La gripe que en 1918 se llevó a 7.318 asturianos

Hace más de cien años que la gripe española golpeó con fuerza a Asturias. En aquella pandemia y en la que vivimos actualmente se repiten muchas circunstancias, como las cifras contradictorias de fallecidos, los confinamientos, los cierres de colegios y bares, el uso de mascarillas o la advertencia por parte de las autoridades de extremar la higiene, especialmente en nariz y boca.

En 1918 se desconocía el origen del mal. Las crónicas de la época lo dejan bien claro, así como algunas políticas interesadas que trataban de culpar de la enfermedad a las malas condiciones higiénicas en las que se veían obligados a vivir los obreros y las gentes del campo. Lo que parece que no tiene contestación es la frialdad de los números. En el mundo murieron un millón de personas. En España, con una población de 20,7 millones de habitantes, se contabilizaron oficialmente 182.865 víctimas, si bien algunos autores elevan la cifra a 270.000. La misma discrepancia se registró en Asturias, que entonces tenía unos 715.000 habitantes. La cifra oficial de muertes en la región fue de 4.544 personas, pero habría que añadir otros 2.774 fallecidos por complicaciones de otras enfermedades, con lo que el número total de bajas causadas en Asturias por la gripe española sería de 7.318, una tasa de mortalidad de 10,22 por mil habitantes. Hay varios estudios de esta época realizados por especialistas de la Universidad de Oviedo, como son 'La pandemia de gripe de 1918-1919 en territorio asturiano: de padecimiento histórico a enfermedad emergente cien años después' y 'Mortalidad en los concejos de Oviedo, Gijón y Avilés durante la epidemia de gripe de 1918'. Todos ellos beben de una fuente principal: la prensa de la época, como EL COMERCIO.

Estas páginas ya hablaron de la 'crisis sanitaria' en la región a mediados de septiembre de 1918. Oviedo (640 fallecidos), Gijón (307), Avilés (120) y, sobre todo, Cangas del Narcea (700) fueron los concejos más afectados. Pero toda la región sufrió esta pandemia, que afectó en especial a las personas con edades entre diez y cuarenta años. La mayor incidencia de la gripe tuvo lugar a mediados de octubre y a final de año ya prácticamente había desaparecido. Pero hubo una excepción: Cangas del Narcea sufrió esta enfermedad durante cinco largos meses, lo que diezmó su población.

Ante la incertidumbre de qué tratamiento era eficaz contra esta gripe, las autoridades adoptaron muchas medidas que hoy a todos nos suenan familiares. Por ejemplo, Gijón suspendió espectáculos públicos y ferias, cerró cafés, tabernas y colegios, y fijó que los entierros habrían de realizarse tres horas después del fallecimiento sin ningún tipo de ceremonia.

El Ayuntamiento desinfectó viviendas, saneó retretes y alcantarillas, limpió calles e iglesias e incluso amplió cementerios. La infección llegó a la ciudad por El Musel, pero se extendió por toda la ciudad hasta llegar a Lavandera, Somió, Veranes y Cenero, entre otras parroquias.

La sanidad asturiana estaba entonces en mantillas. Había el Hospital Provincial, en Oviedo, y los hospitales de Caridad de Gijón y Avilés. Los medios eran escasos y los médicos, contados. Por eso, los alumnos de quinto y sexto de Medicina se presentaron voluntarios para luchar contra la pandemia. También se procuró asegurar el abastecimiento a la población, que estaba confinada en sus domicilios, y se puso especial énfasis en guardar estrictas medidas higiénicas. Muchas coincidencias para haber pasado más de un siglo.