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Sábado, 29 de enero 2011, 04:29
Para entender las razones que llevaron a Mabel G. Bolaño (Gijón, 1976) a convertirse en Mabel Ladyblues -y para remontarse, por tanto, a los orígenes de la exposición que inaugurará el próximo martes en la Casa de la Cultura de Pola de Siero de la mano del Colectivo Misiva- hay que referirse inevitablemente a dos encuentros separados por doce años en el tiempo. El primero tuvo lugar en los felices ochenta, cuando una niña de siete años se encontró en la televisión con Koko Taylor. La llamada 'Reina del Blues' participaba con un cameo estelar en un filme cuyo título acabó cayendo en el olvido, pero su aparición hizo que aquella cría descubriera ese estilo de música y decidiese, con esa radicalidad propia de la infancia, que aquel género con el que las comunidades afroamericanas de los EE UU habían asombrado al mundo al ritmo de doce compases iba a constituir la banda sonora de su vida. El segundo, que resultó estar íntimamente relacionado con aquél, sucedió bastante más tarde, allá por 2005, cuando se vio por primera vez en el foso de un escenario sujetando una cámara de fotos. Un instante crucial que propició todo lo que acabaría viniendo después. Acodada en la barra del Savoy -abierto en exclusiva para nosotros a unas horas absolutamente improbables, en un gélido mediodía de enero (el bar es el escenario de buena parte de sus obras, su taller no podía ser otro)-, Mabel Ladyblues cuenta que hubo un hallazgo más, instalado a medio camino entre aquellos dos instantes fundacionales y que tuvo mucho que ver con la irrupción de internet y su capacidad para salvar los aislamientos impuestos por los usos sociales y las restricciones geográficas. «En 1999, en mi primera incursión en la Red, descubrí una página con noticias sobre blues y a través de ella terminé dando con la gente de La Taberna del Blues. Internet me abrió un montón de posibilidades dentro de un mundo del que en Gijón no había nada». Entró en contacto con los responsables del sitio, les ofreció su colaboración «y entonces empezaron los viajes y los festivales». Escribía crónicas, hacía críticas, preparaba entrevistas. Todo con el blues por montera. Hasta que llegó el momento definitivo: «a mediados de la década pasada entré, sin tener ni idea del tema, en un foro sobre fotografía, conocí a un grupo de aficionados y algunos de ellos me acompañaron al Festival de Blues de Cazorla. Allí me vi por primera vez en un foso con una cámara y no paré de hacer fotos. Desde entonces, hasta ahora». Las experiencias que sucedieron a aquel periplo inaugural acabaron conformando una pasión que, en su caso, no supone tanto retratar lo que se ve como visualizar lo que se escucha: «Cuando estás con la cámara colgando del hombro, tu percepción del concierto cambia completamente porque buscas el momento exacto, el instante preciso en el que tienes que apretar el disparador». Reconoce que, cada vez que acude un recital, «lo paso mucho mejor si voy sin cámara, pero cuando la llevo conmigo es como si yo también formara parte del concierto, siempre pendiente de captar ese destello que te comentaba antes. Si no aparece ese momento, o si tú no estás allí para pillarlo, da igual que hagas cien fotos, porque al final no va a servir ninguna». Con esa filosofía fue recopilando las 25 instantáneas que componen 'On Stage', la muestra que tendrá abierta en Pola de Siero hasta el 16 de febrero. Una serie donde cobran un protagonismo especial los grupos asturianos -Ilegales, Los Cohetes, Los Sangrientos- pero en la que el blues, cómo no, está en primera línea de fuego encarnado en las figuras de Koko Taylor (ella otra vez), James Cotton o Down Home. También Raimundo Amador, que contó con Mabel para la cubierta de su último disco, figura en el 'staff', aunque hay una fotografía que destaca entre todas las demás, un retrato en primer plano que es, según su propia autora, la fotografía de la que más orgullosa se ha sentido nunca. «En un momento dado, entré en crisis por pura desidia. La fotografía de conciertos no es algo que dé mucho dinero, y terminé cansándome. Estuve sin hacer nada un año y medio, hasta que fui a un festival y llevé la cámara casi por costumbre, pero sin intención de sacar ni una sola foto. De repente, en una de las actuaciones, entró un rayo de luz que iluminó a Willy 'Big Eyes' Smith, un armonicista, y justo entonces apreté el disparador e inmediatamente después me fui corriendo al hotel para tratar la imagen con Photoshop. Esa instantánea fue la que me hizo salir del bache y me animó para coger otra vez los bártulos». Y aunque poco a poco ha ido ampliando su campo de intereses -trabaja para un estudio de diseño gráfico y reconoce su pasión por el retrato en cualquiera de sus formas-, tras aquel periodo de depresión ha continuado centrada en un ámbito, el de la fotografía de recitales en directo, en el que asegura que hay «muy buenos profesionales», aunque matiza que «es un sector que se está muriendo porque hoy en día las agencias piden fotos a cualquiera que tenga una cámara doméstica o un móvil, sin tener en cuenta que hay gente especializada en esto». También lamenta que en España su trabajo resulte tan complicado por las condiciones, no siempre óptimas, en que se desarrollan esos espectáculos. «La iluminación es, por lo general, una asignatura pendiente de los conciertos en directo. Hay veces en las que ese punto álgido del que hablábamos llega y ves que no hay luz suficiente y entonces se va todo al carajo; parece que los promotores no acaban de entender que la luz es un elemento fundamental porque propicia buenas imágenes, y que una buena imagen también es un factor a tener en cuenta a la hora de consolidar un festival». Cuando abandonamos el Savoy -tras ascender unas escaleras que parecen menos empinadas que de costumbre-, en la calle ya ha llegado la hora del vermú y buscamos acomodo en una terraza del Paseo de Begoña. Mabel -que ha publicado su trabajo en el Anuario del Blues de 2010, la revista de la Sociedad de Blues de Barcelona o 'Rolling Stone'- advierte de que pide un zumo «porque estoy tomando antibióticos» y yo aprovecho para repasar con ella las fechas que han ido jalonando el texto que ahora llega a su fin. Cuando comprobamos que todo está en orden, pregunta: «¿Crees que quedará bien o te parece que tengo una vida muy triste?». Le contesto que, al fin y al cabo, estamos hablando de blues.
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