temperaturas de 20 grados bajo cero, descargas de nieve y rayos. Terminaron agotando las provisiones y, cuando por fin fueron rescatados, sumaban seis días sin comer.
Arrabal, incapaz de moverse, era quien peor pronóstico presentaba. Fue el primero en ser elevado por el equipo de rescate, integrado por una quincena de montañeros. Lastra, por su parte, pudo colaborar para ser evacuado. Una vez a salvo, gracias a una «labor de equipo extraordinaria», Arrabal fue trasladado en un helicóptero del Ejército del Aire al Hospital General, en Oviedo, donde fallecía el 28 de febrero a causa de una «neumonía bilateral masiva».
Aquel episodio negro del Urriellu no solo marcó un hito por el complejo rescate, al que también contribuyeron los cabraliegos, sino por el seguimiento de miles de españoles que sufrieron como propia su desventura.
Tal fue la magnitud del suceso que hasta Cabrales se desplazaron «infinidad de personas para vivir de cerca jornadas de auténtica emoción», narraba allá por 1970 este periódico. A los pies del Urriellu pudieron comprobar su caprichosa ley, que a unos otorga la gloria y a otros entrega a la muerte.