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Graciela Conde acaricia a su abuela, Elena Fernández, durante su visita al Hospital Begoña. PALOMA UCHA

Coronavirus en Asturias | «Ay, nena, qué guapa estás. Voy a date un besín yo a ti»

Graciela Conde pudo ir después de siete semanas al Hospital Begoña a visitar a su abuela Elena, recién curada de coronavirus

ANA RANERA

GIJÓN.

Miércoles, 29 de abril 2020, 03:05

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«Llevo sin ver a mi abuela desde una semana antes de que se decretara el confinamiento», dice una emocionada Graciela Conde García antes de entrar a visitarla en el Hospital Begoña, donde permanece ingresada por coronavirus desde el pasado 9 de abril. Su abuela, Elena Fernández, empezó a mostrar síntomas de la enfermedad en la residencia Jovellanos, desde donde la derivaron al Hospital de Cabueñes, y, de allí, dos días más tarde, la trasladaron a su ubicación actual. Desde entonces, sus hijos y sus nietos conviven con unas ganas, que se acrecientan por momentos, de darle por fin un abrazo y sentirla fuera de peligro luciendo la fuerza y la vitalidad de las que habitualmente hace gala.

El lunes llegó la noticia por la que tanto esperaba su familia, Elena había dado negativo: ya estaba curada. «En breve, probablemente hoy, estará de vuelta en la residencia», explica su nieta. Pero antes de que la trasladen, esta visita consigue paliar, aunque solo sea por un rato, la ausencia a la que no se han acostumbrado en sus vidas. «Es una maravilla poder venir a verla», cuenta Graciela mientras se prepara, muy nerviosa y con el brillo iluminándole la mirada, para entrar, sumamente protegida con bata, gorro, dos pares de guantes, dos mascarillas y protecciones también en sus pies.

Elena Fernández está a punto de cumplir noventa años, le tocará celebrarlos el 25 de mayo y, aunque a ella su salud no le permita ser consciente del aislamiento, su familia necesitaba ya verla y sentirla a su lado. «Aunque ella apenas se entera, nosotros lo pasamos mal. Pese a que nos tienen informados en todo momento, tranquiliza mucho verla. Es una maravilla poder venir», indica Graciela.

Al entrar en su habitación, Elena apenas puede darse cuenta de quién la visita, hasta que empieza a recibir los mimos y el poco contacto que los equipos de protección permiten. Pero, cuando su nieta comenzó a darle besos, Elena recobró la lucidez por un rato y brotó su cariño. «Ay, nena, qué guapa estás. Espera, que voy a date un besín yo a ti ahora», le dijo a su nieta, para quien fue misión imposible seguir soportando las lágrimas y el nudo en la garganta que le provocaba estar a su lado tras tanto tiempo ansiando tenerla entre sus brazos.

El Hospital Begoña ha querido facilitar a los familiares de sus pacientes estas visitas que también son, a su manera, curativas. «Al principio no hubo visitas, pero luego fuimos permitiéndolo. Se puede hacer siempre y cuando haya equipos», explica la médica María Mazorra. Y es que, aunque cada día solo se produzcan una o dos, son fundamentales para vencer la soledad. «En las residencias de ancianos, ellos ya llevaban mucho tiempo aislados y, cuando vuelvan allí, como es el caso de Elena, va a pasar tiempo también hasta que puedan volver a verse», señala Mazorra.

Ya se hacían demasiado largas las semanas sin escuchar los «ay nena, ¡qué guapa estás!» de Elena entre los que Graciela creció y ya hacía falta sentir el calor de esta abuela que sigue siendo el abrigo de su familia. Y es que, aunque Elena se acerque ya a las nueve décadas, cada vez que encuentra a su lado el cariño de los suyos, vuelve a sentir con fuerza la vida.

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