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Dos personas cruzan los raíles en el apeadero de La Calzada a través de un paso peatonal a nivel para llegar al andén en el que se coge el tren a Oviedo. :: JOAQUÍN PAÑEDA
Los otros agujeros ferroviarios
GIJÓN

Los otros agujeros ferroviarios

El Natahoyo, Laviada y Poniente exigen celeridad en el plan de vías y garantías de mantenimiento de los cierres Los vecinos denuncian varios pasos sin seguridad en La Calzada y El Lauredal

JESÚS ESCUDERO

Miércoles, 25 de agosto 2010, 10:54

Nueve de la mañana, hora punta en el apeadero de La Calzada. Decenas de trabajadores y, en su momento, estudiantes, cruzan las vías por un paso a nivel para acceder al andén en el que se coge el tren con destino a Oviedo. Esta peculiar fila de hormigas se ve obligada a detenerse ante la proximidad del cercanías. Tras su paso, los más rezagados deben emprender una corta pero rápida carrera a través de las vías para no perder el tren que les llevará a sus destinos en la zona central del Principado.

Esta imagen se repite todos los días, cada media hora, en el apeadero de La Calzada. Los usuarios de los cercanías se ven obligados a cruzar las vías para acceder al segundo andén del apeadero, en donde se coge el tren con destino a Oviedo, desafiando el riesgo de un atropello en una zona por la que también pasan, en esta ocasión sin detenerse, los Alvia que se dirigen hacia Madrid. Demasiadas similitudes con el caso de Castelldefels. Para evitar sucesos como el que hace una semana le costó la vida a una mujer en el apeadero de La Braña en la estación de Jovellanos, la asociación de vecinos Alfonso Camín ha remitido varios escritos al Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) en los que pide la construcción de un paso subterráneo para acceder al segundo andén del apeadero de La Calzada.

«Renfe arregló la estación, pero seguimos esperando el paso subterráneo, porque tenemos que cruzar las vías para coger el tren», indica la representante vecinal del barrio, Teresa Prada, al tiempo que apunta que «todavía estamos esperando la respuesta de Adif». Para la presidenta de la asociación Alfonso Camín, estas medidas de seguridad -ya sean pasos subterráneos o vallas- «tendrían que adaptarse a todas las líneas ferroviarias, tanto de Renfe como de Feve».

No obstante, la también presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de la Zona Urbana (FAV) reconoce la poca conciencia ciudadana, ya que «la gente prefiere poner su vida en peligro por no andar 200 metros más». En este sentido, también alerta de la situación de inseguridad existente en El Lauredal, en donde la vía que une El Musel con ArcelorMittal no cuenta con seguridad alguna en varios tramos, «si bien otras zonas sí tiene valla pero o está rota, o la gente la rompe a los pocos días para poder atajar».

Rapidez versus control

El conflicto entre rapidez y seguridad a la hora de cruzar la barrera ferroviaria de la ciudad vuelve a estar de actualidad tras el trágico suceso del pasado miércoles. A raíz del fallecimiento de Sara V. H., de 38 años, al ser arrollada por un convoy de Feve, la compañía concluyó ayer la reparación de los huecos abiertos en la valla que separa Sanz Crespo de la estación de Jovellanos, por uno de los cuales accedió la fallecida al espacio ferroviario. Esta medida recibió el beneplácito de las asociaciones vecinales de la zona, si bien exigen que los responsables de la estación de Jovellanos extremen las medidas de seguridad y, sobre todo, el buen estado de la nueva verja.

«La empresa es total responsable del trágico suceso. Las vallas tendrían que estar cerradas a cal y canto y Feve debe ser muy cuidadosa en cualquier aspecto relacionado con la seguridad», asegura con rotundidad Álvaro Tuero, de El Natahoyo. En la misma línea se expresa Florencio Martín, portavoz vecinal de Laviada, para quien «si hubiesen arreglado primero las vallas, no habría pasado nada. Para eso está Feve y los vigilantes de la estación». Ambos representantes vecinales, al igual que el presidente de la asociación Pando de Poniente, Enrique Rodríguez Rico, aplauden la reparación de las vallas de La Braña, aunque este último avisa de que «ahora tendrán que vigilarlo bien, porque enseguida se vuelve a hacer el agujero para que la gente pueda pasar».

No obstante, los tres representantes vecinales coinciden a la hora de señalar este arreglo como un «parche» a la espera de la solución definitiva: la eliminación de la barrera ferroviaria, cuyo comienzo está previsto para el próximo año. «El plan de vías tiene que hacerse de una vez y no estar con parches, pero todo va sumamente lento», afirma Rodríguez Rico. A lo que el presidente de la asociación Atalía de El Natahoyo añade: «A ver si ya tenemos la suerte de que desaparezcan las vías y que Gijón se una sin barreras. Una avenida de vías en plena ciudad puede acarrear este tipo de accidentes».

Ante la proximidad del inicio de los trabajos para eliminar la barrera ferroviaria y el derrumbe de las actuales estaciones una vez puesta en funcionamiento la provisional, los tres colectivos vecinales rechazan cualquier otro tipo de medida que no sea la reparación de la verja. «Sería absurdo plantear hacer un paso subterráneo o superior para acceder a Poniente», considera Enrique Rodríguez Rico, una opinión que coincide con la de su homólogo de la asociación Atalía: «No hay otra solución posible que no sea la reparación de las vallas. No se va a hacer ahora una pasarela a falta de un año para la puesta en marcha del plan de vías».

No poner la vida en peligro

Pero los presidentes de las tres asociaciones de vecinos consultadas por este periódico no pasan por alto que la responsabilidad última a la hora de cruzar las vías es de los ciudadanos. «Esto es igual que la gente que cruza la calle por donde no hay paso de peatones: que te expones a un peligro», ilustra Florencio Martín. Por ello, apunta que «lo normal es utilizar el puente de Carlos Marx, aunque tengas que andar más y subir una cuesta. Lo anormal es cruzar las vías y poner la vida en peligro».

En este sentido, el representante de la asociación de vecinos Pando reconoce que «dar un rodeo por Pedro Duro o el puente de Carlos Marx para acceder a Poniente es bastante incómodo», aunque añade que esta circunstancia no es motivo para saltarse las normas. Y Álvaro Tuero concluye: «Tenemos que acostumbrarnos a ir por donde es debido. No podemos arriesgar nuestras vidas para evitar andar unos minutos más».

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