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PACHÉ MERAYO
Miércoles, 27 de abril 2011, 05:26
La cueva de El Pindal, una de las primeras que abrió su oquedad (en 1908) para mostrar al mundo las pinceladas de un tesoro con miles de años, que fue pionera también en la pronta publicación de sus interiores, sólo tres años después (1911), es, sin embargo, una caverna poco conocida. «Su situación, acantilada y alejada de las vías principales de comunicación, ha favorecido su relativo aislamiento», explica María González-Pumariega Solís (Oviedo, 1964), autora del libro que ahora la redescubre y «traslada al siglo XXI» tras el fruto de una nueva investigación capitaneada por ella, que es, además, la guía de la cueva. En sus páginas (editadas por Ménsula) la riqueza que guarda El Pindal reaparece con nuevos brios y más información, superando las primeras exploraciones de Herminio Alcade del Río, su descubridor, y los estudios de Lorenzo Silva y el abate Breuil, que sacaron a la luz sus manifestaciones del arte rupestre en 'Les cavernes de la région cantabrique', hace ahora justo cien años.
Según el profesor de la Universidad de Provenza y especialista en las sociedades del Alto Paleolítico, Georges Sauvet, que vuelca sus conocimientos en el prólogo de la nueva publicación aniversaria, la autora, «no sólo entrega un inventario exhaustivo, el más completo que existe hoy en día, sino que cada entidad gráfica, desde la más discreta marca de pigmento hasta la más suntuosa figura animal, es objeto, no de una descripción trivial, al uso en catálogos, sino de un análisis completo que va de los detalles íntimos de su realización técnica hasta su inserción en el dispositivo parietal».
Quiere esto decir que María González-Pumariega Solís, licenciada en Historia e Historia del Arte y alumna aventajada del desaparecido Javier Fortea (con cuyo equipo realizó más de una excavación en el abrigo de La Viña y la cueva de Llonín), supera no sólo el trabajo de quienes pusieron los primeros focos sobre El Pindal, sino también el que, en 1954 ejecutaron Jordá y Berenguer, «que presentaba por primera vez el amplio friso del panel principal en su continuidad espacial». Tras aquel trabajo «el silencio científico volvió a recaer sobre la cueva, lo cual hace más meritorio la labor que presenta ahora María González-Pumariega», manifiesta Sauvet, para quien la obra de la investigadora es «un ensayo que pretende situar a la cueva de El Pindal en la realidad antropológica y social de los cazadores de la Prehistoria, un ensayo imbuido, humanizado, por la correlación íntima que la autora ha trabado con las paredes durante años de frecuentación casi diaria».
Titulado 'La cueva de El Pindal 1911-2011 (Estudio de su arte rupestre cien años después de Les cavernes de la région cantabrique)' surge a partir de un trabajo de doctorado, «pero es consecuencia de dos hechos correlativos distintos de lo académico». Por un lado, «la coincidencia imprevista entre el desempeño laboral y una formación vocacional» y, por otro, «el estrecho vínculo desarrollado entre el trabajador y su lugar de trabajo».
La investigación dedicada al arte rupestre de la cueva de El Pindal, incluida en 2008, cien años después del descubrimiento de su arte rupestre, en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, pretende ser una actualización monográfica de una cueva «en cierto modo, olvidada». Con ese objeto, la publicación hace, tras las palabras de Sauvet, introducción, localización y descripción física de la cavidad, lógicamente cuenta la historia de su descubrimiento y de la investigación para adentrarse en su contenido artístico con catálogo de representaciones, descripciones, representaciones, temas, técnicas, cronología y atribución cultural, inventario y bibliografía.
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