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La visita al Palacio de Liria es un recorrido por seis siglos de historia. Solo se pueden recorrer 14 salas de un edificio que ocupa 3.500 metros cuadrados. Óscar Chamorro

Así es por dentro el Palacio de Liria

Desde este jueves, los turistas pueden visitar a diario el edificio donde vive el duque de Alba. Con la medida se trata de obtener liquidez para su mantenimiento

antonio paniagua

Martes, 17 de septiembre 2019, 01:52

El césped del jardín del Palacio de Liria parece cortado brizna a brizna con una navaja de afeitar. Así se las gasta la Casa de Alba, propietaria del histórico inmueble. Todo en el edificio dieciochesco, diseñado por los arquitectos Louis Guilbert y Ventura Rodríguez, desprende un aire majestuoso. Hasta Pepe, un perro salchicha que corretea por la hierba, se mueve con distinción, pese a que es algo cojitranco.

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Vivir en palacio sale caro. Lo sabe bien el jefe de la Casa de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, inquilino del palacio, de 3.500 metros cuadrados y 200 habitaciones. La conservación y mantenimiento de esta propiedad, plagada de obras de arte, obligan a los Alba a pagar una cincuentena de nóminas, un mal negocio para la mal avenida familia. Hasta ahora la construcción solo estaba abierta al público los viernes, algo anómalo, pues visitar esta muestra de arquitectura neoclásica del XVIII es una de las grandes aspiraciones de cualquier turista. Como la Casa de Alba saca poco dividendos a su abultado patrimonio, a partir de este jueves será posible curiosear por sus estancias cualquier día de la semana, previo pago de 14 euros.

Sabido es que el linaje no anda sobrado de liquidez. Pese a que la revista 'Forbes' calcula que los descendientes de Cayetana atesoran un patrimonio valorado 3.000 millones de euros, lo cierto es que las deudas se acumulan y que la gestión de la duquesa fue un tanto «laxa», como ha reconocido Jacobo Siruela, uno de sus hijos.

Urgía sacar provecho de una de las más espléndidas residencias privadas españolas, ubicada en la céntrica calle Princesa de Madrid, a tiro de piedra de la Gran Vía. Después de abrir las puertas del Palacio de Monterrey, en Salamanca, y el de las Dueñas, en Sevilla, faltaba hacer lo mismo en Liria. El hijo mayor de la duquesa, que se aloja en la tercera planta, ha tomado la decisión de enseñarlo todos los días de la semana, menos los lunes por la tarde. Se liquidará así la lista de espera de más de dos años que existía para visitar el edificio.

Lo de abrir a la plebe los aposentos de una casa de tan rancia ascendencia ha levantado ampollas en la familia. Cayetano Martínez de Irujo, hermano menor del duque, cree que la iniciativa del primogénito hará que su madre se remueva en la tumba. El aludido no se arredra y alega que su gestión ha aliviado las tensiones que acechan al patrimonio de los Alba.

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Ciertamente, criarse en una casa cuya decoración compite con los grandes museos imprime carácter. No todos los Alba ven con buenos ojos lo que consideran una exhibición impúdica. Pero Liria, más que una casa, es una espléndida pinacoteca. De las paredes de la ampulosa vivienda cuelgan lienzos de Goya, Velázquez, Murillo, Zurbarán, El Greco, Rubens, Tiziano, Palma el Viejo.

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