Borrar
Eugenia Rico presenta nuevo libro. :: VALENTINA FIGINI
«Todo escritor es hermafrodita»
Cultura

«Todo escritor es hermafrodita»

Eugenia Rico presenta hoy 'El fin de la raza blanca', un libro de cuentosLa escritora gijonesa se adentra en un género que le permite «describir con sumo detalle un trozo de vida palpitante»

MIGUEL CANE

Jueves, 15 de marzo 2012, 01:32

En el oficio del escritor, los hay que prefieren ser un enigma impenetrable y esconderse detrás de su obra y quienes hablan a través de ella para explorar temas de identidad, de la naturaleza humana, de la pasión que los mueve. El plumaje de Eugenia Rico (Gijón, 1972) es de esos. Polémica desde muy joven, con sus seis libros anteriores -entre ellos las novelas 'Los amantes tristes', 'El otoño alemán' y 'Aunque seamos malditas'- ha obtenido un lugar en las letras contemporáneas como una voz clara y elocuente, que busca expresar su propia inquietud. «Siempre me ha intrigado», señala, «la oposición del bien contra el mal, de cómo el amor es la fuerza que triunfa. Es la principal fuerza motora en mi obra. Pero no es fácil; escribir es una labor de precisión. Tanto cuentos como novelas, que tienen dos técnicas muy diferentes para revelar los secretos de la realidad».

Es así que se publica su primer libro de cuentos 'El fin de la raza blanca', bajo el sello de Páginas de Espuma, que reúne en sus páginas narraciones cortas y algunos microrrelatos que retratan un universo en miniatura, donde los temas favoritos de la autora están bien presentes: la búsqueda del otro, lo otro, de identidades sexuales vistas desde la otra orilla; el erotismo como un elemento vivo de las texturas de una realidad creada en el aquí y el ahora. «El cuento siempre me ha fascinado: uno de mis autores favoritos es el mexicano Juan Rulfo, que solo escribió dos libros: la novela 'Pedro Páramo' y la antología que es 'El Llano en llamas', en ambos está presente la esencia de lo que es Juan Rulfo y yo quise hacer lo mismo con estos cuentos; que mis cuentos y novelas tuvieran la misma esencia. El cuento es un género de precisión y de madurez tanto como la novela». En palabras de su autora, 'El fin de la raza blanca' es «un trozo de vida palpitante con mucho detalle; donde la novela tiene la amplitud de un campo, el cuento es un lugar diminuto y, por lo mismo, necesita una mayor pasión para contarse, para concentrar su impacto, su voz narrativa. Me gusta experimentar con eso, por ejemplo: la voz en la segunda persona, el narrador cámara, que todo lo capta, el narrador poco fiable que nos lleva de la mano, solo para revelarnos que nos ha mentido. Todas esas posibilidades técnicas que sirven para contar una buena historia». El libro está estructurado en tres niveles: 'Cielo', 'Purgatorio' e 'Infierno', como ella misma señala: «En el Cielo, los personajes están perdidos. En Purgatorio, están buscando algo, posiblemente buscándose, pero es en el Infierno donde los personajes aparecen sin máscaras y se dejan ver tal cual son».

Aventurera en los terrenos narrativos, Eugenia descarta las limitaciones que muchas veces se imponen a los escritores: «¿A quién le importa realmente si un escritor destaca por ser hombre o ser mujer? ¡Es una tontería que se sigue perpetuando, cuando no tiene razón de ser! En realidad, todo escritor es hermafrodita. Te explico: siempre hay escritores que consiguen crear personajes femeninos completamente plausibles, con voces perfectamente logradas; ahí está Tolstoi con Anna Karenina, Flaubert con Madame Bovary, o Lawrence, con Lady Chatterley, la del amante. Del mismo modo, hay autoras que consiguen de un modo total, convertirse en los hombres que narran sus historias. El ejemplo clásico es Mary Shelley, con Frankenstein: ella es el creador y el monstruo. El oficio de escribir, y quien lo niegue miente, es principalmente una actitud de observación y reflexión, algo completamente femenino. Es sólo cuando se toma acción que se es masculino. Aunque claro, hay autores que no consiguen mantener esta dualidad, no se lo permiten a sí mismos. Patricia Highsmith y Marcel Proust son dos ejemplos: ella creó un personaje inolvidable en Tom Ripley, pero sus personajes femeninos casi siempre eran grises y menores; donde Proust mantiene esa mística femenina en toda su obras. Pero en ese caso, es comprensible; nos narra la vida. Nos la cuenta. Y ya lo decía aquél machote que era Hemingway: lo masculino es pelear, y no contar la pelea».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «Todo escritor es hermafrodita»