«Los Príncipes podrían traer a las niñas, que les iba a prestar...»
Entre sidra y hórreos, los vecinos de Bueño se harán 'ejemplares' en un acto que les obligará a cambiar de día su certamen de pintura
ALEJANDRO CARANTOÑA
Sábado, 15 de septiembre 2012, 04:40
El alcalde de Soto de Ribera, José Ramón García Saiz, está reunido en Oviedo y no llegará hasta por la tarde. Pero da igual: medio Bueño ya está en la plaza esperándole, con unas cuantas cajas de sidra a la sombra y la gaita de César Fernández Pello, «gaitero, pintor y sastre», a punto. Pello peina canas: nacido en Avilés, a los seis meses le llevaron a Bueño, de donde era toda su familia. Montó una sastrería en Oviedo -«Que aún existe porque montela bien»- y, finalmente, se instaló en el pueblo que no ha dejado. Lo ha pintado «todo» en sus cuadros; y de ahí, pasó a aportar su granito de arena a la sorprendente vida cultural de Bueño: organizar el Certamen de Pintura Rápida, que se celebrará en octubre. «Llevo 620 cartas mandadas», exhibe con orgullo.
El alcalde llegará a las 16.30 horas, avisan. Junto a Pello, una risueña niña juega entre el tumulto, que observa con curiosidad: «Me llamo Olga. Tengo tres años. Soy de aquí».
De Bueño, como su bisabuelo, Sabino Menéndez, que asiste durante un rato al revuelo y luego acude a El Coloráu, el único bar, a escuchar cómo le preguntan si quiere «un cafetín» y se sienta delante de un periódico al que ni siquiera presta atención. Tiene 93 años y es el vecino de más edad. No quiere fotos, ni aunque sea por orgullo, «porque el orgullo ya murió. Eso es cosa de jóvenes», sentencia guarecido de un sol de justicia.
El alcalde está al caer. Hay periodistas, equipos de televisión y toda una colección de vecinos más ufanos que nunca, como Josefina Arias y Manuel Alonso, que esperan a los coches en la primera curva del pueblo con una sonrisa de oreja a oreja.
Secundino Orente, sin embargo, no entiende nada. Él tiene 49 años, es de Ibias, prejubilado de la mina en Villablino, y desde hace dos se ocupa de una casa (con hórreo, claro) que se encuentra al otro lado de la plaza central. «Se venden huevos», advierte el cartel junto al que posa, con un puñado de ellos, recién recogidos, en la mano. «Cogí esta casuca porque bueno, si no... era todo un poco monótono. Tengo nueve pites y ya me sobran huevos, y un huerto, un perro, unos gatinos...» Entonces descubre que Bueño es pueblo ejemplar, y lo entiende todo, y él también sonríe y se alegra «mucho, mucho».
Rozan las cinco. El alcalde llega ya, seguro. Anita Fernández, entre tanto, corta chorizo (bajo un hórreo) y lo coloca en platos de plástico. «Esto fue mucho trabajar», explica, recordando los inicios de la Asociación Cultural, cuando empezaron a remozar el antiguo colegio «con nuestras propias manos». Ella también repasa todas las actividades que tienen a lo largo del año con orgullo: «Cuando lo del jazz... No veas cómo se pone esto». Para y mira alrededor: «Yo tengo muchas ganas de que vengan los Príncipes... Y podrían traer a las niñas, que les iba a prestar esto... Pero claro, el protocolo», dice chasqueando la lengua.
Llega el alcalde, son las seis menos cinco. Felicita a todos y se disculpa por la tardanza, y se une a los culinos y al pincheo y a la fiesta porque Bueño ya es ejemplar. Pello, el gaitero, pintor y sastre está contrariado porque tendrá que cambiar de fecha el certamen de pintura, del que ya tiene los folletos impresos y todas esas cartas mandadas: de otro modo, coincidiría con la llegada de los Príncipes, el 27 de octubre. Aunque en realidad, ya poco importa: «¡Enhorabuena a todos!».
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