Tus derechos
«A la hora de tomar cualquier decisión en nuestra vida es imprescindible pararse a pensar quién toma el control, ¿quizás es el miedo?», explica la abogada
Nuestro cerebro está programado para sobrevivir y cualquier cambio se percibe automáticamente como algo negativo. Manteniéndonos en la zona de confort, allí donde hasta ahora nos hemos refugiado y nos resulta familiar, da igual si bien o mal, hemos sobrevivido.
Y ojo que el miedo es una emoción muy valiosa a la que hay que prestar atención, pero no para bloquear cualquier acción, sino para estar muy atento de forma que, al avanzar, se vayan dando los pasos adecuados.
Esto aplica a lo legal, como a cualquier otra cosa de nuestras vidas.
El miedo es una emoción presente en cada persona que está valorando divorciarse, comprar o vender, alquilar una propiedad, pedir dinero a préstamo o prestarle dinero a alguien, donar una vivienda a un hijo, hacer testamento, plantar cara a su comunidad de propietarios, echar a un inquilino que no paga...
Si el miedo nos bloquea, simplemente no haremos nada. Esto se traduce en que podemos perder derechos o dinero o un tiempo precioso e incluso oportunidades que están por llegar a nuestras vidas si tenemos el valor de dar un paso adelante y hacer algunos cambios.
Si por el contrario no tenemos ningún miedo, podemos convertirnos en temerarios, actuando sin prudencia y sin control, arriesgándonos a cometer errores que pueden salir muy caros.
Pero, en realidad, no es tan complicado, solamente se trata de dar pequeños pasos en la dirección correcta. ¿Y cuáles son los pasos para actuar de la forma que mejor nos conviene sin dejarnos llevar por el miedo?
Analizando mi experiencia profesional de largos años acompañando a clientes que estaban bloqueados, me atrevo a decir que estos son los pasos que hay que ir dando para poder avanzar.
1. Toma conciencia de lo que te preocupa y te bloquea. Este es el primer paso y cuesta un poquito. La tendencia es siempre echar la culpa de lo que nos impide avanzar a otras personas o a las leyes o al Gobierno... Pero párate a pensar. Mientras tú no actúas otros sí que lo están haciendo y consiguen sus objetivos. Si pones el foco en lo que no depende de tí y te victimizas, es imposible que puedas cambiar las cosas, porque no tienes el control. Solamente si te enfocas en lo que depende de ti podrás tomar acción. Así que ponle nombre a tus miedos. Por ejemplo: tengo miedo de que si alquilo mi vivienda el inquilino no pague y no pueda echarle durante años, tengo miedo a casarme o tener hijos porque mi ex se va a quedar con los niños y con todo mi dinero, tengo miedo a a arreglar la herencia porque tendré que llamar a mi familia y no se qué puedo esperar...
2. Infórmate. Recuerda siempre que los miedos se diluyen si los miras de frente y te preparas para lo que pueda pasar, sabiendo que solo por haberte preparado, ya estás dentro de ese exclusivo grupo al que, muy probablemente, le van a salir las cosas suficientemente bien como para no tener que arrepentirse.
Porque el miedo tiene un antídoto al alcance de cualquiera: el conocimiento. La solución está en no actuar precipitadamente, empezando por reunir toda la información necesaria sobre lo que nos preocupa. Aquí es donde muchas personas investigamos por nuestra cuenta, para hacernos una primera idea de lo que puede pasar si decidimos actuar. Este paso es opcional, porque podemos saltárnoslo y acudir directamente a un profesional. Sin embargo, este casi nadie se lo salta. Así que... ¿dónde tenemos que obtener esa información? Porque estamos sobreinformados. Vivimos en un mundo digital que nos bombardea con noticias, informes, datos, opiniones, testimonios, publicidad abierta o encubierta y además ahora, con inteligencia artificial a nuestro alcance para contar con un asistente que nos responde muy deprisa y a cualquier cosa.
Yo soy muy partidaria de acceder a información en libros o en Internet, siempre y cuando se empleen fuentes contrastadas, pero cuando se trata de asuntos que requieren formación específica y resolver un caso concreto, lo ideal no es buscar directamente las soluciones, sino documentarse para poder hacerse una primera idea y saber hacer las preguntas adecuadas.
Así que está muy bien si por tu cuenta alcanzas ese primer nivel de información y preparas una lista de preguntas para contrastar con un profesional.
3. Busca ayuda profesional. En lo jurídico, nada puede sustituir a una consulta con un profesional altamente especializado que pueda analizar el caso concreto y plantear expectativas claras y realistas basadas en la experiencia, tras haber hecho un análisis pormenorizado de tu situación. Pero no recurras al primero que encuentres al azar ni al mas económico. Compara. Elige a alguien que tenga buenas referencias, experiencia, trate correctamente a sus clientes y sea merecedor de tu confianza. Pide presupuesto para que no haya sorpresas y ten en cuenta que una cosa es informarse y otra actuar. No contrates directamente un servicio profesional, el primer paso es una consulta para formular todas tus preguntas. A veces es necesario consultar con varios profesionales y pedir presupuesto de actuaciones para después hacer un encargo de más peso con total confianza.
4. Llega el momento de la verdad. Si has dado todos los pasos sabrás si lo que te preocupa tiene solución o cuales son las actuaciones que hay que realizar, lo que te cuesta y las probabilidades de éxito. Tendrás que manejar cierto nivel de incertidumbre y quizás tener paciencia hasta que todo se resuelva, pero probablemente ya no tendrás tanto miedo o por lo menos habrás acotado mucho lo que te preocupa, descartando algunas cosas que solo estaban en tu mente. Alguna vez puede suceder que no puedas avanzar porque no es lo que más te convenga, en atención a tus circunstancias. Si es así, al menos podrás tomar la decisión basándote en realidades y no en suposiciones. Como mínimo habrás cerrado ese capítulo y podrás poner tu atención en otra cosa.
En mi trabajo compruebo constantemente que estos pasos, si se dan hasta el final funcionan en la mayor parte de los casos. Y lo práctico también en mi vida personal. Yo soy partidaria de vencer los miedos. De alquilar si tienes propiedades, de tener hijos si quieres ser padre o madre y tienes amor del bueno para dar... y de casarse o formar pareja de hecho y también de divorciarse si la cosa se pone mal, de hacer testamento... Hacer y no bloquearse. Actuar y no volverse pequeño en un rincón. En definitiva, sustituir el preocuparse por el ocuparse.
Todo es cuestión de práctica. Y de ganas.