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Laura Pire
Martes, 20 de mayo 2025
Sin ánimo de ponerme técnica, creo que todos sabemos a qué nos estamos refiriéndonos cuando hablamos de inyecciones para adelgazar y podemos ir al grano.
Son un gran avance de la ciencia. Estamos consiguiendo que muchas personas puedan mejorar su salud, su movilidad y su esperanza de vida gracias a un adelgazamiento paulatino con una disminución del hambre y la ansiedad por la comida. No está nada mal.
En consulta lo recomiendo a determinadas personas. Según la índole del problema, veremos si la Seguridad Social puede hacerse cargo del tratamiento o si, simplemente, lo receten, a costa del bolsillo del paciente, si se cumplen los requisitos: un incide de masa corporal por encima de 35 y diversos parámetros alterados en las analíticas.
A grandes rasgos, las características tienen que ir relacionadas con una incapacidad de llevar a cabo una organización o no poder hacerse cargo de las propias necesidades de cuidado, alimentación y ejercicio por la razón que sea.
Es cierto que en algunas etapas o circunstancias de la vida nos resulta imposible llevar al día estas cosas y la sensación de circo de tres pistas nos abruma. No sé: trabajo, casa, hijos, más alguna desgracia personal que no exime de las responsabilidades puede poner a cualquiera en modo supervivencia.
Yo encuentro adecuado valorar su uso en estas circunstancias: un sobrepeso importante, grasa en el hígado, todas las papeletas para una diabetes en las analíticas, un caos alimenticio y mucha ansiedad. Esto es, para mí, lo que hay que tener para pensar en beneficiarse de este tratamiento.
Las pegas: para los muy 'fartones', foodies, gourmets o como queramos llamarlo, la sensación de resaca, asquete al comer, inapatencia de la chunga tipo gastroenteritis, es la queja más habitual. Y si es uno de tus grandes placeres y se convierte en esto, no mola absolutamente nada. Es como una desgracia.
Por otra parte, se habla de un aumento de la incidencia de cáncer de tiroides. Está por estudiar a largo plazo, pero ya se habla de ello y hay estadísticas. Hay que tenerlo en cuenta.
También es cierto que no quita el hambre a todo el mundo ni ayuda a adelgazar a todos, así que hay gente que lo ha probado y nada.
La conclusión es que no es una broma, no es una pachanga para adelgazar. Se trata de un medicamento utilísimo que para unos resulta inútil, para otros, caro-carísimo si te lo pagas tú, pero ha llegado para quedarse y es estupendo.
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