Noemí Pinilla: «Dar respuesta a preguntas universales precisa todos los saberes de grandes equipos»
«Nos hemos asentado como una nueva base para el estándar del entendimiento de los objetos helados del Sistema Solar, en discos planetarios y en otros sistemas»
Estudia desde Asturias las evidencias más antiguas del Sistema Solar. Los llamados 'transneptunianos' son objetos que orbitan el Sol casi inalterados desde que éste nació, hace unos 4.500 millones de años. Es Noemí Pinilla (Oviedo, 1971), astrofísica asturiana con orígenes en Toro (Zamora) y que desde el Instituto de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias (ICTEA) de la Universidad de Oviedo sigue colaborando con la NASA para hallar respuestas, entre otras cosas, a cómo se construyen los ladrillos de la vida. Son preguntas universales cuyas respuestas, asegura, necesitan el trabajo en equipo de un gran conjunto de científicos muy especializados.
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–Acaba de cumplir un año de su vuelta a Asturias. ¿Un balance?
–Me he sentido muy bien recibida en muchos niveles. Por un lado están los compañeros, con quienes trabajas todos los días y me ayudan a adaptarme. Me he sentido muy apoyada tanto por el rector, como por los vicerrectores, los compañeros del departamento de Físicas y los del ICTEA. Creo que es porque se percibe el valor que tiene el prgrama ATRAE.
–Dígame.
–Es muy novedoso. Busca captar grandes expertos internacionales en líneas no desarrolladas por la Universidad que les recibe. Así, reconoce tanto la valía y el prestigio y la excelencia del investigador como el potencial que ve en ese centro para desarrollar esa línea de investigación.
–Vamos, que ambos ganan.
–Es lo que en inglés se llama un 'win-win'. Todos ganamos. Yo me voy a encontrar apoyada durante cuatro años y voy a poder desarrollar aquí un grupo de excelencia como el que tenía, y es un 'win' para la Universidad porque tiene ese empuje nuevo y esa ilusión y esa fuerza que trae alguien que es capaz de cruzar el Atlántico para empezar de nuevo. Digo que es un programa para países ricos y evolucionados, porque se hace una gran inversión en algo inmaterial. E invertir en ciencia a veces parece como algo superfluo, pero la ciencia nos hace mejores e invirtiendo se consiguen grandes avances.
–En la Universidad de Oviedo se ha encontrado sorpresas agradables.
–Sí, porque cuando estás metida en una investigación y adaptándote a cómo funciona el sistema español, encontrar una luz que te guía es muy reconfortante. Por ejemplo, desde que llegué he tenido un gran apoyo en cosas que ni siquiera yo sabía que necesitaba gracias a una persona de la Biblioteca de la Universidad, Graciela. Ella misma me contactó para asegurarse de que yo sabía cómo hacer el cambio para que mi ciencia pareciera ligada a la Universidad de Oviedo y no a la de Florida, donde yo hice mi carrera. Y desde entonces me ha sacado de un par de apuros, siempre amable y eficiente.
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–Porque los científicos necesitáis más tiempo para investigar.
–Cada vez tenemos menos tiempo para hacer ciencia. Como a todo el mundo, ahora no se nos pide que hagamos una cosa bien, se nos pide que hagamos muchas cosas bien, y eso es un disparate, es imposible. Tienes que dedicar un 15% de tu tiempo a rellenar papeles, un 10% a dar charlas, un 10% a pedir más dinero, otro 10% a acompañar a estudiantes, y muchas de esas cosas te gustan. Pero es imposible hacerlas todas bien todo el tiempo. Por eso es necesario trabajar en equipos, es la forma de conseguir que la máquina funcione y los resultados sean buenos.
«La ciencia nos hace mejores, e invirtiendo en ella se consiguen grandes cosas»
–¿Es factible hacer ciencia de primer nivel mundial en Oviedo?
–Por supuesto. Dar respuesta a preguntas universales precisa todos los saberes de grandes equipos de científicos. Trabajo tanto con el grupo de modelado matemático del ICTEA como con el Laboratorio de Astrofísica espacial de París, como con gente que trabajó ya con Kuiper, el descubridor del cinturón que lleva su nombre.
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Investigación y didáctica
–Sus conferencias destacan por su calidad y accesibilidad. Y entender a una astrofísica no es lo mismo que con Félix Rodríguez de la Fuente, por ejemplo.
–Depende de cómo lo contemos también. Pero el mayor esfuerzo para que te entiendan es entenderlo tú. O saber explicar qué es lo que aún no se entiende, y comunicarle a los oyentes que eso también es normal, no saber. Hay muchas cosas en este universo que no sabemos, gracias a Dios. Eso son futuras tesis de quienes van a darles respuesta. La semilla de mi acercamiento a la astrofísica es de hace mucho tiempo. Es la Noemí de 15 o 17 años hablando por las noches con mi familia, bajo el cielo estival de Toro, y explicando a distintos niveles. A mi abuela, que me decía 'hija, qué bien te explicas'. O a mi madre, que es profesora y más retadora. A mi hermana, que quería entenderlo todo siempre. A mis primos más pequeños... Pasábamos la noche viendo las constelaciones y las estrellas fugaces. Y distinguiendo entre estrellas azules, rojas o amarillas. Ahí había física que investigar, entender y explicar.
–Ese camino le llevó a algunos de los objetos más pequeños y más lejanos del Sistema Solar, que no se ven salvo con el telescopio espacial de infrarrojos James Webb. Y ya ha presentado resultados en Helsinki.
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–Sí. Usando el Webb estamos siempre enfatizando, viendo un universo que estaba oculto, el infrarrojo. En esos objetos transneptunianos están los primeros hielos del Sistema Solar, son como un retrato del sistema hace 4.500 millones de años. La semana pasada, en Helsinki, contaba el proceso de cómo entender los espectros de infrarrojos del Webb, porque son muy nuevos, tienen una estructura completamente diferente. Y había que enseñárselos a compañeros científicos, ya no estoy hablando de divulgación. Los resultados que publicamos en diciembre de 2024 van a ser un punto de inicio para muchas otras investigaciones. Eso la comunidad científica lo acepta ya. Nos hemos asentado como una nueva base para el estándar del entendimiento de los objetos helados en nuestro Sistema Solar y en discos de escombros y en otros sistemas planetarios.
Los hielos primigenios
–¿Qué nos cuentan los hielos de los transneptunianos?
–Son hielos muy simples, tanto como el hielo de agua, que es líquida en la Tierra. O el de dióxido de carbono, que aquí es un gas. O el hielo de metano, que aquí también es un gas. Estamos hablando de temperaturas de alrededor de 230 grados bajo cero.
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–La recombinación de elementos será muy lenta, ¿no?
–Aunque la evolución de los hielos en ambientes fríos es más lenta, tienen el aporte de energía de los rayos cósmicos, de los rayos de alta energía del Sol, los protones del Sol y demás. Eso rompe las partículas simples, que se recombinan para dar cadenas más complejas entre las que, si además hay nitrógeno, tenemos ya las semillas de la vida.
–¿Y hay nitrógeno allí?
–Sí, ese es un 'paper' que nos aceptaron a principios de septiembre y lo está haciendo un estudiante de doctorado del grupo de 'Discovering the surface composition' (DiSCo). Vimos muchos óxidos de carbono, como el CO2 y el CO; vimos menos agua de la que esperamos, pero la vimos. También vimos metanol, así que ya teníamos carbono, hidrógeno y oxígeno. Y decíamos '¿dónde está el nitrógeno?'. Porque en el medio interestelar sí que lo hay. Bueno, pues acabamos de publicar que hemos encontrado moléculas compuestas por oxígeno, carbono y nitrógeno, con una estructura muy particular. Y esto lo consiguió una estudiante de doctorado que, en equipo con su supervisor y conmigo, mandó hace un año una propuesta al James Webb.
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«Con el James Webb estamos viendo un universo que estaba oculto»
–Debe tener una demanda de uso enorme de todo el planeta.
–Es la equipación científica con más exceso de demanda de la historia.
–¿Habría trabajo para un número 'X' de telescopios iguales?
–Para diez, mínimo. Y porque hay gente que no envía propuestas porque dicen que el procedimiento es muy competitivo. En el equipo de DiSCo me estoy preocupando mucho de la capacidad didáctica. Ya cuando empezamos el proyecto, lo puse en manos de tres 'postdocs', porque el Webb es una herramienta de futuro. Los espectros que nos aporta se van a estudiar por años, así que hay que educar y permitir que la gente que está empezando su carrera se eduque con este telescopio. Uno de los éxitos que tenemos es que ya en enero de 2025 se defendió una tesis en la que la mayor parte de su trabajo se basó en datos del James Webb. Y esta estudiante de doctorado que empezó en el invierno de 2023, en octubre de 2024 presentó una propuesta al Webb y sacó uno de los mayores porcentajes de tiempo del ciclo 4.
–¿La principal aplicación práctica de su investigación podría ser entender cómo se forman los ladrillos primigenios de la vida?
-¿Usted considera eso una aplicación práctica?
–Sí. Por ejemplo, para entender mejor en qué sistemas estelares podemos buscar vida y en cuáles no la hallaremos. ¿No?
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–Sí que es una parte muy importante de este proyecto. Igual hay mucha gente que no lo considera práctico. Se suele considerar más práctico cuando hablamos de la ciencia aplicada. Puedo desarrollar un sistema que recicle agua para que en ciertos lugares donde tienen mucha sequía la solventen. Es una aplicación práctica y además con un buen objetivo. Otra aplicación práctica, con un objetivo más oscuro, es la bomba atómica, por ejemplo. Pero el conocimiento puro es también una aplicación práctica, aunque sus resultados no sean tan fáciles de cuantificar. Y es práctica porque el conocimiento deja impresa una huella en nuestros cerebros.
–Nuestra ventaja evolutiva.
–Eso es. La humanidad no hubiera avanzado sin preguntarse las cosas más básicas. No hubiera sabido hacer fuego, ni desarrollar una rueda en lugar de tener una cosa cuadrada que camina peor. Si no hubiera entendido cómo se hace hervir el agua, no hubiera sido capaz de crear el motor de vapor. Todo eso deja una impresión plástica en el cerebro y hace que los hombres, en aquel momento, los homínidos, cada vez fueran más listos y capaces de resolver cosas más complejas. Si nos vale con el estado al que hemos llegado y no buscamos más, a la vista está que no nos va muy bien. Si queremos que ese cerebro siga evolucionando, hay que seguir buscando esa aplicación práctica que es desarrollar el conocimiento. Y ¿sabes a quién no le importa que el conocimiento sea puro o sea aplicado? A los niños. Me han llamado para dar varias charlas en colegios públicos este año, estuve en el colegio de primaria de Xove, que me recibieron genial y me encantaron, tanto los profesores como los niños. O en el colegio de primaria de La Camocha. También allí me lo pasé muy bien. Si a los niños les dejas estar preguntando desde que llegas hasta que te vas, no paran. Siempre les preparo charlas más cortas para darles tiempo para preguntar. Y lo hacen porque quieren saber. No tenemos que perder esa capacidad de querer saber.
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–Los niños tienen un paralelismo con los primeros sapiens: Su bagaje de conocimientos estaba por desarrollarse. No habían pasado por toda la ciencia básica que nosotros sí hemos recorrido, aunque eran por lo menos tan inteligentes como nosotros.
–El cerebro es muy plástico. El conocimiento acumulado por la especie hizo evolucionar también el cerebro y ha dejado una huella en nuestro cuerpo, así como el aprendizaje de cómo nos tenemos que comportar y qué postura tenemos que tener. Y a usar las manos, la habilidad. Sí, es un paralelismo total con la evolución de un niño que, en la fase más intensa de aprendizaje va adquiriendo un montón de conocimiento que la propia humanidad ha tardado muchos miles de años en acumular. Por eso abogo por no perder esa capacidad de preguntarnos. Y no sólo de preguntarnos, también de intentar buscar la respuesta, de ir más allá. Yo me puedo sentar debajo de un manzano y mirar la estrella Antares y decir '¡qué bonita! ¿qué será ese punto? Si lo dejo ahí, no voy a salir de esa pregunta.
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