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Victoria Sanz-Moreno, en el centro, rodeada por su equipo. E. C.
Un equipo científico liderado por una gijonesa logra frenar la expansión del melanoma

Un equipo científico liderado por una gijonesa logra frenar la expansión del melanoma

Victoria Sanz-Moreno dirige en Londres el grupo que desveló cómo el cáncer de piel puede manipular el sistema inmune en su beneficio

M. F. ANTUÑA

Viernes, 1 de febrero 2019, 05:43

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Importante avance en el estudio y la lucha contra el cáncer que llega desde Londres con firma asturiana: la de la gijonesa Victoria Sanz-Moreno, bioquímica y catedrática del Barts Cancer Institute. Ella es la autora principal de un estudio que publica la revista 'Cell' que desvela las claves de cómo se propagan los melonomas agresivos y plantea las vías para detenerlos. Juegan un papel fundamental las células inmunes, que en lugar de combatir el mal se unen a él y se transforman en cómplices de la diseminación de la enfermedad. «Encontramos que las mismas moléculas que impulsan la propagación del cáncer también cambian la forma en que las células inmunitarias responden a la enfermedad. Esto pone de relieve cómo las células cancerosas interactúan e influyen en el entorno que las rodea para crecer y propagarse», apunta Victora Sanz-Moreno, formada en la Universidad de Oviedo, desde Londres, donde vive desde 2005.

El estudio financiado por Cancer Reseach UK ha descubierto que las células liberadas por tumores invasivos reprograman células inmunes saludables, es decir, que en lugar de luchar contra las células cancerosas apoyan y ayudan en la propagación del tumor. Y eso significa que es posible, como ya se ha demostrado, dirigirse a esas células para evitar la expansión del melanoma.

La palabra metástasis es sinónimo de pánico. Alude a la capacidad del cáncer para propagarse de una parte a otra del cuerpo y es responsable de más del 90% de la mortalilidad relacionada con la enfermedad. El equipo liderado por Victoria Sanz-Moreno lleva años tratando de entender mejor esos cambios que se producen en las células en el melanoma metastásico y su entorno. Y después de mucho trabajo, han dado con la respuesta: las células con capacidad para diseminarse tienden a formar una especie de frente invasivo alrededor del borde del tumor, donde interactúan con las células normales que las rodean. Se observó en el melanoma que esas células invasivas estaban rodeadas de las inmunes, llamadas macrófagos y que son un tipo de glóbulo blanco. Esos macrófagos deberían ayudar a eliminar las células cancerosas y a combatir a los agentes infecciosos, pero, sin embargo, los cienficos descubrieron que no, que en los casos de melanoma agresivo liberan señales específicas que atraen a las células inmunes hacia el tumor. Es decir, cambian de rol: los macrófagos pasan de ser los buenos de la película para convertirse en los villanos.

¿Y cómo se produce ese cambio? El equipo descubrió que la liberación de esas señales inmunomoduladoras está controlada por una proteína llamada Miosina II, clave en la remodelación del citoesqueleto celular. Como quiera que ya existen medicamentos dirigidos a la Miosina II y al citoesqueleto para el tratamiento de afecciones como el glaucoma y el vasoespasmo cerebral, al emplear estos para sus modelos experimentales el equipo pudo bloquear la liberación de señales que reprograman las células inmunitarias y, por tanto, la progresión del cáncer. «Al usar medicamentos que inhiben la Miosina II, pudimos reducir el crecimiento y la diseminación del melanoma, pues tales tumores ya no puede educar a los macrófagos», apunta la investigadora gijonesa. Con vistas al futuro, el equipo busca combinar medicamentos que bloquean tanto la migración de células como la invasión con el uso de inmunoterapia y terapias dirigidas. Su trabajo continuará también investigando el papel del citoesqueleto en la regulación de las respuestas inmunitarias de los tumores.

«Estamos encantados con la publicación de este trabajo, tanto yo como el equipo que dirijo formado por diez personas. Además, hemos contado con importantes colaboraciones de otros tres grupos, dos en Londres y uno en la Universidad de Lleida», anota la investigadora asturiana, que explica que desde 2013 trabajan en este proyecto.

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