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Juan Martínez, esta semana, en Oviedo. Pablo Lorenzana

«Los huesitos de Pachu me dan igual»

Qué es de... ·

«He dejado casi todos los vicios. Tampoco nos vamos a hacer monjes o Ursulinas a estas alturas»

Domingo, 2 de septiembre 2018, 01:05

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Odia los grupos tributo, y los programas como 'La Voz', el queso y todo lo 'light'. Los productos 0,0. Ama a su novia, a su perro Roko y la música sobre todas las cosas. Juan Martínez (nacido en Avilés en 1962, criado en Gijón y residente en Oviedo) fue tan precoz que empezó a fumar con nueve años y compró su primera guitarra eléctrica al salir un día del colegio. Componente de Madson en la mitad de los 70, de donde surgieron Ilegales (con su hermano Jorge al frente, cuando «los conciertos eran como los partidos de fútbol en Argentina y nunca sabías si volverías a casa vivo»), ahora anda volcado en montones de trabajos en su estudio de grabación:Magoo Studio. Pero, por el medio, como compositor, cantante y bajista de Los Ruidos, logró catar las mieles del éxito con canciones como «Si te gustan los toros, mata a los toreros». Y, en el trayecto, todavía tuvo tiempo para currar como técnico de sonido de grandes como Extremoduro, Lola Flores o Camarón, del que cuenta que «tenía un carisma y un chorro de voz impresionantes aunque ya estaba jodido».

–¿Quién es usted?

–Un alienígena, una pieza defectuosa que no encaja en un mundo que está podrido.

–¿Y cómo se vive con ese defecto?

–Bien. Lo único malo es que tienes que aguantar la hipocresía del resto de los humanoides, pero vivo tranquilo. Trabajando lo justo, para que no me dé un infarto, como le ha pasado a algunos amigos desgraciadamente. Nací cigarra, no para trabajar por un sueldo de mierda y bailar a las ordenes del capullo de turno.

–¿Lo de sexo, drogas y rock and roll ya es historia?

–Eso ya pasó hace tiempo. Lo vivimos muy intensamente en los ochenta y parte de los noventa y, por suerte, estamos vivos. En aquellos años, desconocíamos hasta la existencia del Sida. Íbamos sin escafandra y a lo loco.

–¿Abandonó todos los vicios?

–Casi todos. Tampoco nos vamos a hacer monjes ni Ursulinas a estas alturas.

–El pequeño de cuatro hermanos...

–Sí. Tengo dos hermanas que son casi tan cañeras como nosotros. Pero hay gente que piensa que soy el mayor porque viví muy deprisa de joven y me arrugué antes de tiempo. Soy del 62, dicen que la mejor cosecha de vino del siglo XX. La edad se lleva en el cerebro.

–¿Y, con cuatro descendientes tan 'destroyers', sus padres qué tal?

–La verdad es que provenimos de una familia un poco atípica. Por parte materna, mi abuelo era capitán de la marina mercante y, por parte paterna, venimos de la nobleza arruinada. Siempre veraneamos en una casa-palacio del siglo XVI en la que aún hay varios espíritus.

–¿Se encontró con alguno?

–No se encuentan, se escuchan, se siente su presencia. Alguna vez, estando allí solo, los oí desde la cama. Al principio, sentí miedo, me tapé hasta arriba con las mantas y luego pensé: «Tranquilo, Juanito, son de tu familia y te conocen desde pequeño, no te van a hacer nada».

–El espíritu de Franco sobrevuela de nuevo España...

–A mí, que saquen los huesitos de Pachu o no me da igual. Prefiero que saquen unas tapas con unos jalapeños y unas cervezas (Risas).

–Ahora que está volcado en el trabajo de grabación para otros grupos en Magoo Studio, ¿cómo recuerda los tiempos de escenario y los bolos por todo el mundo?

–Fue una etapa de mi vida muy interesante en la que trabajamos mucho, viajamos sin parar y lo pasamos de puta madre. A Los Ruidos nos fue muy bien con «Si te gustan los toros, mata a los toreros», pero sufrimos una censura encubierta. Dejaron de ponernos en la radio. Si hoy en día todavía hay movida entre taurinos y antitaurinos, imagínate cómo estaba España en el 92. Te apartaban y punto.

–¿Algún concierto especialmente crudo?

–Vivimos uno muy duro en Punta Umbría (Huelva), cuando iba de técnico con Ilegales. La gente, borracha como piojos, empezó a tirar cajas de bebida vacías y botellas al escenario sin motivo cuando estábamos desmontando. Así que decidimos coger las barras de micro e ir a por ellos. Rompieron el cristal del camión, pero les dimos su merecido. Hubo varios heridos. Eran conciertos muy bestias. Ahora la gente es muy 'light'. Se ponen cuatro tatuajes y ya se creen la hostia. No me quedo con aquello. Pero, si tengo que elegir, por supuesto con lo de ahora mucho menos.

–¿Y trabajar como técnico oficial de Extremoduro?

– Fue en la época inicial del grupo, en la que se metían mucha caña. Bajaba en mi coche por la Ruta de la Plata hasta Plasencia, a casa de Robe. Ellos entraban en una habitación a sus cosas y yo me echaba en otra e intentaba dormir. Siempre me llevé muy bien con él. Es un tipo inteligente, que sabe escribir.

–Y de los extremeños a Lola de España.

–Eso fue un bolo en San Mateo. Era un concierto de Lola, Lolita y Carmen Flores. Yo había probado sonido con los músicos por la mañana y, al mediodía, apareció una señora vestida de rojo con unas gafas muy 'punkies', haciendo aspavientos y dando voces. Era Lola Flores, que se puso a darle patadas a los atriles y a las barras de micro mientras decía que no le habían dejado espacio para cantar ni taconear. Le tuve que decir: «Ya, señora, pero yo estoy a cargo del equipo. Por favor, no golpeé las barras ni los micros». Luego ya hubo muy buen rollo. La tía tenía mucho arte. Imponía, aunque a mí no me impone ni Dios.

–Hablando de San Mateo, ¿qué le parece el cartel musical de este año?

–Muy bonito. Esta ciudad, por lo visto, no tiene solución. Da igual que gobierne la derecha o la izquierda. Eso sí: a la derecha, por lo menos, se la ve venir de frente. Pero que la izquierda haga esto me parece ridículo. No se puede contratar a Camela, a Café Quijano y a los Celtas Cortos porque nos van a salir sarpullidos a todos.

–También le provoca sudores fríos 'Operación Triunfo'.

–España tiene un grave problema cultural. Las generaciones nacidas a partir del 75 son cada vez más tontas. Y no lo digo yo solo:lo corroboran varios estudios científicos. Y esto sucede, entre otros factores, porque la gente estúpida, la que tiene menor cociente intelectual, es la que más procrea. Es increíble que ahora los futbolistas marquen tendencia, cuando la mayoría no sabe ni hablar. Eso siempre lo habían hecho los artistas.

–¿Usted nunca sufrió la tentación de tener descendencia?

–Tuve alguna leve tentación, pero al final ganó la cordura.

–¿Qué tal le trató el amor?

–Me trató bien y también fatal. Tuve doce o trece novias oficiales. O sea, que me podía haber casado doce o trece veces (Risas).

–¿Y?

–¿Para qué me voy a casar, si no creo en nada?, ¿para hacer una fiesta? Yo ya hago fiesta todos los días.

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