«Soy libre de decir lo que me dé la gana»
El artista asturiano Stickerman expone en Casa Lúpulo más de ochenta diseños de pegatinas con humor y reivindicaciones
Todo el mundo lee los mensajes que están escritos en las puertas de los baños. Es imposible no pararse a mirar las firmas, las declaraciones ... de amor y las pegatinas que conquistan la madera y la vuelven más romántica, menos vulgar. El creador asturiano Stickerman es uno de los encargados de conseguir que los rincones anodinos tengan algo más de gracia y de reflexión, gracias al 'sticker art'. Esta disciplina consiste «en utilizar como plataforma un papel adhesivo para mandar mensajes artísticos», explica.
Se trata de una manera de hacer poco conocida, pero que es igual que «pintar un cuadro», ejemplifica. «Esta técnica permite que los diseños se extiendan mucho más rápido por todo el mundo, ya que se pueden enviar por correo».
Él empezó a ponerla en práctica en el año 2019 y ya tiene más de ochenta diseños a sus espaldas. Hasta finales de marzo los expone en la cervecería gijonesa Casa Lúpulo, con el objetivo de «dar a conocer el 'sticker art'», una disciplina que él descubrió «de casualidad», según confiesa. «Me gusta mucho porque es un tipo de expresión que no es nada invasiva. No es como hacer grafitis ilegales, que sí que generan un daño, sino que esto es más inocuo. De hecho, si alguien se siente ofendido o quiere eliminarlo, los puede quitar».
«El 'sticker art' es como pintar un cuadro, pero sobre papel adhesivo, lo que permite que se extienda más rápido»
Basta con despegar una pegatina para borrar su arte del mapa, pero no le importa a Stickerman porque él tiene muy asumido que lo suyo es «meramente efímero», aunque sea muy valioso. «Sirve para enviar un mensaje de manera anónima y que le llegue a la gente de forma diferente».
Eso sí: este asturiano se niega a revelar su identidad. «Mantengo el anonimato porque es un tipo de arte que bordea la ilegalidad al intervenir señales de tráfico y algún tipo de mobiliario urbano», indica. Además, a él le parece que es «muy interesante tener un heterónimo que esté libre de ego», apunta. «Profesionalmente, no me quiero encorsetar y, personalmente, no quiero definirme. Ser anónimo me sirve para mantener mi arte lejos de mi yo laboral y para ser absolutamente libre», asegura e insiste: «Soy libre de decir lo que me dé la gana».
No todo el mundo tiene esa suerte y, por eso, se atreve con temas de lo más variados. «Mi lienzo en blanco es pensar en el mensaje que me gustaría enviar y hacerlo solo con un imagen. Lo que quiero es que sea un mensaje que valga para algo».
A veces, Stickerman está «decepcionado con el sistema» y otras veces, sin embargo, el amor lo empuja a hacer «una trilogía con distintos besos icónicos». Todo sea con tal de «aprovechar esos dos minutos de atención que tienes cuando alguien descubre uno de los 'stickers'». Hoy en día, es un éxito que te presten 120 segundos de atención y, ya si son más, el éxito es inabarcable. Para intentar conseguirlo, este asturiano vende un pack con sus más de ochenta pegatinas, por veinte euros, que lo impulsan a seguir haciendo arte efímero.
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