Cristóbal Belda: «Asturias debe valorar y proteger su futuro científico porque es un compromiso general»
Cristóbal Belda, Director del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) ·
«La acreditación del ISPA significa que la sociedad asturiana tiene en su tierra uno los centros sanitarios de más alto nivel científico del país»Asegura Cristóbal Belda Iniesta (Murcia, 1971) que «el nivel científico que existe en Asturias es gigantesco» y menciona, en su ámbito, la oncología y, desde ... una «profunda admiración», al profesor López-Otín, que «ha marcado muchas carreras científicas». Pero, asegura, «podría nombrar a muchos más», aunque prefiere quedarse con el conjunto. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia y doctor en Medicina por la Autónoma de Madrid, Belda sustituyó en agosto al frente del Instituto de la Salud Carlos III -el vigía y apoyo científico del Sistema Nacional de Salud- a Raquel Yotti. Ha vivido, por tanto, muy de cerca, el proceso de auditoría y acreditación del Instituto de Investigación Sanitaria del Principado (ISPA) logrado a final de 2021.
- Para los que aún no son conscientes, ¿qué significa para el propio instituto y para la sociedad asturiana esta acreditación?
- La acreditación de un instituto es el sello de excelencia más importante que existe sobre la calidad de la ciencia que se realiza en un hospital. En otras palabras, lo que significa es que la sociedad asturiana tiene en su territorio uno de los centros sanitarios de más alto nivel científico que hay en todo el país. Tiene una forma de trabajar que se traduce en una relación inseparable entre la asistencia sanitaria que se presta a los asturianos con la investigación, con una dimensión internacional, emanando directamente del propio hospital. Es una sociedad basada en la generación de recursos científicos para mejorar la vida de las personas y de puestos de trabajo asociados al conocimiento científico, y en la aparición en el mapa de la excelencia científica internacional. Para el instituto, es una forma de trabajar.
- La fortaleza científica del ISPA ha sido, precisamente, uno los puntos más destacados en el proceso. ¿Cómo se puede canalizar para que repercuta de una manera efectiva en la sociedad asturiana?
-El hospital que investiga normalmente es el que mejor atiende a sus pacientes. Investigación y calidad asistencial van de la mano. Y esto es algo muy tangible. No es lo mismo un médico que aplica los conocimientos generados por otros, que uno que genera nuevos conocimientos para resolver problemas que el conocimiento actual no es capaz de hacer frente. Y eso se traduce en calidad. En muchísima calidad asistencial. En España hay muy pocos hospitales que tengan estas acreditaciones y al final son nuestros buques insignia.
- También facilitará la captación de nuevo talento para Asturias.
- Sin duda. Un hospital que investiga y que lo hace de la manera que define un instituto, donde es inseparable la actividad asistencial de la científica, atrae talento. Pensar que nuestras ciudades y territorios son capaces de reunir todo el talento del mundo es una falacia. Tenemos que ser capaces de proteger el nuestro y ser atractivos para el que venga de fuera. Un instituto acreditado dentro de un hospital es un polo de atracción de talento científico y por tanto un mecanismo de mejoría futura de esa calidad asistencial, que, aún siendo excelente ahora, tenemos que tratar de mejorarla.
- Una exigencia de mejoría que el ISPA tiene casi como innato.
- La acreditación es temporal. Es un sistema de autoexigencia y obliga a mantener las pilas encendidas porque lo que hoy consideramos como aceptable, desde el Carlos III apretamos las tuercas y lo subimos y dentro de cuatro años habrá nuevos umbrales y más exigentes. Pero, además, la acreditación implica tener un modelo de gobernanza de ciencia dentro del instituto y del hospital. La acreditación reconoce una calidad científica y asistencial y prepara el futuro, pero también incorpora valores que son propios e inseparables de la actividad científica, como es la integridad. Es un reconocimiento a los valores del conjunto de personas del instituto y a sus ganas de conseguir, no solo ser más valiosos para el resto, sino también ser más justos, utilizar la ciencia para alcanzar la justicia entre todos.
- Conclusión: Asturias tiene mucho futuro científico que hay que aprender a valorar.
- Asturias debe saber valorarlo y protegerlo porque es un compromiso general. Es imposible que la Administración General del Estado pueda proteger sola una actividad. Deben hacerlo también la Administración regional, las locales, el sector privado y la sociedad en su conjunto. Nos implica a todos y no hay mayor compromiso que ser capaces de cooperar con un objetivo central: que la excelencia científica que se desarrolla en un hospital se mantenga a lo largo del tiempo. No hay que olvidarse que los hospitales están diseñados para la asistencia sanitaria, no para hacer ciencia. El que ésta venga de un centro con una enorme actividad asistencial, y que el hecho científico haya podido proliferar y germinar de tal manera que pueda acreditarse como instituto de investigación sanitaria, es algo de un valor excepcional. Y hay que protegerlo porque es un milagro de la ciencia.
- Asturias acaba de anunciar la conversión de su Instituto para el Desarrollo Empresarial (Idepa) en una Agencia de Ciencia, Competitividad Empresarial e Innovación Asturiana. Unir la ciencia con el desarrollo empresarial es un cambio significativo que, sin embargo, no ha tenido una lectura favorable unánime. ¿Es el camino a seguir?
- Sin duda. La ciencia es la base del progreso de los pueblos. La ciencia, la empresa, la competitividad son inseparables absolutamente. Es cierto que hay distintos tipos de ciencia. Una no está orientada, es la generación de conocimiento por el amor al propio conocimiento. Pero otra ciencia se dirige a resolver problemas y el camino es utilizar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, en el sector público y en el privado, para que esa ciencia se transforme en progreso para los pueblos.
Ciencia en 'prime time'
- ¿Cree que con la pandemia ha llegado el auténtico despertar en la necesidad de empujar e invertir en ciencia?
- La ciencia ha estado ahí siempre y lo que probablemente necesitábamos eran salir de las torres de marfil y ser capaces de llegar a nuestros conciudadanos, transmitirles que el hecho científico vive entre todos. Y esto es algo que la pandemia, con sus amargas consecuencias, ha traído: la aparición de la ciencia en 'prime time'. Desde el verano de 2018 se llevan haciendo reformas y actuaciones muy decididas que se aceleraron durante la pandemia. ¿El futuro? Nos ha de traer la consolidación de presupuestos y el compromiso por todas las partes.
- ¿Y mayor coordinación público-privada?
- La ciencia no se desarrolla únicamente con inversión pública. También con privada. Se necesita el compromiso de todos. Científicos que se orientan a intentar resolver problemas de la sociedad y empresas que van a buscar a los tejidos científicos las soluciones innovadoras para productos que puedan ser más competitivos. Más allá de la evidente necesidad de consolidar los presupuestos, lo que nos obliga es a una transformación cultural donde todos los actores implicados tenemos que mirarnos los unos a los otros. Porque hay una sociedad que ahora sí nos ve y tenemos una enorme responsabilidad para responder a sus expectativas.
-¿Cómo se puede lograr que esa colaboración sea eficaz?
- Cada cual tenemos que hacer lo que sabemos y ahí es donde radica la colaboración. Nosotros sabemos hacer ciencia muy buena, por eso somos uno de los diez países con mayor producción científica del mundo, pero si miramos el PIB no se refleja de igual manera. Tenemos que ser capaces de transformar esa producción científica en riqueza y las empresas lo que saben generar es riqueza. Hay que ir un poco más allá en los lenguajes que empleamos cada uno, lo que nos obliga a comprendernos y a ver dónde confluyen nuestros intereses
- ¿Hacia dónde debe enfocarse la investigación sanitaria a corto y medio plazo?
- A resolver los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad desde el punto de vista biomédico: ciencia frente a las enfermedades emergentes y los cambios que como sociedad - movimientos migratorios, cambio climático...-, están provocando transformaciones en las historias naturales de esas enfermedades y generando otras nuevas. Es importante incorporar la salud pública de precisión porque no hay mayor prevención que la predicción de lo que puede ocurrir en función de hábitos y comportamientos. Otro de los grandes retos es el diagnóstico e incorporar esas técnicas de forma muy precoz, dentro de nuestra forma de entender la prevención de la enfermedad, la protección de la salud y la curación y la rehabilitación. Al final todo deriva en los grandes retos de nuestro siglo: la patología cardiaca, la cerebral y la oncológica, sin olvidarnos de las enfermedades raras que afectan a muchas personas (más de dos millones, de un total de 50 millones, es una cifra significativa).
- Inteligencia artificial, 'big data'... ¿serán herramientas capaces de democratizar la sanidad?
- Tenemos el privilegio de tener un sistema sanitario universal y gratuito. Otra cosa es la sostenibilidad del propio sistema que en estos momentos tenemos que plantear como uno de nuestros retos: los nuevos tratamientos y las nuevas tecnologías están generando una gran presión de precios y tendremos que utilizar todas las herramientas a nuestro alcance para garantizar la máxima calidad asistencial, el máximo acceso a las opciones terapéuticas y a la protección de la salud, y a la vez ser capaces de sostener el sistema, que es la garantía de todos.
- ¿Y cuales son los retos de futuro del instituto Carlos III?
- Por un lado seguir dando soporte financiero a la ciencia que se realiza dentro del sistema nacional de salud. Este año la financiación global que distribuirá el ICIII será la mayor de su historia, con más de 330 millones de euros. Y, a la vez, seguimos creciendo en nuestras capacidades científicas. En este aspecto, nuestros tres grandes proyectos están vinculados al desarrollo del laboratorio de máxima seguridad biológica P4, que permitirá incorporar a España al selecto grupo de países que tienen estas instalaciones; la creación del centro de terapias avanzadas, que es una instalación cuasi industrial para el desarrollo de terapias personalizadas; y por último, el biobanco poblacional, donde intentaremos reunir la información suficiente para que la medicina de precisión pueda estar basada en datos de altísima calidad basados en la ciencia.
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