Tradición garantizada en el Cristo de Candás
Relevo. La villa se llenó para honrar al patrón de todas las cofradías asturianas en una fiesta en la que los más pequeños se preparan para dar coger el testigo
Cuenta la tradición que fueron unos pescadores quienes, faenando en las costas irlandesas, encontraron flotando una imagen del Santísimo Cristo. Data esta historia del siglo XVI, cuando la capital de Carreño era uno de los principales puertos balleneros del Norte de España. La talla original del Santísimo Cristo de Candás ya desapareció, durante la guerra civil, y la imagen que ayer salió en procesión por la villa es una réplica realizada por el escultor gallego Maximino Magariños. Una imagen que además representa al patrón de todas las cofradías de pescadores de Asturias y por la que los candasinos muestran gran devoción. Así se volvió a evidenciar ayer con la celebración de la procesión del Santísimo Cristo de Candás, con una numerosa comitiva en la que no faltaron las nuevas generaciones.
Y es que había muchos niños siguiendo e incluso participando en la procesión. Parte de ellos con ganas de ser un poco mayores y poder forma parte del grupo que portea la imagen del Cristo. Entre ellos, Diego Zapico Rodríguez, cuya familia «ha sacado al Cristo» desde hace generaciones. «De mayor...», confía en poder tomar el relevo.
Y prueba del cariño que los vecinos sienten por este Cristo está el saber transmitir a los que llegan por detrás lo que significa esta fiesta; entre otras cuestiones reencuentros entre familiares y amigos.
Nueve años tiene Teresa Rodríguez Hevia y ya intuye lo que implica el Santísimo Cristo de Candás. Ella es de Puerto de Vega, de padre candasín, y apunta sin dudarlo que «mi familia» es lo que más le atrae de una celebración en la que ya ha participado vestida de marinera. Entre el público también disfruta de la fiesta Ángeles Rodríguez Menéndez, de once años, candasina que explicaba que acude «siempre» a la procesión ya que le encanta «la fiesta en sí misma». Diego Pérez, enfundado en una camiseta del Cristo, tendrá que esperar unos años para participar. Tiene 44 días y dormía plácidamente en su carrito mientras su hermano, Izán, de nueve años, también destacaba aquello de «estar en familia» como lo mejor de estas fiestas.
El relevo parece estar garantizado en Candás, una villa que había empezado la jornada con la Alborada, un homenaje a quienes perdieron su vida en la mar. Cada amanecer del 14 de septiembre, las embarcaciones salen a la mar y se arrojan coronas de flores a las aguas en un respetuoso silencio.
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