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Resaca anímica

Resaca anímica

¿Por qué algunas personas se deprimen después de una noche de alcohol?

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Sábado, 22 de febrero 2020, 19:13

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Al refrán no le falta razón, le sobra ligereza. 'Noches alegres... mañanas tristes'. Pero sin retintín, sin guasa. Porque a veces amaneces triste de verdad. A la resaca física se suma el bajonazo anímico, que se alarga más allá de esas 10 o 12 horas que tardamos en eliminar el etanol de la sangre –a contar desde la última copa que bebimos–. Esto es lo que rara vez se cuenta sobre el día después. El dolor de cabeza, el de estómago... eso lo comprende cualquiera porque lo sufre casi todo el mundo. La 'depre' del día después no.

No le ocurre a todas las personas y a las que les pasa no se explican «la paradoja de que pases de reírte por cualquier cosa a encontrarte tan flojito al día siguiente», describe gráficamente José Antonio Molina, doctor en Psicología. No hay estudios científicos que expliquen por qué tras una noche de diversión algunos se vienen abajo y otros no, pero sí una evidencia: «el alcohol, por contra de lo que cree la gente, es un depresor del sistema nervioso», advierte Molina, autor del libro 'SOS tengo una adicción' (Pirámide).

Eso es un hecho. Lo otro son circunstancias personales que lo agravan. «Si estás pasando por un momento anímico bajo, lo lógico es que después de beber éste se acentúe. Pero no solo eso, también tiene mucho que ver el sentimiento de culpa». Que adquiere múltiples formas: «Te sientes culpable porque al día siguiente querías aprovechar para ir de excursión con la familia pero estás hecho una castaña y no puedes, o planeabas trabajar pero te encuentras flojo. Así que los planes no se cumplen».

«Cuando bebemos quitamos el 'freno' y por eso hacemos cosas que serenosno haríamos»

Eso tiene que ver mucho con lo físico: te duele todo y no te puedes menear apenas de la cama. Pero a esto se añade el sentimiento de culpa por otras causas: «Te arrepientes porque le has contado al compañero de oficina algo muy íntimo cuando en realidad no tenías tanta confianza, o porque te has puesto al volante con cuatro cervezas y es algo que sabes que no debes hacer porque te has puesto en peligro, a ti y a los demás». Le llaman los expertos «disonancia cognitiva», que se refiere a cuando hacemos o decimos cosas que alteran nuestros valores. «Es como si dijéramos: 'Yo creo unas cosas pero hago otras' y eso causa malestar», explica Molina.

En este punto va a haber muchos lectores que se sientan reconocidos. Y podemos rompernos la cabeza dándole vueltas a por qué dijimos esto o por qué hicimos aquello, que no hallaremos respuesta. La única (respuesta) nos deja, además, muy poco margen de maniobra:«Todos tenemos un sistema inhibitorio por el cual aunque te apetezca pegar a tu jefe o decirle que es un mamón no lo haces. Pero, cuando bebes, el alcohol te quita el freno, lo duerme».

El dato

  • Diez ó doce horas es lo que tarda el etanol en desaparecer de la sangre después de la última ingesta.

Y se pierde el control, para bien o para mal. «Hay gente que cuando bebe se pone divertida, pero a otros les sale el lado faltón, se ponen agresivos...», explica Pablo Eguia, vocal de la Sociedad Española de Neurología.

– ¿Hay manera de frenar esa agresividad?

– No es voluntario, simplemente les sale. Y esa persona que siempre se pone agresiva al beber solo puede evitarlo no bebiendo. No hay otra forma de hacerlo.

Ahonda el especialista en que con una intoxicación alcohólica «se produce un grado variable de estimulación del sistema nervioso» que nos hace pasar por estados de diversa intensidad de «regocijo, desinhibición, locuacidad, agresividad, irritabilidad». Y si la intoxicación es «severa» los efectos son muchos más graves: «comienza una depresión profunda de las funciones cerebrales con alteración progresiva del nivel de conciencia que conduce finalmente a coma», alerta Eguía.

Coinciden el neurólogo y el psicólogo en que al margen del efecto depresor que provoca a todo el mundo el alcohol, la intensidad del mismo depende de las personas: «Lo cierto es que algunas parecen más propensas que otras» y que este bajón de la mañana siguiente es mayor en la gente «que está deprimida y bebe, porque durante la borrachera 'olvida' y presenta un estado de euforia». Un estado trasitorio claro, porque al cabo de unas pocas horas «el cerebro vuelve a su estado previo».

El 'subidón' se alcanza a la hora u hora y media

«Hay quien bebe un vino y se emborracha», pero desde el punto de vista científico «el nível sanguíneo máximo se alcanza entre 60 y 90 minutos después de la ingesta de alcohol», explica el neurólogo Pablo Eguía. Aunque el cuerpo no tiene un cronómetro exacto y la velocidad de absorción depende de otros factores como haber comido o no:«Con el estómago vacío el efecto, obviamente, es mayor. Una comida rica en grasas retarda la absorción, mientras que la presencia de azúcares la favorecen. Por eso si te tomas un mojito, que lleva azúcar, te 'sube' mucho más rápido que otra bebida». Cuanto antes se absorba «antes llega al cerebro» y comienza a afectar a «los neurotransmisores». Lo que ocurre después de ahí ya queda fuera de nuestra voluntad. De ahí que las personas se 'transformen' a veces. «El efecto desinhibidor es general, pero los rasgos de personalidad influyen en cuánto nos desinhibamos. Una persona tremendamente introvertida seguro que no traspasa determinadas barreras que otros con otro caracter, sí».

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