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Primera vez. Tras haber visitado durante otraaventura 106 países, Pablo García descubre ahora Gijón mientras hace el Camino de Santiago. ROMÁN

«Dando la vuelta al mundo me enamoré varias veces»

Pedaleando el globo. El argentino Pablo García, de paso por Asturias mientras hace el Camino de Santiago, recorrió durante 16 años en bicicleta los cinco continentes

Lunes, 26 de agosto 2024, 02:00

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Con dolor de oído, chubasquero y su inseparable bicicleta decorada con medio centenar de banderas de países en los que ha estado, Pablo García llega por primera vez a Gijón. Este argentino, natural de Buenos Aires, recorrió el mundo desde 2001 hasta 2017. Ciento seis países y 167.000 kilómetros después, la experiencia, dice, le cambió la perspectiva sobre la vida y aumentó sus ansias de viajar, una afición a la que dedica la mitad del año. Actualmente está haciendo el Camino de Santiago.

Esta inquietud por recorrer el mundo surgió cuando Pablo, con tan solo 19 años –ahora tiene 50–, viajó de mochilero a Brasil, donde terminó quedándose cinco años. Durante ese tiempo estudió Turismo y, junto con unos amigos, montó una agencia en la que atendían a 3.000 pasajeros por año. «Lo tenía todo», relata. Pero hubo un momento en el que quiso romper con esa vida. «Quería viajar y hacerlo involucrando mi cuerpo y alma». Fue entonces, en 1999, cuando hizo un primer viaje en bicicleta desde Brasil a Buenos Aires. «Fue muy kamikaze, no tenía preparación», recuerda. En ese viaje hizo 10.000 kilómetros en seis meses. «¡Me preguntaba hasta el apellido!».

Cuando llegó al que era su lugar natal se puso a planificar su gran aventura y, tras conseguir patrocinadores para ella, puso rumbo al mundo en 2001. Su primer tramo de esa odisea sobre dos ruedas fue desde Sudáfrica hasta Egipto. «Fue un viaje de mucho sufrimiento, había montañas de 2.000 metros e iba a una velocidad de siete kilómetros por hora». Pero fue tan necesario como útil, porque, con los meses, Pablo comenzó a creer en sí mismo.

El 'corralito' en Argentina llegó cuando estaba en Mozambique. Perdió todos sus patrocinadores y, con ello, sus ingresos. «No tenía ni para comer». Pero «siempre aparecen ángeles. Cuando más apretado estás, las cosas fluyen». Así, consiguió nuevos patrocinadores que le permitieron seguir con su proyecto. Y en ese momento, el viaje empezó a profundizarse. Visitó cuatro tribus pedaleando junto con un amigo suyo camarógrafo, que documentó toda esta parte de la experiencia.

'Entierro celestial' en el Tíbet

De África pasó a Europa, donde su aventura «no era tan exótica» y le resultó misión imposible «conseguir financiación». Su idea entonces fue vender fotografías de sus viajes y unas muñecas de la suerte llegadas de Brasil. Una solución que ya le había ayudado en su viaje de Brasil a Argentina y con la que continúa. Una vez recorrida Europa, su siguiente aventura fue llegar a Asia, donde pasó cuatro años. «Lo más impresionante es la hospitalidad musulmana. Es algo notable que tienen escrito en el Corán. Tienen que recibir al forastero tres días en su casa», explica. «Tienen una gran curiosidad por la cultura occidental, quieren saber qué piensas, qué sabes tú de ellos... Me han tratado de primera», recuerda con una sonrisa. Tanto es así que cuando abandonaba las casas lo hacía entre abrazos y lágrimas. En esta parte del periplo visitó el Tíbet, un lugar donde «la naturaleza se manifiesta en su máxima expresión» y donde pudo vivir una de las experiencias que más le marcó: el 'entierro celestial', una tradición budista funeraria tibetana.

Si ya es difícil un camino como el suyo, lo es más cuando se enferma, una situación que Pablo vivió ya de vuelta en el continente americano, en Alaska. Unas intensas lluvias hicieron que acabara mojado y con un resfriado. «Me refugié en una cabaña abandonada y pasé dos días con paracetamol». En esos momentos «tan solo rezaba». Pero, una vez que mejoró, «solo pensaba en seguir».

Para él la bicicleta «forja el carácter y te hace fuerte». Recuerda que en esos momentos eran solo él, su bicicleta y su fuerza de voluntad. «Nadie iba a venir a pedalear por mí». Por eso, la sensación de lograr llegar a la meta propuesta «pocas formas de viajar te la dan». Durante ese viaje aprendió en primer lugar a «ser agradecido» y a valorar la «inmensa riqueza no económica» que tiene. También a desarrollar el desapego, tanto afectivo como material. Sobre lo primero, Pablo asegura que se enamoró «varias veces dando la vuelta al mundo». Una mujer italiana incluso le acompañó durante dos años en su viaje. En cuanto a lo material, «vives como un minimalista». Lo único que se llevaba de cada país era «una pequeña bandera» porque también es «una forma de comunicación». Por lo demás, con él solo lleva una tienda de campaña y una hornalla –«esto es imprescindible para sobrevivir»–, además de un saco de dormir, equipo para la lluvia, el frío y ropa para todas las estaciones.

Ahora quiere publicar un documental sobre su aventura y, a la vez, sigue viajando. Aunque el verano sudamericano lo pasa en Argentina organizando viajes en la Patagonia, el resto del tiempo sigue conociendo mundo con su bicicleta y retransmite todo a través de sus redes sociales ('pedaleando el globo'). Ahora visita por primera vez Asturias y en concreto Gijón, donde ha hecho parada varios días. «El verde que hay aquí es distinto, hay lindas montañas y playas. Se puede alternar y no hace el calor del resto de España, hay sitios que no tienen nada que envidiar a los Alpes Suizos», señala. Para comenzar a viajar en bicicleta recomienda precisamente el Camino de Santiago, porque «es económico, amigable e interesante». Aunque si se busca más aventura propone Turquía: «cambias la cultura y metes más adrenalina».

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