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ALBERTO PIQUERO
Miércoles, 15 de mayo 2013, 02:26
Siete millones de libros vendidos en cuarenta países llevan su rúbrica, desde que se estrenó con 'La catedral del mar', novela histórica que sólo en España ha tenido más de dos millones de lectores. Después, vino 'La mano de Fátima', con éxito similar. Y ayer, Ildefonso Falcones presentó su más reciente creación, 'La reina descalza', una historia de dos mujeres, la negra y antigua esclava Caridad y la gitana Milagros Carmona, que surcan amistades, odios y amores, en la España del siglo XVIII, yendo de la sevillana Triana a la Corte borbónica en Madrid.
-¿A qué se debe su gusto por la novela histórica?
-El siglo XX y el XXI son demasiado modernos para mí. Me gusta profundizar en épocas pasadas.
-En su primera obra se ocupó de los siervos de la gleba; a continuación, de los moriscos, y en esta ocasión de los gitanos. ¿Siente especial simpatía por los perdedores?
-Creo que no sólo yo. También el lector se identifica más. Por otra parte, es el mejor modo de acercarse a la época que reflejas. Hay una vida más real en el perdedor que en las estampas históricas de los héroes.
-¿A qué cree que obedece el interés creciente del público por la novela histórica?
-Tengo una teoría, aunque no soy un estudioso del fenómeno. La gente está cansada de noticias de actualidad terroríficas, incluyendo las económicas. Y creo que le apetece otro sosiego, como cuando un viaje de Sevilla a Madrid duraba quince días, poder mirar las cosas con una tranquilidad que ahora no es posible.
-Aunque tampoco en el siglo XVIII todo era felicidad... Da cuenta de la persecución implacable de los gitanos por parte de Fernando VI y el marqués de la Ensenada... ¿Tanto temor ocasionaban?
-No era temor. Simplemente, no encajaban con el modelo de la Ilustración, que entendía que debía perseguirse a quienes no servían al Estado, el interés del bien público. En realidad, ya había comenzado ese acoso con los Reyes Católicos. Y, sin embargo, es curioso, no sufrieron a causa de la Inquisición.
-Bueno, usted relata que el abuelo de Milagros Carmona, el gitano Melchor, se dedicaba al contrabando de tabaco, operaciones en las que asimismo andaba la Iglesia. ¿Acaso hubiera una cierta complicidad? (bromeamos).
-No, no... (ríe). Lo que sí ocurría es que la Iglesia no quería pagar más impuestos al Estado que los concertados de modo particular, entre los cuales no estaba el cultivo de tabaco que se hacía en los conventos.
-El retablo de costumbres que ofrece de la Corte madrileña es muy rico. ¿Qué aspectos llamaron más su atención cuando documentó esa forma de vida?
-Los pequeños detalles; pero de un modo especial la costumbre de fajar a los niños para que no molestaran. Se les tenía inmovilizados entre las mantas hasta que cumplían dos o tres años, sólo liberándolos para darles de mamar u otras necesidades indispensables. Sospecho que la fama que tenemos de ser un país de contrahechos proviene de ahí.
-Volviendo a 'La catedral del mar', se sabe que ha comprado sus derechos Diagonal TV. ¿La veremos pronto en televisión?
-El condicionante es que ha de ser una gran producción, lo que precisa de muchos recursos. No obstante, me consta que se está trabajando en la buena dirección.
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