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El jesuita valenciano José Ignacio González Faus sube al estrado en el Antiguo Instituto. :: JOAQUÍN BILBAO
González Faus: «Este mundo es cruel e injusto, vivimos como en una burbuja»
GIJÓN

González Faus: «Este mundo es cruel e injusto, vivimos como en una burbuja»

El jesuita valenciano, un referente en Teología contemporánea, apela a la bondad de las personas, creyentes o no, para luchar contra las injusticias

Ó. CUERVO

Domingo, 30 de marzo 2014, 11:24

«Este mundo es cruel e injusto, vivimos como en una burbuja. Las dos terceras partes de los habitantes del planeta son pobres y 200 millones de niños son víctimas del trabajo infantil. Además, a ellos hay que sumar las chicas que son obligadas a prostituirse». Con esta reflexión inicial, el jesuita José Ignacio González Faus (Valencia, 1933), presentó ayer, en un abarrotado salón de actos del Antiguo Instituto, un mapa de la pobreza.

Faus, todo un referente en la Teología contemporánea -ha escrito más de un centenar de libros-, continuó su charla indicando que sólo «un millón de personas, de los 7.000 millones que somos, son multimillonarios». Pese a ello, el jesuita aún ve motivos para la esperanza. «Comprendo que haya gente que no crea en Dios cuando mira este mundo, pero también es cierto que puede cambiarse si se trabaja por ello, aunque quien se mete a redentor corre el riesgo de salir crucificado», advirtió González Faus.

La bondad, «pisoteada»

En un tiempo en que «la bondad parece pisoteada», González Faus también encontró un motivo para la esperanza. «Siempre renace, es invencible», apuntó el jesuita, que puntualizó hacia quiénes van dirigidos los cultos cristianos. «Dios no los necesita. Están dirigidos a nosotros, para hacernos más hermanos, pero es una piedra en el zapato que no conseguimos eliminar», señaló.

Como ejemplo, Faus habló del monseñor Óscar Romero, un sacerdote católico salvadoreño que llegó a ser arzobispo metropolitano de San Salvador. «Tenía fama de conservador, motivo por el que llegó a obispo. Pese a ello, hubo una serie de impresiones que le fueron configurando. La primera, los contactos que tuvo con los recolectores de café, quienes percibían un sueldo muy bajo y no tenían donde comer ni dormir. Romero les dejó salas en numerosas ocasiones y llegó a enviar una carta al presidente pidiendo soluciones. Carta que no obtuvo respuesta y acabaría en la papelera», explicó.

Este tipo de experiencias hicieron que sus homilías se dirigiesen contra las clases dominantes, motivo por el que llegó a acumular cientos de quejas en el Vaticano. «Las calles estaban vacías. La gente quedaba en casa escuchándolo por la radio». Todas las denuncias realizadas provocaron, finalmente, su asesinato.

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